Cambio de Vida

Dilema

 A veces, el primer amor resulta ser el amor de toda la vida. A veces, no siempre.

Beatrice cayó enamorada desde el momento en que lo vio llegar. Antonio traía consigo un aura muy especial que ella podía sentir y que, además, había desarmado su ser en menos de lo que había creído. Era imposible quitarle la mirada de encima a ese chico, mucho más lo era el hecho de cuestionarse sobre su procedencia y los efectos fantásticos ocasionados con su presencia.

 Antonio, por el contrario, ni siquiera se había dado cuenta del desastre que había causado en Beatrice.  Ella lo observaba con atención, buscando el cruce que invocara algo más que una simple casualidad académica. Analizaba con cautela algunos rasgos físicos, tratando de descifrar su personalidad en base a ello. Sin embargo, tal cosa era totalmente una idea infantil. Además, Antonio no parecía sentir la fuerza que ella concentraba en sus ojos para llamar su atención. Él aparentaba estar en otro mundo, muy distante del salón de clases; pensando en el cosmos o en las teorías filosóficas de los grandes pensadores tal vez. O bien, simplemente ponía atención a la clase que ella ignoraba en gracia a la diferencia que observaba en el chico.

¡Ni siquiera se había percatado de su constante mirada!

Sí. Eso era lo único que importaba.  

 No obstante, ella no se daría por vencida tan fácilmente. Esas fracciones de segundo en que lo veía se alargaban en sus sentidos como las olas del mar. Era, principalmente esa la razón por la cual no dejaría escapar lo que tanto tiempo había buscado y que, en un día fortuito, encontró. Aunque, sin que el chico se lo imaginara.

Casi al instante, notó que la mirada del chico no se movía de otro lugar que no fuera la pizarra. Se veía atento, con muchas ganas de aprender, lo que, obviamente, hablaba muy bien de él. Parecía ser un chico serio, responsable o al menos, interesado en lo que para ella era de suma importancia. Le generaba intriga saber más sobre aquel tipo que no despegaba la mirada del pizarrón. De algún modo, la había cautivado y en cierta parte le había llenado de misterio. Se moría de ganas por saber quién era, cuáles eran sus gustos, como era su forma de ser y como era que había logrado “tanto” en tan poco tiempo. Sin darse cuenta, empezaba a preparar planes para conocerlo; para empezar a conquistarlo. Antonio había causado tanto desastre, que Beatrice había olvidado por completo a las demás personas de su alrededor, o bien, a las personas que ya formaban parte de su vida (su novio).

Para su fortuna, la maestra le colaboraría un poco, pues se llevaría a cabo una dinámica de clase para que, quienes eran sus alumnos, pudieran conocerse y relacionarse.  La dinámica consistía en hablar con 3 personas distintas del salón y pedirle a cada una de ellas, sus datos personales como: Nombre completo, edad, número telefónico y correo electrónico; por mencionar algunos. Beatrice, vio dicha dinámica como la oportunidad para acercarse a él y saber un poco más que su nombre. No obstante, a la hora de la verdad, no podía negar que los nervios no estaban a su favor. Sólo pensar en hablarle le ponía la piel de gallina. Era algo que no podía controlar. Muy en el fondo, se moría de ganas de hacerlo, pero el miedo de imaginar cuál sería su reacción, el miedo de saber eso que la hiciera bajar a la tierra tan rápido como empezó; la hacía detenerse y pensar en otras alternativas. Sin embargo, la suerte estuvo nuevamente de su lado. Aunque, tardó en llegar.

El hecho de que tuviera miedo a acercarse a él, no significaba que no podía acercarse a los demás. La primera persona a la que interrogó fue Thais Espinoza, una chica alta, delgada, de tez morena y con una sonrisa cubierta por frenillos. Thais le sonrió y amablemente le compartió sus datos personales. A Beatrice le cayó muy bien, sobre todo por ese carisma que mostraba en sus ojos que, además, le inspiraba confianza. Estaba muy segura de que serían buenas amigas o al menos, eso pensó en el momento. Luego de ella, otra chica de nombre Gabriela se acercó. Gabriela era más pequeña que Thais en cuestión de altura; su cuerpo parecía ser moldeado en un gimnasio, y su carisma no era su principal fuerza. Gabriela, era más bien una chica seria cuya sonrisa no la mostraba en todo momento, al contrario de Thais. A pesar de ello, Beatrice sintió simpatía por ella. Mas tarde, se daría cuenta de que, en realidad, tenían muchas cosas en común de las que hablar.

Y finalmente, viendo de reojo que “aquella” persona se acercaba lentamente hacia ella, los nervios se alteraron y su piel se erizó tanto, que el más mínimo roce le provocaba escalofríos.

 Esa tercera persona resultó ser el chico que había despertado su interés desde su llegada. Beatrice estaba tan nerviosa que, al estar cerca de él, sin querer, terminó dejando caer la lapicera que sostenía entre sus dedos, a lo que Antonio reaccionó rápidamente levantando el instrumento en un acto de caballerosidad. Cinco exactos segundos duró la sonrisa que se dibujó en el rostro del chico como primer gesto entre ellos. Beatrice correspondió dicho gesto como si de un beso se tratase.




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