Cambio Radical

Capítulo 1

Samuel 
%%%: lo siento joven, fue demasiado tarde y no pudimos hacer nada por ella. 

Esas palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez.  
Ella estaba muerta, me había dejado. 

Mi niña me había abandonado con un bebé en casa. Ahora yo era todo lo que ese pequeño conocía y no tenía ni idea de cómo cambiar un pañal o preparar un biberón. 

Y aquí estaba, parado junto a un ataúd de caoba. Rodeado de los pocos amigos que nos quedaban.  
Las personas pasaban junto a mi brindándome sus condolencias y yo sólo podía pensar en que tal vez si hubiera llegado cinco minutos antes todo sería diferente. 

Me encontraría cuidando de ella en algún hospital o incluso en casa, pero a diferencia de eso estaba junto a su cuerpo. Su inerte cuerpo era lo que quedaba de aquella niña alegre que frente a mis ojos se convirtió en una mujer triste y pálida sin ganas de vivir. 

Y me sentía tan incompetente, tan frustrado, tan enfadado conmigo mismo por no darme cuenta a tiempo lo que pasaba y no poder evitar que ella terminara con su vida.  
Hace tan solo unos meses ambos éramos felices y disfrutábamos la vida como dos jóvenes de apenas veinticuatro años.  
Ahora todo era diferente, ella ya no estaba y yo estaba destrozado por dentro.  

El funeral terminó y llegué a casa. Dejé mi saco negro sobre el sillón y me dejé caer en el cómodo sofá. Quería cerrar los ojos y que al despertar todo sea un sueño y ella me despierte a cosquillas como solía hacerlo. 

Pero al abrir mis ojos no vi su sonrisa ni escuché su voz tarareando alguna canción. Todo era silencio hasta que a lo lejos se escuchó el agudo chillido de un bebé. 

Me levanté casi corriendo y subí las escaleras de dos en dos hasta llegar a aquella puerta blanca. 

Al abrirla la mujer de tercera edad giró a verme, centré mi vista en ella y sonreí amigablemente, ella hizo lo mismo y bajó la vista a sus brazos. Seguí su mirada y mi corazón se estrujó al ver a la pequeña criatura que yacía aún sollozando en sus brazos. 

Samuel: gracias Rosi, ya puedes irte.  
Rosi: ¿seguro?- asentí.  
Samuel: gracias de nuevo por atenderlo- me acerqué a ella y beso la pequeña cabecita del niño antes de colocarlo en mis brazos. 

Tomó su bolso y se dirigió a la puerta.  
Rosi: joven…- me giré a verla- lo siento mucho, de verdad.  
Trate de sonreír y asentí. 

Samuel: gracias. 

Me senté donde antes ella estaba y observé a la criatura que dormía en mis brazos. Un bebé de tan sólo días de nacido no merecía perder a su madre. 

Samuel: lo siento mucho bebé… ahora tú y yo estamos solos en esto- acaricié su rostro- así que tienes que ser un buen niño y ayudarme- como si él entendiera sonrió- tendré que ponerte un nombre, no puedo seguir llamándote “bebé”- Sonreí- pero no te preocupes, pensaré en algo bonito. 

Tome su biberón y algunos pañales y me dirigí a mi habitación.  
Tomé la ducha más rápida de mi vida y después me vestí sin despegar la vista de la criatura que yacía inocente en mi cama. 

Me recosté junto a él velando su sueño.  
Pasé una terrible noche, despertaba cada tres horas a preparar un biberón para alimentarlo. Me despertaba con el más mínimo movimiento que hacía. Abría los ojos de golpe cada que él se quejaba o cada que suspiraba. Hasta que llegó el punto en que no pide dormir más y me quedé en silencio mirando el techo… ¿Qué se supone que haría ahora?. 

 

 

anoniromo  

 



#34098 en Novela romántica

En el texto hay: familia, amor, padre

Editado: 06.07.2020

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