La casa ya estaba ordenada con las cosas de Leo y algunas de Carla. Ya llevaban dos semanas juntos y Leo miraba disimuladamente a Carla. Sus ojos ámbar le tenían cautivo. Además era una chica precavida y llena de bondad. Ayudaba siempre a la criada de la casa y no aceptaba que trabajase de más.
Leo, que terminaba sus deberes de la universidad, fue recibido con una sorpresa. Llamaron al timbre y la criada de la casa, Marina, abrió la puerta. La señora Clara estaba al otro lado de la puerta vistiendo un precioso y clásico vestido negro. Pasó directamente y entregó su bolso de piel a Marina.
-¿Dónde está mi niño?
-Está ocupado con sus cosas de la universidad, señora.
-Pues llámale, Marina. Ahora.
Marina corrió y obedeció sumisa. Leo puso los ojos en blanco cuando recibió la noticia de la visita de su madre. Corrió al salón. Su madre ya se estaba poniendo cómoda en el moderno sofá verde de terciopelo .
-Mamá,¿por qué no avisaste que vendrías?- Leo forzó una sonrisa
-¿Acaso tengo que avisar? No me has estado contestando a las llamadas.
-Lo siento, he estado ocupado organizando mis cosas y estudiando para los exámenes de la universidad.
-Tú no deberías ordenar tus cosas, sino la criada. Para eso le pagamos.
Clara ojeó la casa. Se acercó al mueble que tenía delante y pasó el dedo encima. No había nada de polvo y felicitó a Marina por su buen trabajo manteniendo la casa limpia. Leo se mordió la lengua para no decir que Carla había hecho la limpieza.
-Me quedo a comer.
-¿Qué?
-¿Algún problema, hijo?
Leo negó con la cabeza. Luego fue a la cocina, dónde estaba Carla cocinando paella. Era comida típica de su país. En Nueva York pocas veces se comía paella.
-Carla deja eso ahora mismo.- le ordenó Leo.
-¡Déjame! ¿Cuál es tu problema ahora de repente?
-Pues que está mi madre de visita.
Carla puo los ojos en blanco. Si desagradaba a lo padres de Leo probablemente la boda se cancelaría y las deudas volverían. Así no podría salvar a su madre de su enfermedad. Carla miró a Leo en shock. Luego, se observó a si misma con su camiseta roa de Mini Mouse manchada de aceite y sus vaqueros baratos.
-Corre y cámbiate.
-A mi no me des órdenes.
Clara entró en la sala y vio a los dos. Leo intentó esconder a Carla poniéndose delante de ella.
-¿Qué hacéis?
-Nada madre, solo hablábamos. Tenemos que hablar algo en privado.
Leo se llevó a Carla rápido y se encerraron en el dormitorio principal de la casa. Leo empezó a rebuscar ropa en el armario. No había ninguna prenda femenina. Fulminó a Carla con la mirada.
-Quedamos en que dormiríamos en habitaciones separadas, ¿para qué guardaría mi ropa en tu habitación?
-Para situaciones como esta, Carla. Mi madre es muy cotilla y le gusta tener todo controlado, joder.
Carla corrió a cambiarse en su cuarto, que era un poco más pequeño. Se quitó la ropa y se quedó en ropa interior. Empezó a buscar algún conjunto más casual, pero todo lo que tenía era ropa de calle y cómoda: sudaderas, pantalones vaqueros, camisetas... Leo entró para ver cómo iba Carla y decirle que se apresurase. Carla e tapó y chilló. Leo cerró la puerta de inmediato. Al rato Carla salió con un vestido que tenía un estampado de flores. Pegó un bofetazo a Leo.
-Llama antes de entrar.
-Idiota...Vamos con mi madre o va a empezar a preocuparse.-tiró de la mano de ella.-¡Vamos, rápido!
Fueron juntos de la mano hacia el comedor. Clara les esperaba sentada. Los dos se sentaron juntos, cara a cara con Clara. Había un incómodo silencio y Clara no pudo evitar preguntar por la mejilla roja de su hijo. Leo, incapaz de mentir a su madre, no supo si decir la verdad o no.
-Es que sin querer entré en...
Carla le interrumpió con un golpe en su tobillo bajo la mesa.
-Se le ha ido la mano y le he pegado.- mintió Carla.- En mi familia somos muy religiosos y nada de cosas de pareja antes del matrimonio.
Clara negó con la cabeza y suspiró.
-Pues no esperaba que mi Leo hiciese esas cosas y menos esperaba que fueses cristiana... En fin, a esperar.
-La comida tardará un poco mamá. ¿Seguro que no quieres irte a casa? Comerás lo que te gusta y estará más tranquila.
-No te preocupes, Leo. Estoy cómoda aquí con vosotros.
