Cambio de Vida

Conflictos

A veces, la vida nos golpea tan duro, que lo menos que queremos es volver a levantarnos. 

Son momentos difíciles en los cuales sentimos que somos prisioneros de la agonía y el sufrimiento. No existe una vía alterna que nos lleve por un lugar menos doloroso. No existe un escape. No existe un plan evasivo a lo que es inevitable. Así es la vida. Aún las tenebrosas y sombrías tinieblas no dejan de ser parte del paisaje.

El problema no es esencialmente la adversidad que nos ataque y que tratará de destruirnos, sino la forma en que lo afrontemos y – de igual forma – lo enfrentemos. Se trata de una simple decisión, pero muy poderosa, pues en ella se encuentra la facultad de darle dirección al sentido de las cosas. Un solo acto equivale a toda una vida de sufrimiento o, en lo contrario, de felicidad.

Es sencillo realmente, aunque su aspecto aterrador amenace a todo aquel con quien se tenga que enfrentar cara a cara. Gracias a su imagen, muchos han caído en su trampa, terminando en una infinita tortura que solo acaba con la muerte. No obstante, la realidad de tal monstruo es una muy diferente: Amenazante y aterrador por fuera; simple y sencillo por dentro.

Y lo mejor de todo es que no existe tal cosa que pueda oscurecer un rayo de luz. Mucho menos cuando dicha energía proviene de una sonrisa. La misma que dibujaba en su rostro en cada ocasión que las adversidades llegaban. Esta vez era muy diferente a todo lo que algún día vivió. No se comparaba a la traición de su primer amor o de aquellos quienes juraron amarla sobre un lecho de falsedades. Esto, era lo peor. Lo más torturador y monstruoso que alguna vez imaginó. Y a pesar de que su fortaleza era de enormes proporciones, en algún momento de su vida una cosa como esa tendría que pasar, sobre todo en una persona especial como ella lo era.

O tal vez, en todas las personas del mundo. Quizás, nada cambiaba después de todo, y al final se diera cuenta de que todo eso era más que necesario: Era algo natural que formaba parte de la vida. Sin ellos, la vida misma no tiene sentido. El mal no existiría de no ser por el bien; no encontraría en su opositor la adrenalina de sus días ni la belleza misma que posee una pintura hecha con oscuridad sobre un fondo de pasión. Se aburriría de tristeza y se quitaría la vida de soledad.

 

Los golpes que llegaban a su vida en aquel entonces eran como nunca antes los había recibido. Ni siquiera los fracasos amorosos eran tan letales como estos. Pronto, Beatrice empezó a pensar que una sonrisa no sería suficiente. Inclusive, dudaba sobre la posibilidad de que tal gesto pudiera nacer en su semblante. Al menos, no esta vez…

Todo comenzó con una trágica noticia que traería consigo un mar entero de tristezas y malos presagios. Eso pensó ella al principio. Y nunca imaginó lo complicado que se volverían las cosas a partir de entonces.

La trágica noticia llegó a través de los medios de comunicación. Un amigo suyo, con quien compartía muchas cosas en la universidad, había fallecido producto de un desafortunado accidente de motocicleta. Al parecer, el conductor del vehículo iba en estado de ebriedad, por lo que no pudieron esquivar el frondoso árbol que se les cruzó de repente.

 La muerte fue instantánea.

Al cabo de una semana después del suceso, una segunda noticia llegó a ella, aún más dolorosa: Su abuela materna, la única que aún estaba con vida, con la que había compartido momentos inolvidables de su niñez: cariños, besos, secretos y apapachos; estaba muy grave de salud. Su gran amiga, confidente y segunda madre; quien nunca ignoraría algún mal trago que estuviera pasando, o una preocupación que la estuviera agobiando. La única que la conocía igual o mejor que su propia madre.

Inmediatamente, luego de escuchar la noticia a través del parlante del teléfono, buscó ropa en su armario y preparó una maleta. Por nada del mundo dejaría sola a una persona como su abuela, mucho menos después de todo el amor y el cariño que había recibido de ella desde bebé. En situaciones de soledad, de enfermedad, o de angustia, ella siempre aparecía con una mano amiga y un consejo de cariño obtenido de la mejor maestra que pueda existir. Eso, para Beatrice era muy valioso he importante. Por tal razón – y por muchas otras más – no podía dejarla sola.

Así pues, decidió irse de casa para viajar a la de su amiga y segunda madre. Para brindarle la compañía y el amor que siempre había recibido de su parte. Se trataba de un viaje largo naturalmente, pero valdría muchísimo la pena. Al final, todo volvería a estar como antes…

Sin embargo, durante el trayecto, era imposible no pensar en otro de los problemas que la atacaban en su rutina. Las cosas en su hogar no marchaban del todo bien, sobre todo entre sus padres. En ocasiones, desconcentraba la atención de alguna lección de clase por pensar en el conflicto que entre ellos existía. No era nada nuevo el hecho de que su padre le fuera infiel a su madre con otra mujer. Sin embargo, no dejaba de ser impactante y preocupante. ¿Cómo se sentiría su madre, luego de 25 años de casados, que el hombre que alguna vez le juró amor frente a un altar, ahora se acuesta con otra? Beatrice conocía a la perfección los estragos de una traición, pues aún no olvidaba al bastardo de Antonio. Era como una epidemia mortífera y fatal. Una crisis interminable en la que “Ellas” eran las principales afectadas.




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