Cambié de Opinión

09: Para no depender

Milán, Italia.

Domingo 17 de abril, 2024.

Permanecieron en Florencia apenas un día, dado que se aburrieron demasiado rápido y decidieron dirigirse a la cumbre de la moda, con la finalidad de gastar esos millones acumulados en sus cuentas bancarias antes que se llenaran de polvo. Sin embargo, la camioneta se echó a perder de camino a Milán, teniendo que detenerse para “arreglarla”, como si fueran profesionales en el campo. Es decir, llamaron a una grúa, pero Maddox era tan impaciente que soltó:

—¿Crees que siendo hombre no sé arreglar un motor o cambiar una llanta? —mostró una interpretación digna, haciéndose el ofendido a medida que se arremangaba la camisa blanca. —Mira y aprende. —se lució, creyéndose un mecánico vetenerano. Su esposa frunció los labios y se cruzó de brazos, apoyándose en la puerta de la camioneta mientras observaba cómo su marido hacía el ridículo.

Aunque formalmente eran cónyuges, no se trataban más que dos amigos, cuya relación era normal. Por esa razón, a ninguno le agradaba verse débil ante otro, sabiendo que ni bien expusieran alguna debilidad, se convertirían en el hazmerreír, objeto de su burla infinita, por lo que no podían permitirlo.

—¿Seguro que puedes manejarlo? —dudó de su capacidad, notando cuán desorientado se encontraba respecto a qué estaba haciendo. Solo buscaba lucirse y verse bien.

—¡Te digo que sí! —fue terco, no permitiendo ninguna opinión como de costumbre.

Nova suspiró.

—¿Seguro? —se mordió los labios. —Porque… —volvió a probar su paciencia hasta que Maddox tocó un área del motor que no debía y este explotó en su rostro, provocando que saliera un montón de humo.

Consecuentemente, se ensució de grasa. También, obtuvo un par de heridas por estar cerca, cuyo grado de quemadura no era alarmante, pero tampoco pasaba desapercibido. Nova permaneció muda en lugar de asistirlo.

El hombre se limpió lo negro de su cara con torpeza y arremetió:

—¿Crees que lo harás mejor, querida? —la subestimó, habiendo sido dañado su orgullo. No había otra manera para aligerar la situación incómoda que Nova lo hiciera también mal. Hizo una mueca cuando la vio asentir. —¡Pues bien! ¡Hazlo tú! —adoptó la actitud de un niño, cuyo vocabulario no aceptaba la palabra “perder”.

Y si bien no arregló el desmadre Maddox, lo hizo mucho mejor. Es más, se adueñó del escenario, ya que la grúa y los mecánicos no tardaron en acudir a su rescate. Si bien, era más usual ver a hombres conversando entre sí por temas de autos, Maddox claramente era una excepción. Fue su mujer quien se comenzó a llevar mucho mejor con los mecánicos y a intercambiar opiniones que él no comprendía. Una vez estuvieron solos, siendo remolcados, él se animó a consultar:

—¿Desde cuándo sabes de autos? —le picó su orgullo. Asimismo, experimentó cómo Nova se le arrimó como cuando eran unos niños. Pese a no querer verla de frente, percibió su sonrisa arrogante y ardiente, cuya dueña le dijo:

—Papá me enseñó para no depender de ningún hombre. —recitó con honor, iniciando un parloteo sin fin respecto a cómo cambió la llanta de la camioneta, ya que él no se dio cuenta, pero esta se pinchó y no lo notó por concentrarse más en el motor. —Está bien, déjenos aquí. Muchas gracias. —tomó la iniciativa, agradeciendo en cuanto los dejaron cerca de un restaurante. Ya había pasado la hora del almuerzo y su estómago no estaba soportando. —Por cierto, ¿estás bien con esas heridas? —apuntó.

Maddox se enrojeció, recordando cómo minutos atrás, los mecánicos se rieron al verlo completamente negro y lleno de grasa. Se ocuparon más de reírse que en auxiliarlo por sus quemaduras.

—¿Recién te preocupas por mí? —se tornó dramático y sensible, no viendo venir que en plena vía pública, Nova le agarrara el miembro no teniendo pudor, además de no actuar como si no hubiera hecho algo indecente. A Maddox se le puso la piel de gallina. —¡¿Qué mierda acabas de hacer?! ¡Suelta! —la forzó a quitar su mano de ahí.

Nova se encogió de hombros, respondiendo:

—Quería comprobar que no tenías lo mismo que yo. —sonrió con inocencia, como si no le hubiera cogido el pene frente a todos. —Es porque estás actuando como yo con la menstruación. —reforzó su argumento.

Maddox gruñó enfadado.

—Desgraciada, ¿solo eso te importa? —la atacó con ironía. —¡Ni siquiera me quisiste compartir tus pañitos húmedos para limpiarme el rostro! —la acusó con la mano, iniciando una pelea entre extranjeros según la percepción de terceros que pasaban por ahí. —¡Debiste preocuparte de mis heridas desde un inicio! ¡¿Por qué mejor no te fuiste con ellos y te seguías riendo y hablando?! ¡¿Eh?! —le reclamó por no verificar de antemano su condición y no medir su bienestar general. Nova fingió no entenderlo y comentó:

—¿Entonces está bien con tus heridas o no? —tuvo cero interés, generando que su marido perdiera la paciencia.

—¡¿Y para qué demonios quieres saber?! —mantuvo su dignidad, según él.

Entonces, Nova señaló el restaurante, dándole a entender que no quería pasar vergüenza junto a él y que:

—No encajas con la etiqueta. —lo destruyó, eliminando cualquier posibilidad de que estuviera angustiada por su salud.

Maddox quedó en blanco, convirtiéndose en un payaso.



#311 en Otros
#109 en Humor
#897 en Novela romántica
#341 en Chick lit

En el texto hay: matrimonio, embarazo, maldición familiar

Editado: 17.09.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.