Cambiemos nuestro destino

15- Secretos

Rezó por que Carla no estuviese en casa. Eran las 6 de la tarde y Leo debía de darse pronto ya que a las 8 cerraban el tiempo de visitas en el hospital. Carla se movía alrededor del salón dando círculos irregulares mientras hablaba con su madre. Leo intentó pasar desapercebido. Caminó hasta la entrada sin despedirse de Carla y, con prisas, condujo hasta el hospital. En recepción pidió visitar a la señora María. Esta vez ella tenía consigo unas fotografías en un album.

-Estos dos sois vosotros en la entrada del colegio. En esta otra estás tú en tu primer día del instituto. Recuerdo que estabas llorando y Carla te animó.

Leo sintió pura vergüenza cuando se vio a si mismo en aquella fotografía con los ojos hinchados, granos y una cara de paleto. Sonrió algo incómodo de recordar aquel recuerdo y se sentó en el sofá de la habitación de hospital.

-Carla me regañó y me llamó llorica... Eran buenos tiempos.-Leo hizo una pausa y miró fijamente a María, que tenía los ojos más apagados.-¿La quimioterapia o los medicamentos han dado algún avance?

-Leo, ya te dije que el cáncer avanza sin parrar.

-¡Pero debe haber una solución! Hay solución para todo excepto la muerte.

-Tú mismo lo has dicho.-María acarició las fotos y pasó las páginas hacia atrás.- Yo me estoy muriendo. Una cosa, Carla me contó por teléfono que has tenido una fuerte discusión con tu madre.

Leo guardó silencio atónito. En ningún momento le contó a Carla acerca de aquella breve, pero fuerte, discusión que había tenido lugar en frente de la tienda de bodas. Seguramente Carla acabó escuchando la discusión gracias a las fuertes voces gritonas. Probablemente la dependienta de la tienda también se enterae aquel día.

-Fue una pequeña discuión, eso es todo...

-No creo que tu madre quiera hacerte daño, creéme.

-Usted será buena madre. Solo hay que ver cómo la quiere Carla que está dipuesta a venderse y casarse conmigo solo por usted.

-Leo, no me hables de usted... Y gracias por el cumplido, pero igo pensando que te equivocas. Tal vez deberías hablar con tu madre sobre coómo te sientes.

-María, por favor, no insitas. Ya tengo una opinión y no la cambiaré. No conoces a mi madre y no sabes lo horrible que ha sido durante todos estos años.

Sobre las 9:15 de la noche Leo había vuelto. Marina le esperaba sola con la comida. Había pollo y arroz para cenar con flan casero, el dulce favorito de Leo. Marina miraba el teléfono mientras se hacía las uñas y tenía su pelo envuelto en una toalla. Olía a recién fregado y el montón de apuntes de la universidad, que Leo había dejado en el comedor, estaban ordenados. Los miró.

- Curiosamente, aún teniendo la habitación más grande y con escritorio, sigues siendo un niño desordenado que estudia donde no se debe.

-No hacía falta que los ordenases....Deberías de hacer solo tu tran¡bajo y ya.

-Y tampoco hace falta que me digas qué hacer, yo ya hago mi trabajo. Quien no hace lo que debe hacer eres tú.

Marina ya había empezado una de sus regañinas. Se suponía que debía ser su madre quien le regañase por eso, no Marina.

-Gracias.

Leo se sentó al lado de Marina y empezó a comer. El poco apetito que tenía le pidió dejar de comer al quinto bocado, pero no comer aquel arroz con pollo y flan sería como una burla hacia Marina. Si ella ya e había tomado la molestía de hacer la comida, lo mínimo que podía hacer Leo era comérselo todo.

-Tu madre estaba muy apagada y furiosa a la vez. ¿Qué has hecho ahora?

-Yo...no es nada.

-Pues ese nada me parece que se la tiene merecido, sea lo que sea que le hayas dicho.-Marina vio a Leo apunto de llorar.- No hagas ruido que Carla se ha ido a dormir temprano. Deberías hacer lo mismo, últimamente estás igual de cansado que ella.

-Tengo que hacer las invitaciones y decidirme cuál de los sitios que me ha propuesto Carla me gusta más para la celebración... Tal vez pase de las invitaciones, prefiero algo más pequeño y ya.

-Eso será para otro momento.

Leo negó con la cabeza y terminó la cena casi. Quedaba el flan que lo deborró y le levantó ligeramente los ánimos.

-Leo, si alguna vez quieres hablar...

-Sí, sí, ya lo sé.-interrumpió a Marina.-Puedo hablar contigo, lo sé. Estoy bien, en serio.

Por dentro a Leo le comía la noticia de que su madre se moría poco a poco y que Carla hacía todo solo porque pensaba que podía cambiar el destino de su madre. Más de una vez se preguntó si debía contárselo a Carla o no...



#6138 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, drama, matriminoforzado

Editado: 31.08.2025

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