Cambiemos nuestro destino

21-Algo nuevo.

Aquellos últimos días de verano y los primeros meses de universidad pasaron volando. Todo era nuevo para Carla: nueva vida, nueva ciudad, personas, apartamento. Las mañanas las pasaba en las clases de la univeridad, luego volvía al apartamento alquilado de unos 50 metros cuadrados, comía y a estudiar. De vez en cuando salía a despejarse la mente dando un paseo por la ciudad, especialmente en Plaza de España. Ese era su lugar favorito de toda Sevilla.

Marina se pasaba los días en la casa limpiando, que era lo único que sabía hacer, pero no había mucha suciedad que limpiar. Solo la ropa de Leo.

-Marina, ¿de verdad no abes hacer otra cosa nada má que limpiar y cocinar?

-He sido ama de casa toda mi vida. Cuidé la casa para mis hermanos cuando era más pequeña, luego para mis hijos, esposo y,finalmente, para los Ricci.

Era la primera vez que Marina mencionaba a su familia. Carla no había escuchado nunca antes a la anciana hablar de sus hijos o pareja. De hecho llegó a pensar que aquella mujer trabajaba como sirvienta porque era una vieja solitaria.

-Ahora ya no eres criada de los Ricci. Ya podrías dedicarte a cuidarte tu aspecto.

Marina frunció el ceño, mostrándose ofendida por las palabras de Carla. Posteriormente se miró en el epejo del diminuto baño. Notó por primera vez sus ojeras y arrugas de la edad. Se dio cuenta de su vejez.

Carla se hizo un té de manzanilla y se fue a su habitación. Miró la pila de gruesos manuales de teoría de francés, alemán y la evolución fonética del español. Se maldijo por aceptar estudiar traducción de lenguas modernas y se sentó en el ecritorio. Abrió el libro con peadez y fijó ss ojo en las inumerables palabras. Le esperaban unas largas hora...

Carla levantó la cabeza del escritorio al escuchar la puerta de la entrada abrirse y cerrarse. La señal que anunciaba silenciosamente que Leo había vuelto al pequeño apartamento de una sola habitación, un baño y una sala que era salón y cocina. Dejó los zapatos a un lado y se tambaleó hasta el sofá donde dormía Marina. Le puso una manta encima, un cojín debajo de la cabeza y un delicado beso en la frente, deseándole dulces sueños. Carla le observaba asomándose por la puerta del dormitorio.

-Otra vez vuelves tarde.

-Lo siento, trabajo- la voz de Leo, bajo la oscuridad de la noche, sonaba cansada y raspada.- El imbécil de mi jefe me ha tenido hasta la tantas.-hablaba por lo bajo

-voy a encender la luz.

-¡No!-alzó la voz aún en un susurro.-No quiero que Marina se despierte.

Carla uspiró. Esa era la excusa que Leo soltaba para ocultar su cara por el canancio que le traía su trabajo en la construccion. Leo solo fue directo a la cama. Carla le abrazó y esperaba hablar con él. Tenía la esperanza de pasar un momento con él por una vez en meses. Ese momento no llegó. Carla se durmió con un dolor interior mudo. En la mañana siguiente, Carla tenía que despertar para irse a la univeridad. Leo estaba a su lado durmiendo. Era la primera vez que e quedaba dormido y se le pasó por la cabeza saltarse la clase para pasar tiempo con él. Vio las ojeras debajo de sus ojos, las arrugas que aparecían en su cara pálida y cortes profundos en sus manos. Carla puso los ojos en blanco. ¿Hasta que punto estaba dipuesto Leo a darlo todo por ella? ¿Acao quería matarse? Aquellas heridas iban a dejarle cicatriz. De hecho aún estaban abiertas y juró ver algo blanco en la carne.

Ella preparó la mochila y caminó hacia la puerta. Salió fuera, al pasillo del edificio y caminó entre puerta y puerta de las distintas viviendas del edificio. Las lágrimas le pudieron y se derrumbó al suelo. Carla no podía saltarse ninguna clase, eso era fallarle a Leo...Era despreciar el esfuerzo que hacía por ella.



#6738 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, drama, matriminoforzado

Editado: 02.11.2025

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