-Entonces, ¿piensas quedar en Navidad?- pregunta Isabel con entusiasmo.
-Tal vez,no lo sé. No seas pesada.
-Carla, debes disfrutar más de la vida. Solo vivimos una vez.
Carla ignoraba las palabras de Isabel intentando concentrarse en la explicación del profe. Iabel decidió esperar a después de la clase y no le quedó más remedio que escuchar el sermón sobre la evolución linguística de las lenguas.
Tras salir, todos los alumnos universitarios caminan de un lado a otro. Isabel y Carla se paran en una mesa que hay en lo pasillos del edificio. Carla saca el almuerzo de su mochila, que lo tiene guardado en un taper con la tapa verde.
-Es raro que Miriam no venga.
-Me dijo que estaba en el médico. Ha ido a urgencias o algo así.-informó Isabel.-La última vez no dejaba de toser y quejarse que le dolía la garganta.
-¿Y Lucas?
-Se habrá quedado dormido.
-Está perdiendo muchas clases.
Isabel veía a Carla disfrutar del bocata de lomo que se había hecho. Era una comida simple, pero que ella disfrutaba con placer. Isabel se apoyó en la mesa y fijó sus ojo en Carla.
-Ahora contéstame:¿vas a ir a la fiesta de disfraces?
-Ya te he dicho que no lo sé.
-Hace dos semanas me dijite que no abías si tenías planes. Digo yo que ,después de todos estos días te habrás, aclarado.-Iabel hazo un puchero dramático.-Oye, que si no quieres ir solo dilo.
Carla dejó el bocata sobre la mesa y miró atónita a Isabel. Era tan insistente siempre, que a veces sacaba a Carla de sus casillas. Sin más remedio Carla se levantó evitando las preguntas siguientes que Isabel podía hacer. Se despidió de ella y marchó rumbo de vuelta a la caa.
Leo estaba sorprendetemente estaba en casa cocinando. Parecía más animado que últimamente. El apartamento olía a quemado y el humo invadía todo el espacio. Carla corrió a abrir las ventanas y apartó a Leo a un lado. La carne se había pegado en la olla. Iba a costar mucho limpiarla.
-¿Se puede saber qué haces? ¡¿Dónde está Marina?!-gritó cuando se dio cuenta que la anciana no estaba.
-Llegué a casa y decidí hacer la comida. Y marina está fuera. Le dije que se diera un paseo y se despejara, últimamente la veo muy estresada.
Carla suspiró vencida. Miró a Leo con decepción. Pudo observar que su ropa estaba manchada de aceite y espagueti. Alzó la vista y vio pasta pegada al yeso del techo de la casa. Leo sonrió inocentemente. Antes de que Carla volviese a gritar, Leo tomó la palabra primero:
-Mejor no preguntes.
Carla empezó a buscar algo en qué subirse para llegar a la pasta del techo. Subió en una silla. Leo la sujetó de las piernas para asegurar que ella no se cayese. Marina volvió y vio el desastre que Leo había montado. Prefirió no indagar en el asunto y ayudó a limpiar la salsa de tomate que había en la mesa y la olla, con carne negra quemada y pegada a ella.
Carla recibió un mensaje de Isabel. Leo hechó una rápida ojeada por encima del hombro de su pareja. La abrazó por detrás y preguntó directamente porqué Carla estaba tan irritada.
-No estoy irritada- reprochó Carla a la defensiva.
-Sí, seguro.
-¡Que no lo estoy, joder!-Carla se puso a cortar la verdura para hacer una enalada rápido.-¿Qué haces en casa tan temprano?
-Acabé antes. Quise darte una sorpresa con la comida. Iba a hacer pasta a la carbonara.
-Si la sorpresa me la he llevado. A la próxima trae mejor comoida para llevar.- Carla cortaba lo tomates apresurada y con el ceño fruncido.
-En serio, ¿qué te pasa?
-Leo, vas a estar inistente tú también?
-Tu amiga e insistente.
Carla bufó y dejó lo tomates en el bol. Luego e alejó de Leo. Marina la observó caminar furiosa a través del rabillo de su ojo izquierdo. Leo iba detrás de ella. La anciana sonrió incocientemente y negó con la cabeza.
-Carla, algo te pasa.
-Déjame tú también.
-Dime que te paa y te dejo en paz.
-¡Está bien! Isabel, que no deja de sacar el tema de quedar en Navidad a una fiesta de disfraces.
-¿¡Fiesta de disfraces navideña!?-Leo casi chilló de la emoción.-Yo quiero, vamos.
-¡No me voy a disfrazar!
Leo miró decepcionado a Carla. Ella siguió negándose. Leo le arrebató el móvil y empezó a escribirle a Isabel. Carla intentó recuperar su teléfono. Leo e lo devolvió victorioo y Carla sintió unas grandes ganas de estrangularle por lo que acaba de hacer.
-Alegra la cara, nos lo pasaremos bien. Además, tengo que enseñarte algo.
-Leo, no etoy de humor para tus tonterías.-dijo Carla cuando Leo le estaba tapando lo ojos y llevándola a ciegas a la habitación.-¿No me gutan las sorpresas?
-Esta sí.
Leo le dio una caja a Carla. Estaba húmeda y sucia. Algo se movió dentro del cartón. Carla tiró la caja de cartón a la cama asustada. Algo gimoteó desde el interior. Leo cogió al pequeño cachorro con cuidado. Era un pequeño pastor australiano con unos grandes y dules ojillo azules. Movía la cara y miraba a Leo, luego a Carla, y de vuelta a Leo.
-¿De dónde lo has sacado?
-Lo encontré en la basura.
-Pobre cosilla.-Carla puo voz aguda y cogió al perro en brazos.-Está sucio. Hay que bañarlo.
Leo asintió. Carla le dio un beso en la mejilla y luego se llevó al perro al baño. Leo se acercó a ayudar a Marina. La anciana le miró con dulcura.
-¿Qué pasa?
-Nada, eres un buen chico.
-¡Gracias!
-Venga, deja de sonreir así y ayúdame a con la comida.
-No le has dicho nada a Carla, ¿no?
-No. Soy mujer de palabra.
Leo asintió. Había que esperar para desvelar la verdadera sorprea a Carla.