Camelia.
Los párpados me pesaban y sentía el cuerpo entero adormilado, intentaba con todas mis fuerzas despertarme. Adrien podría necesitarme en este momento o quizás no, dependía de cuánto tiempo había dormido, era la primera vez en mi vida que me desmayaba. Después de varios intentos al fin pude abrir los ojos y poco a poco mi vista se fue adaptando a la intensa luz que inundaba el lugar.
—Está despertando Doctor, es hora de iniciar la anestesia —la suave voz de una mujer llegó a mis oídos.
—Todo estará bien, será rápido, cuando despiertes ya habremos terminado —ésta vez era un hombre el que hablaba—. Anestesia lista, se dormirá en diez, nueve, ocho, siete…
No pude escuchar más porque mis ojos se cerraron y me sumergí en un profundo sueño, aunque llamarle pesadilla habría sido mejor, en ella me encontraba luchando con una mujer que intentaba arrebatarme un bebé, mi bebé. Luchaba ferviente para que no me lo quitara, pero no importaba cuanto gritase o corriese, no podía alcanzarles… se empezaron a elevar del suelo y el niño de brillante mirada esmeralda se despidió de mí.
—¡Bebé! ¡mi bebé no! ¡bebé!… —gritaba con lágrimas en los ojos.
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La habitación olía a desinfectante y luces blancas. El aire estaba quieto, pero mi cuerpo no. Me incorporé con esfuerzo, cada músculo se quejaba como si recién hubiese vuelto de otra dimensión.
Tenía la piel fría, casi helada. Y mi corazón aleteaba en mi pecho con palpitaciones erráticas, fue un sueño, no… una pesadilla horrible. Mis párpados pesaban y me costaba mantener mis ojos abiertos. Quería agua, me dolía mover mis labios secos y ni siquiera podía levantar mi lengua dormida.
La bruma de la anestesia aún acariciaba mis pensamientos. Entre susurros, entre ecos. ¿Fue sólo un sueño?
Pero ese niño… esa carita de mirada esmeralda seguía latente en mi mente… un rostro que nunca vi… pero que jamás olvidaría.
Con el cuerpo adolorido me senté en la cama. Había una extraña sensación inundando mi cuerpo y sobre todo mi vientre, ¿estaba menstruando?
No la había tenido antes de recibir la noticia, Adrien, mi querido amor, había resistido la operación y lo habían trasladado a la unidad de cuidado intensivos, «UCI». Aunque tanto estrés me había debilitado y terminé desmayándome con la buena noticia, me sentía tan feliz.
Tenía que levantarme y correr a esperarlo fuera de la unidad de cuidados intensivos, pero, ¿qué me había pasado?
Esa carita y su mirada tan similar a Adrien… ¿soñé con él siendo un bebé? Quizás por la historia que me contó horas antes. Aún la veía con claridad en mi mente, su recuerdo me daba ganas de llorar, pero ¿por qué?
Mientras dormía, ¿le habría pasado algo a Adrien?
—Al fin despiertas —me dijo en español la fría voz de mi suegra—. Me tomé la molestia de ayudarte con ese temita.
—¿Cuál tema? —pregunté confusa.
—El niño que llevabas en tu vientre —aplaudió y me entregó un cheque por medio millón de dólares con la firma de Adrien—. Con esto finalizas tu servicio.
—¿Qué pasó con Adrien? —le pregunté impactada.
—Está recuperándose, entenderás que no puede hacerse cargo de esto y que no puede ser alterado ¿verdad? —me tendió un acta de divorcio con todos mis datos y los de mi querido esposo—. Fírmalo para terminar esto y todo habrá acabado…
—¿Yo… estaba embarazada? ¿por eso me desmayé? —le pregunté con voz entrecortada, dolor y furia me inundaban.
—Sí, tú misma lo mencionaste al despertar, no vengas a hacerte la inocente, es obvio que lo sabías —me dedicó una mirada cargada de odio y desprecio, añadió—. ¿Planeabas amarrar a mi hijo con ese bastardo?
—¡Mataste a mi hijo! Dios, eres una asesina, monstruo sin corazón —grité enojada, no podía controlarme, todo mi cuerpo temblaba y sentí mi vientre casi retorcerse por el dolor—. ¡Eres una escoria!
—Cállate —gritó y me abofeteó—, no eres más que una zorra vulgar. Nunca entenderé que vio mi hijo en ti, aparte de belleza no tienes porte ni educación. Aunque pensándolo bien, te vendiste por tan poca cantidad de dinero, dignidad es algo de lo que también careces.
—¿Dónde está Adrien? —susurré, tratando de controlarme para no matar a la bestia frente a mí.
—Ni se te ocurra, su estado de salud es crítico y te aseguro que haré que te arrepientas el resto de tu vida si algo le pasa por tu culpa —me dio una mirada irónica y con arrogancia, continuó su cháchara—. Entiendo, debes querer más dinero.
Algo vio en mis ojos, gestos o mirada, que retrocedió.
Mi único deseo en ese momento era aniquilarla, exterminarla de la faz de la tierra. Podía sentir como mi sangre ardía y picaba por la furia que se adueñaba de mi mente, y mi corazón.
Sentí como el tiempo se detenía y casi en cámara lenta, seguí sus movimientos, bajando la mirada hacia el cheque que tiró justo encima del acta de divorcio, la firma era la misma del papel que me había dado antes. Y lo peor era que reconocía la letra de Adrien, lo vi firmar varias veces antes: los recibos de compras, el alquiler del bungaló, el acta de matrimonio… éste que me entregaba su madre tenía la firma de él.
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Editado: 27.07.2025