Otra estación.

Carla nunca pensó que pasaría a algo más con su compañero de estudios, en realidad nunca sintió atracción por él, solo química de buenos amigos. 
Empezaron a salir una tarde de junio y de a poco fueron acercándose más y más, hasta que él le robó un beso y ella le correspondió. 
Pasaron tardes en diferentes parques y fueron al cine juntos muchas veces, ambos eran fanáticos de las comedias románticas y se pasaban toda la función abrazados o besándose mientras los de al lado los miraban de reojo. 
Pero un día de agosto, cuando ella estaba totalmente enganchada a su idilio, él le confesó que había conocido a alguien más y que prefería no seguir la relación ya que sentía que estaba jugando con sus sentimientos. Y con los de ella, por supuesto. 
Carla quedó debastada por esta situación que durante dos semanas no salió de su habitación más que para ir a la universidad en la que se sentaba al fondo y no levantaba la mirada del pizarrón o del cuaderno, lo demás parecía en otro plano, irreal. 
Una amiga se enteró de la situación y le recomendó salir, pero ella tenía pocas ganas de hacerlo. No se concentraba nada y todo el tiempo esperaba un mensaje de perdón, o un te extraño. 
Luego de tanta insistencia la amiga logró que salieran y fueron a una discoteca en la que estuvieron bebiendo hasta que llegó un grupo de amigos. 
Entre ellos se encontraba Pedro que desde el principio le prestó un interés especial. 
Aquella noche se conocieron mejor, bailaron y quedaron a salir de nuevo. 
Pedro era mucho más amable, más atento y romántico. Al poco tiempo Carla descubrió emocionada que ya no esperaba el mensaje de perdón o te extraño. 
Salieron algunas semanas y nuevamente se permitió soñar con el amor y una relación con propósito. Así que cuando Pedro le confesó su amor no lo dudo un segundo y le dijo sí con un beso que les supo a encuentro. 
Un mes después, llegó el mensaje que había estado esperando cuando estaba triste. 
Dos palabras: te extraño. Pero era demasiado tarde, el tren había partido a otra estación.