Miriam era una muchacha má baja que Carla. Tenía uno grandes ojos castaños y el pelo negro lacio y corto. Tenía la piel oliva brillante y era muy ordinaria en su forma de vestir. Luego estaba Lucas, con un pelo castaño claro repado a los lados y una nariz grande. Era lo que más destacaba en su cara. Era ligeramente más alto que Miriam. A él le apasionaban las lenguas, igual que Carla. Por último estaba Iabel, con su pelo rizado con vida propia y que se metió a la carrera de lenguas modernas solo porque parecía aesthetic. Ella se definía como un alma moderna y libre. Era majas y amable, pero a veces llegaba a parecer tonta. Esas tres personas eran el grupo de amigos de Carla.
Era pleno sábado del 12 diciembre. La semana de exámenes ya había pasado. Esos cuatro jóvenes adultos estaban en la cafetería El rincón de "Sevilla". Carla llevaba todo el día pendiente de las notas en la página web de la universidad.
-De saber que estudiar idiomas era tan difícil, no me hubiera metido.-se quejaba Iabel jugando con su pelo pelirojo y mirando su capuccino.- Yo debía de haberme metido en psicología.
-Tengo un primo ahí y creéme que no te habría gustado.-aportó Luca a la conversación.- Tu problema es que vas por las modas de las redes.
-Oye, a mi mis amigas me contaron que estudiar idiomas no era tan difícil. En general las letras no son difíciles de estudiar. Ahora veo que es mentira.
-Y encima vienes de bachiller de ciencias puras.- dijo Miriam.- La parte sintáctica la llevas a arrastras. Aún no me creo que no sabías que era un complemento directo.
-¿En serio?-Lucas miró a las dos incrédulo.
-Solo tenías que haber vito el silencio que se hizo en clae cuando la profe preguntó a Isabel y ella dijese"que era eso".-se burló Miriam de forma cruel.
Isabel gimoteó como niña pequeña y empezó a levantarle la voz a Miriam, quién siguió chinchándola sin piedad. Luca notó la inquietud de Carla. En un acto protector, le quetó el teléfono de sus manos y levantó la mano. Carla era alta, pero lo pocos centímetro que le sacaba Lucas eran suficiente para que ella no alcanzase.
-¡Devuélvemelo!
-Solo si me prometes que no vas a mirarlo más.
-¡Agh! ¿Cuál es tú problema?
-Que te preocupas mucho por unos números que no te definen.
-¡Te definen en tu expediente académico!
Carla empezó a dar saltitos. Miriam y Isabel se rieron al ver la escena. Les hacía gracia lo bien que combinaban esos dos, no como pareja, sino como hermanos. A ellas dos les gutaba penar que Carla sería la hermana mayor desquiciada y Lucas el pequeño, el que fastidiaba una y otra vez e invadía el espacio personal.
-Carla, deja las notas. Vas a aprobar.-Miriam le dio un sorbo a su taza de leche.- Y de sobra.
-Espero.
- Yo de seguro suspendo y me toca ir a las recuperaciones de junio.
-Iabel, enfócate por favor.-pidió Carla.-Sino vete a una FP, pero no pierdas el tiempo.
-Ahí te doy la razón, enana.
Carla se bebió rápido el café. Luego se apoyó en la silla y empezó a preocupare deliberadamente por Leo. Cada vez se veía más cansado y parecía haber ganado alrededor de unos 10 años encima. Lucas pensó en las vacanciones de navidad, que estaban a la vuelta de la esquina. Me han invitado a una fieta de disfraces el 25 de diciembre. ¿Os animaís?
-¡Sí! En las últimas tres semanas me he quedado estudiando. Necesito algún plan ya.-La emoción se reflejó en los ojos verdes de Isabel y en su pelo rizado que se agitaba con cada gesto.
-¿Tú vienes, renacuaja?
-No lo sé Lucas.-contestó Carla volviendo a reviar su teléfono.-Tengo que ver si tengo planes.
-¿Qué planes?
Carla e encogió de hombro. Con ella callada, la conversación parecía haber finalizado. Se levantó de la mesa tras dejar dinero a Miriam. Isabel le preguntó a dónde iba. Carla respondió rápido con que debía de irse, que tenía prisas. De pronto comenzó a llover. Carla soltó alguna palabrota porque se olvidó el paraguas en casa. Miriam se levantó y propuso acompañarla a casa.
-Nos vemos.- se despidió ella deplegando el parraguas.
Caminaron juntas en silencio. Las gotas, el viento y el paar de los coches ambientaban el entorno. Carla andaba de brazos cruzados, fritándose para calentarse un poco bajo el frío.
-Ya quiero que sea verano, sinceramente prefiero el calor.-soltó Miriam con una mano en el bolillo.
-Es mejor el frío. Si te abrigas bien estarás bien. ¿Si tienes calor en verano qué más te quitas?¿La piel?
Carla se paró indicando a su amiga que habían llegado a su casa. Se detuvieron delante de la entrada al edificio. Las dos se quedaron observando a un hombre con el pelo desaliñado, empapado y con ropa llena de polvo blanco y las mano sucias y feas, llenas de cicatrices. Leo levantó la cabeza y miró a Carla avergonzado.
-¿Qué haces?
-Me olvidé las llaves, así que te esperé...
Miriam no podía creer que Carla, una chica tan agraciada, conociese a un chico con esas pintas de bagabundo.
-Hola he...
-Él es Leo, mi esposo.
-¿Esposo?
-Estamos casados.-Leo levantó su mano mostrando su anillo de compromiso.
El silencio empezó a incomodar a los tres. Carla sacó la llaves y empezó a abrir la puertas de l edificio para entrar. Carla ordenó a Leo que entrase primero y que la esperae, que debía hablar un poco más. Miriam no opinó nada. Cambió de tema abriendo el teléfono y entrando en la página universitaria para ver las notas de los exámenes.
-He aprobado todo. Seis en alemán, no está mal.
-¿¡Ya pusieron las notas!?
Miriam obervó de forma estudioa a su amiga. Carla dio saltitos de las emoción y gritó bien alto que sacó nueves y ochos, además de algún diez. Miriam se alegró y la felicitó, no obstante sintió una ligera curiosidad por la obesión de Carla en tener notas excelentes.
-¿Por qué quieres tener notas altas?
Carla miró a Miriam directamente a los ojos, anonadada. Ella la obervaba seria, sujetando aún el paragua y con la otra mano metida en el bolsillo de su abrigo. Carla bajó la mirada y pensó en las manos de Leo.