Carla e levantó rápido y fue de regreso a la cocina. Marina miraba el arroz amarillo. Empezó a explicarle rápido lo que debía hacer y luego volvió al comedor. La madre de Leo estaba hablando acerca de la boda y otras cosas relacionadas con ella.
-¿Habéis pensado ya en dónde la vais a celebrar?
Leo y Carla se miraron. La situación era cada vez más incómoda. Clara esperó una respuesta. Después de que nadie hablase, ella prosiguió con la charla.
-He estado pensando en celebrarlo en el castillo de Peles. Es un lugar maravilloso en Rumanía.
-Pero mamá, eso está en la otra punta del mundo.
-Una boda es solo una vez en tu vida hijo. Ya he reservado el castillo entero para la boda y he contratado al equipo de catering, música...
Leo notó que Carla estaba mal. Miraba a la nada y se puso la mano en el pecho. Poco a poco ella palidecía y respiraba cada vez con más dificultad. Clara siguió hablando.
-La boda se celebrará el 5 de julio, dentro de un mes exactamente. Carla, tenemos que ir a probar el vestido, como quieres la tarta, elegir a tu damas de honor...
-¡Mamá! Ya basta. por favor. Hablemos de esto más tarde.
Se quedaron callados alrededor de 30 minuto. Marina vino finalmente con la paella y la sirvió. Clara se quedó callada observando la comida.
-Pené que comeríamos rissoto, ensalada caprese o algo así...
-Pues hoy hemos cambiado de comida...
-Señora Clara, es comida típica de España.-añadió Carla.
Clara probó un primer bocado y Clara vio un brillo en sus ojos. Realmente le había gustado. Comieron en silencio, nadie dijo nada. Clara no repetía y esperó al segundo plato. Marina vino con un plato sorpresa que salvó a Carla de ser regañada.
-Leo, ¿vas a venir a casa uno de estos días? Este sábado habrá una fiesta para celebrar tu boda.
-Estoy muy ocupado últimamente mamá...Además, tengo los exámenes finales.
-Está bien, solo piénsatelo.
La comida terminó y Carla se dejó caer en el sofá cuando Clara desapareció de la casa. Se sentía exausta. Leo se sentó a su lado y se disculpó.
-Mi madre puede ser un poco pesada a veces, lo siento. De verdad que lo siento...
-¿Siempre te disculpas por todo? De verdad que eres muy blando.
Leo no dijo nada y miró hacia otro lado avergonzado de sí mismo. Carla soltó aire por la boca y trató de relajarse para no levantarle más el tono.
-Gracias por callar a tu madre y hacer que no hablase más sobre la boda.
-Estabas respirando con dificultad.
-Me pasa cuando siento mucha presión. Me apanico y empiezo a marearme.
-Lo siento. Perdón, olvidé que te molesta que me disculpe por todo. Ya no lo haré.
Carla soltó una carcajada. Realmente Leo era un chico inocente y tontorrón. Era divertido verle preocupado por la más mínima cosa insignificante. Leo empezó a lloriquear y decirle a Carla que dejase de reirse de él.
-No sé qué te hace tanta gracia.
-Nada, nada. Oye, no sabía que érais italianos.
-Y tú creyente.
-Era una mentira que le he dicho a tu madre.
Carla e timbó en el sofá otra vez. Miró el techo y empezó a pensar en Italia.
-Tu nombre es también italiano, ¿no?
-Ni idea. Solo sé que mi madre me llamó Leo por su artista favorito: Leonardo da Vinci.
-Un nombre de niño rico.-se burló ella con una risita.-¿Tendremos que ir a la fiesta?
-No porque tengo que estudiar para los exámenes.
Era injusto que algunos tuviesen tan fácil ir a la universidad. Carla conocía a varias amigas que debían trabajar haciendo turnos dobles y sacar buenas notas para solicitar becas ya que los estudios universitarios y el alojamiento eran demasiado caros.
Se alivió cuando Leo dijo que no debían ir a aquella dichosa fiesta del sábado. Si ya la había pasado mal fingiendo delante de su futura suegra, no quería ni imaginar como sería fingir delante de más gente.
-Marina, ¿te apetece irte de compras? Leo, dame dinero.
-¿Yo por qué?- protestó él.
-Porque yo no tengo dinero y soy tu esposa.
-Futura esposa.
-Como sea, así hacen los chicos en las parejas: miman a sus chicas. Te toca darme dinero para mimarme. Venga, vamos, tenemos que fingir bien.
-¡Eres una aprovechada! Ya me estoy arrepintiendo de haber cedido a casarme contigo.
Carla salió junto a Marina de la casa. Leo vio a las dos chicas alejarse caminando por la calle. Se quedó solo en la casa y estaba malhumorado como un niño pequeño. Se cruzó de brazos aún sentado en el sofá.
-Esa mujer tiene mucha labia...-habló solo.