Leo escuchó la puerta de la casa abrirse y cerrarse. Carla había vuelto de su quedada con amigas. Leo estaba sentado en el salón de brazos cruzado y sujetando varias facturas entre otros papeles. Carla se extrañó de verle tan serio.
-Mi madre me llamó preguntando por ti. Quiere que vayas con ella un día de estos para elegir un vestido.
-Genial...-Murmurró Carla hablando consigo misma.
Leo la miró confundido y ella tan solo sonrió inocentemente.
-Le dije que iría yo también.
-¿Ahora eres mi padre o qué? Puedo ir sola a elegir un vestido
-Era solo porque conozco a mi madre...¿En la fiesta del sábado pasado fue borde contigo?
-No exactamente...No
Leo la contempló escéptico, totalmente incrédulo. Carla empezó a caminar abandonando el vestíbulo de la mansión. Aún estaba abrumada tras la conversación con Lia. Su cabeza le palpitaba de dolor de tanto sobrepensar tanto. Se maró las manos con la mente absuelta. Se mantuvo de pie en la cocina, delante de la nevera. Volvió a la realidad, sacó un calabacín, carne de hamburquesa, queso y lechuga. Puso a cocinar la carne de hamburguesa y empezó a cortar el calabacín en trocitos cuadrados.
Lanzó una mirada rápida a Leo notando que se había cambiado de ropa. Supuso que salió a algún lugar durante su ausencia y siguió cocinando. De inmediato recordó el silencio de su casa, el que había cuando su padre estaba en el sofá haciendo cualquier cosa y su madre cocinando. Carla se maldijo porque ella y Leo ya parecían todo un matrimonio.
-¿Dónde está Marina?
-Le he dado el día libre. No tiene porqué trabajar como exclava todo el día...
Carla asintió y siguió cocinando. El silencio continuó dominando el hambiente de la casa.
Un par de días después la pareja quedó en una boutique pequeña repleta de vestidos blancos que parecían iguales a primera vista, pero cada uno de ellos era ditinto. Ninguno se repetía. Una de las asistentes de la tienda guiaba a Carla, Leo y Clara.
-Cada uno de lo vestido está destinado a la mujer adecuada. Cada uno es único, como la chica afortunada que se casa: una mujer única entre un millón.-la asistente sonreía mostrando sus blancos dientes.
Carla probó varios vestidos: el primero era ajustado que favorecóa su figura y tenía flores bordadas en la tele, el segundo era viluminoso con un hermoso velo que la hacían parecer una princesa; el último era un vestido ligeramente mas cortos con una tela transparente en los brazos y que dejaba los hombro al descubierto. Su tela era suave y resplandeciente.
-Creo que algo mas simple te favorecería.-lanzó Clara otro comentario pasivo agresivo que provocaba en Carla unas ganas de abofetearla.- No te lo digo a malas, cariño, es que... este tipo de vecinos no son para ti.
-¿Por qué?-Carla trataba de no perder su sonrisa para no parecer herrida o molesta
-Solo...-Clara buscaba las palabras adecuadas.-Carla, eres una chica simple. Un vestido simple te iría de perlas.
-Si buscan algo más simple creo que hay algunas opciones por aquí.
La asistente fue a buscar rápido vestidos menos detallados y mas clásicos. Leo llamó la atención a su madre entre susurros. Por mucho que su hijo le pidiese que parae, ella no paraba de comentar todo. Cada una de las palabras que salían de la boca de Clara, para Carla, eran veneno que le hacían desear algo cada vez más simple. Al décimo vestido, uno con escote de corazón y poco abombado que no tenía nada en especial, dieron con un vestido de boda clásico. No favorecía a Carla, solo era un vestido.
-Ves, algo simple. Sin complicaciones.-aportó Clara.
-Sí...Creo que quiero este.
La asistente se mantuvo a cierta distancia. Leo podía notar a Carla incómoda bajo esa tela.
-Creo que deberías elegir algo que realmente te guste, no tenga en cuenta lo que te digamos...Te voy a ser sincero: te queda mal, no te favorece.
-Si ella quiere elegir ese, que lo haga. Tú no entiendes de ropa femenina.
-Mamá, ¿podemos hablar? Fuera, porfavor.
La tensión escaló demasiado y la asistente dio un par de pasos hacia atrás. Ella dejó pasar a Leo y Clara. Cuando Carla se quedó sola, la asistenta se acercó a ella.
-Hazle caso a tu chico.-le guiñó un ojo.- Ese vestido no es para ti, creo que tengo unas mejores opciones.
Carla sonrió y asintió intiéndose mejor.