Cambios

Hollow - Parte 2

Can you hear my shattered heart?

Can you see me all broken and lost?

I coul never hide away these scars

My soul wounded and all alone

 

Caminaba lentamente por la calle oscura mientras expulsaba nubes de humo por la boca, las únicas luces de aquel lugar eran el tenue resplandor de la luna y el brillo chispeante del cigarrillo que poco a poco se acercaba más al filtro.

Pocas veces se había sentido plenamente satisfecho de sí mismo, y es que en aquella ocasión no podía esperar sentirse de otra manera. Aquella mujer que había dejado en el motel era realmente hermosa, de piernas largas y firmes que lo deleitaban desde sus pies hasta las caderas que describían una curva casi perfecta que terminaba en la fina cintura, todo eso sin mencionar sus pechos que, desnudos y a la luz de la luna, lograban cautivarle con una belleza casi hipnótica. Casi valía la pena comprar otro paquete de cigarrillos, ese que le había prometido, y volver a acostarse a su lado acariciando cada parte de su cuerpo, antes de poseerla salvajemente una vez más, sin embargo él sabía bien que debía resistirse a hacerlo, no pensaba caer en el error de compartir más de una vez el lecho con la misma mujer.

Y, de repente, le vino a la mente aquel muchacho, el de ropa negra y pelo alborotado que le había descubierto a lado de su novia. Recordó su rostro pálido y las lágrimas que no podían ser contenidas deslizándose lentamente por su rostro; por un instante sintió un atisbo de pena por él, sentimiento que inmediatamente se transformó en rabia: le frustraban mucho los hombres como aquel, que derramaban lagrimas por una mujer, por un deseo, por un amor… al menos él sabía que él no cometería esa equivocación una vez más. La mujer ni siquiera fue algo que hubiese valido la pena, si después de todo ni se inmuto ante la presencia del chico y aun así dejo que entrara en ella y le poseyera. Grito de placer como ninguna antes lo había hecho pero, para él, no fue tan placentero.

La última ceniza del cigarrillo cayó al suelo, y la luz se extinguió por completo. Había llegado a una calleja desierta donde ni siquiera los bichos que pululaban por las calles o los animales que escarbaban la basura hacían ruido alguno. Fue entonces que escucho detrás de él una respiración, pero al dar vuelta no pudo ver nada. El corazón se le acelero y empezó a caminar rápidamente cuando chocó contra algo.

Y lo vio, oscuro como la misma noche, de pie totalmente inmutable, lo único que se podía ver de él eran los atisbos de piel blanca que se asomaban por el ropaje negro, y también aquella sonrisa de oreja a oreja que llevaba puesta, muy distinto al muchacho sollozante que había huido cuando lo vio junto a la mujer. También se veía el cuchillo, cuya hoja plateada reflejaba el brillo blanco perlado de la luna.




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