Era ya el tercer día que no sabía nada de Nicolás.
Tenía la esperanza de que Miranda llamara y pidiera alguna recompensa por él, en este momento estaba dispuesto a darle hasta mi último centavo con tal de que él regresara con nosotros.
Acababa de regresar a casa, estaba agotado y necesitaba ver a mi Victoria.
Su ánimo había decaído muchísimo se pasaba el día en la habitación de Nicolás arreglando y preparando su ropa o simplemente sentada en silencio.
Daniel y yo tratábamos de encontrar a Nico, necesitaba hacer algo en lugar de esperar en casa a que al policía encuentre a mi hijo.
Entré a casa junto a Daniel y en la sala había una caja de cartón, aún empaquetada.
Sara llegó hasta nosotros, abrazó a mi amigo y después besó mi mejilla.
Sara: ¿encontraron algo?- negué.
Samuel: ¿dónde está Victoria?
Sara: en su habitación, hace un momento fui a llevarle la comida pero estaba dormida y preferí dejarla descansar.
Samuel: sí, creo que es lo mejor- me senté en el sillón junto a aquel paquete- ¿qué es?
Sara: no lo sé, lo trajeron hace un rato... es para Victoria- asentí.
Sara: les calentaré la comida… - se dirigió a la cocina.
Daniel: yo te ayudo mi amor- caminó detrás de ella y ambos se perdieron por la puerta de la cocina.
Me quedé en la sala hasta que escuché el timbre de la puerta, me levanté a abrir y al otro lado me encontré con Blanca quien llevaba a su hija Regina en brazos.
Samuel: hola Blanca- besé su mejilla y le cedí el paso.
Blanca: hola Samuel... ¿Cómo está Victoria?
Samuel: igual, ahora está descansando.
Blanca: yo... creí que tal vez estar un rato con Regina le ayude un poco a levantarle el ánimo, ella y Nico son los más apegados a mi hermana.
Samuel: si, puede ser...- dije sonriendo de lado- sube está en la última habitación.
Blanca: no Samuel... Aún no tengo el valor para verla, todo esto es mi culpa.
Samuel: no Blanca, pudo pasar con cualquiera de nosotros, Miranda estaba decidida a llevárselo... Ahora lo importante es encontrar a Nico y ayudar a Victoria, yo creo que le hará bien verte, te extraña mucho.
Blanca: y yo a ella pero ahora no puedo verla- bajó la mirada.
Samuel: está bien - puse una mano sobre su brazo- yo llevo a Regina.
Blanca: gracias Samuel.
Tomé a Regina quien pataleaba alegre y emitía balbuceos un poco más desarrollados que mi bebé.
Abrí la puerta y ella ya estaba despierta, sin embargo aún estaba recostada en la cama.
La bebe se emocionó al verla y comenzó a balbucear y gritar más fuerte.
Victoria: ¡lo encontraste!- se levantó entusiasmada pero al mirarme se desilusionó un poco.
Samuel: lo siento mi amor- dejé a la niña sobre la cama y se acercó gateando hasta ella.
Victoria: no te preocupes- me sonrió triste y después centro su atención en Regina- hola princesa ¿cómo estás?- la abrazó y yo me senté junto a ella.
Samuel: la princesita extrañaba a su tía Victoria y su mami la trajo a visitarla- acaricié la pequeña manita de la niña.
Victoria: ¿Blanca está aquí?- me miró y asentí.
Samuel: está abajo, aún no quiere subir, se siente muy culpable.
Victoria: ella no tiene la culpa de nada, no sé de qué sería capaz Miranda si alguien le hubiera impedido llevarse a Nico.
Regina gritó en cuanto escuchó su nombre.
Samuel: ¿tú también lo extrañas verdad?- dije sonriendo mirando a la bebe.
Victoria: claro, es su compañero en todo, en la guardería son inseparables, lloran si no ven al otro.
Samuel: pobrecitos deben extrañarse mucho, ya han pasado varios días.
Victoria: si y cada vez es más difícil para todos- limpió una lágrima que caía por su mejilla.
Samuel: no podemos perder la esperanza ahora mi amor... nuestro bebé va a regresar- ella asintió sonriendo y besé su frente para después dedicarnos a jugar con la pequeña que estaba frente a nosotros.
Casi una hora después bajamos, Victoria llevaba a Regina en sus brazos, estar con ella le devolvió el optimismo y se veía un poco más animada que los días pasados.
Llegamos a la sala dónde Sara y Pocho hablaban con Blanca.
Ella se levantó y miró a Victoria.
Tomé a la bebe en mis brazos.
Samuel: ve a hablar con tu hermana- susurré en su oído y besé su mejilla.
Ella asintió y se acercó a Blanca.
Sara y Daniel se levantaron y se dirigieron a la cocina, yo entré a mi despacho junto a Regina, quería darle espacio a Victoria y a Blanca para hablar y arreglar lo que las separaba.
La senté en la alfombra donde suelo sentar a mi bebé mientras trabajo en casa.
Estuve algunos minutos investigando y llamando a cualquier que pudiera saber algo del paradero de Miranda, pero no había nada, como si la tierra se la hubiera tragado.
En ese momento el timbre sonó y me levanté tomando a Regina para ir a abrir la puerta.
Alberto, el esposo de Blanca me saludo y después entró.
La niña que llevaba en brazos sonrío feliz al verlo.
- papá... Papápa...-
Regina balbuceaba y estiró sus bracitos hacia su padre, él la tomó y repartió besos por su rostro.
En ese momento envidié tanto a ese hombre, a él y a cualquiera que pudiera estar en este momento abrazando a sus hijos y no tener que atravesar esta horrible angustia.