Leo volvió aún cargando con Marina. La llevo a su habitación y la acomodó en la cama. La dejó por media hora y fue a la cocina. Preparó unas patatas fritas y una hamburguesa. Tenía que cocinar algo rápido. Mientras la comida se enfríaba ligeramente, fue al dormitorio de Carla. Si almohada estaba aún mojada y sus ojos se notaban hinchados antes la luz que pasaba a través de la puerta entreabierta. Debía de haber llorado hasta quedarse dormida. Leo había estado unas 3 horas en el hospital. A saber cuánto había llorado Carla.
Volvió con Marina y le llevó la comida. Tenía el pie vendado por un buen esguince. Probablemente duraría meses. El aún estaba tratando de aguantar sus emociones. Se sentía culpable por no haber evitado el esguince de Marina y por haber abofeteado a Carla. Se sentó al lado de Marina, sonriendo ligeramente.
-Lo siento.
-ENo hiciste nada malo Marina.-se acercó a ella y la abrazó.- ¿Puedo dormir contigo o hoy?-la voz de Leo volvía a quebrarse.
Marina empezó a tararear una melodía y acarició el pelo negro de Leo con delicadeza. No habló ni una palabra, solo se quedó en silencio.
Los días siguientes fueron silenciosos y eternos. Leo se quedaba al lado de Marina y Carla estaba ausente en la casa. Pasaba los días en el cementerio y en las noches se quedaba mirando aquel papel de pago de matrícula. Se preguntaba cómo y porqué Leo había conseguido una plaza de universidad para ella.
Llegó el 5 de julio. Se suponía que sería el día más feliz para cualquier persona: el día de la boda. Para Leo y Carla eran casos totalmente distintos. Debían fingir que todo estaba bien delante de todos sus familiares y amigos. Carla estaba esperando en la habitación con su vestido de boda. Ella eligió que Cloe la llevaría al altar, no sería su padre. Mónica y Lia eran sus damas. Leo esperaba a la novia. Todos hablaban en voz baja y los murmullos llegaban a oídos de Leo. Juan se acercó a él. Leo no disimulaba su malestar.
-¿Ha pasado algo entre vosotros?- Juan se quedó de pie, al lado de su amigo.-¿No crees que habrá...?
Leo suspiró y negó con la cabeza. Se disculpó con el cura y caminó hacia la salida. Caminó por el pasillo del edificio para llegar a la habitación dónde estaba Carla. Cloe le sujetaba la mano con fuerza a su mejor amiga. Leo pidió un minuto a solas con Carla. Cloe cerró la puerta tras su paso.
-¿Podemos acabar con esto de una vez? Si quieres después nos divorciamos, prácticamente habrías cumplido el acuerdo y cubierto las deudas.
Carla lloriqueaba y se limpiaba la cara con el rímel de pestañas corrido en sus ojeras. Se sonó la nariz.
-No había pensado en eso.-aportó a la conversación con llantos.
Leo mantuvo las distancia entre los dos. Era lo mejor, él no era quién iba a poder consolarla y hacerla sentir mejor. Él no era el hombre que tenía su corazón.
-Tómate el tiempo que necesites, pero tenemos que dar el intercambio de votos o te pasará algo malo. No sé de qué son capaces mis padres y no quiero ni pensarlo. Por favor...terminemos con esto. No soporto verte así.
-¿Por qué?
Leo frunció el ceño haciéndole entender a Carla que no había entendido su pregunta. Ella sacó de su bolso el papel y sus llantos empeoraron. Lo agitó en el aire.
-¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te preocupas por mi aún ahora mismo? Te he tenido que hacer daño...
-Porque te amo, Carla.
Carla lloró aún más fuerte y se cubrió la cara con sus manos. Intentó levantarse, pero cayó al suelo. Leo intentó agarrarla, pero precipitó con ella.
-Yo no te amo...
-Lo sé
-¡Pero no es justo! Quiero que me odies...que me destetes y me mandes a la mierda...¿Por qué eres tan idiota?
Leo se puso en pie y obligó a Carla a levantarse. El tacón del zapato izquierdo se le había roto. Leo se quitó sus zapatos y se los dio. Quedó descalzo y empezó a caminar al lado de Carla. Los dos se dirigieron hacia el altar. Los llantos de Carla resonaban en toda la habitación. El cura dijo sus palabras confundido. Las terminó con la tradicional pregunta en cualquier boda.
-Leo, ¿aceptas a Carla y cuidarla siempre?
-Sí, acepto- respondió mirándola con pleno amor y dolor a la vez.
-Carla, ¿aceptas a Leo como-?
Carla soltó un chillido agudo agonizante que interrumpió el discurso del cura.
-No le acepto porque no le amo...- siguió llorando.- Cásenos de una vez por favor.
El cura, medio atónito, declaró que los novios podían besarse. Leo le dio un beso delicado en la frente a Carla. Posteriormente, ella hundió su cara en Leo y siguió llorando sin control. Los invitados aplaudían con confusión ante la escena que presenciaban preguntándose si eso era normal...