Cambio a mi esposa por otra

Capítulo 2

—Haré una cita con el médico —Xania sonríe, lleva un vestido sencillo pero elegante que enfatizaba su silueta —Llegaras tarde al trabajo querido si no te levantas.

— ¿Los niños ya se fueron a clases?

— ¿Niños? —Me mira con curiosidad —Querido creo estas muy estresado, no tenemos hijos, sabes bien que aún no me siento lista para ser madre —se encoge de hombros.

¿Mis hijos dónde están? ¿Agnes, Theodore, Mateo? Me pongo de pie rápidamente, llevo un pijama muy fino.

—Theo, le diré al chófer que te lleve al trabajo, no creo sea correcto conduzcas —sonrió y se dirigió a la puerta —tu ropa ya está lista, no te tardes.

Me deje caer en la cama, lleve mis mano a mi rostro, no sabía si esto era un sueño, mi deseo se había cumplido, Xania era mi esposa, pero ¿Dónde estaban mis hijos?

Una vez estuve listo con el traje hecho a mi medida, salí de la habitación, mis ojos se agrandaban más y más la casa estaba decorada exquisitamente, con piezas muy finas, al bajar las escaleras, Xania me esperaba con el maletín en sus manos, una amplia sonrisa en sus labios, puso sus manos en mi pecho, se puso de puntillas y beso mis labios con delicadeza, sujete su cintura y la bese con mucha pasión.

Subí a la camioneta último modelo, era la primera vez en mucho tiempo que me iba al trabajo sin discusiones, enojado, ansioso. Llegábamos al enorme edificio propiedad de la familia de Xania, me saludaban con mucho respeto, no sabía hacia dónde dirigirme, ni que puesto tenia.

—Buenos días —a mi lado estaba un pelirrojo alto —Imagino la cena con Maxwell fue todo un éxito —le seguí el paso hacia los ascensores, él debía saber hacia dónde ir —Lamento haberme retirado —suelta una carcajada —Sabes bien que es mentira, la cita de anoche no la podía cancelar, Paulina fue mejor de lo que esperaba, creo la veré un par de veces más. Estás callado ¿pasa algo?

—Tengo un fuerte dolor de cabeza, ni siquiera sé dónde está mi oficina.

La carcajada del hombre fue más fuerte esta vez

—Vamos Theo —camino hacia una puerta, la abrió y al entrar me quede con la boca abierta de tan lujosa y espaciosa, el gran ventanal de vidrio tenía una vista espectacular —Vengo por ti a la hora del almuerzo.

—Voy a salir —avance hacia el imponente escritorio.

—Bien, en ese caso veré a quién invito a almorzar —hizo un ademán con la mano y salió.

Me sentía como un niño pequeño en un lugar nuevo, explore la oficina, revise cada documento que estaba sobre mi escritorio y así pasó mi mañana. A la hora de almuerzo me puse de pie, me estire, era hora de iniciar mi búsqueda.

El chófer se deslizó por las calles, mi mirada se centra en las calles conocidas que he recorrido en estos ocho años, se detiene en el edificio viejo.

—Ya regresó —salgo de la camioneta, y casi corriendo subo las escaleras, el ascensor nunca funcionaba, me detuve en la puerta que he cruzado por ocho años, esta vez tocó con golpecitos, mis hijos ya han regresado de clases.

Al abrirse la puerta.

— ¿Si?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




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