El ataud bajo lentamente, mientras los lloriqueos y lamentos se escuchaban de fondo. Mi abuela sostenía el brazo de mi madre, quien gritaba desconsoladamente mientras trataba de soltarse para ir directo al cajón.
Trate de no centrarme mucho en ella, ni en las personas que están a mi alrededor que miran con lástima. A alguno de ellos, ni si quiera logro reconocerlos.
—Sigues en shock—no me molesto en responder. Me parecía tan tonto, ni si quiera pude distinguír si era una pregunta o una afirmación—Lamento mucho lo que ocurrió.
—No lo lamente, se ve hipócrita estando aquí cuendo usted mismo le deseo la muerte
—Estaba molesto, todos decimos tonterías cuendo lo estamos.
La voz de mi tío es firme, como si no le doliera en absoluto la perdida. Pensé incluso que estaba aquí por puro compromiso, pero de todos los hermanos, el había sido el único que se me había acercado.
—No se justifique, por que hasta para tal punto uno puede controlarse y abstenerse de decir algo que sabe, que no es lo que desea de verdad. —digo, y para mí sorpresa mi voz salió tranquila, controlando la rabia que tenía por gritarle hasta de lo que se iba a morir. — no quiero volver a verlo en mi vida.
—¿Y que haras? Claro, si se puede saber.
Lo mire por unos momentos y en su rostro había una especie de sonrisa apenas perceptible. Estaba gozando con el sufrimiento de mi mamá, con el mío. Eso causo una pequeña punzada en mi pecho. No podía creerlo, no podía creer que no sintiera nada ante la muerte de su hermano, con quien según papá tenía una conexión única.
El interpretó mi silencio como el punto final a nuestra conversación, pero antes de marcharse, decidí hablar, decir unas últimas palabras antes de no volverlo a verlo jamás.
—Espero que mueras pronto.
Me abrí paso con un empujón a mi tío. Lo escuché soltar una risa ligera, pero no me detuve, simplemente seguí caminado detrás de mi mamá, quien aun no paraba de llorar.
Su amiga, Sidney, se había ofrecido a llevarnos a casa, y de paso platicar un rato con mi madre para tratar de ayudarla a despejarse un poco. Sin embargo yo no quería irme aún, no quería volver a casa, no después de que el Pilar de mi hogar ya no iba a estar cuendo llegara.
Decidí decirle a mi abuela que las alcanzaría en un rato más, que cuidara de mamá en lo que yo no estaba y no la dejara sola, y ella simplemente asintió asegurándome que todo iba a estar bien.
Mi madre no se percató de que yo no había seguido sus pasos hasta el auto, estaba muy ensimismada en sus pensamientos y en su llanto silencioso, que no se percató de nada más que sucediera a su alrededor.
Vi como poco a poco la gente se iba marchando y en pocos minutos el lugar quedaba totalmente vacío.
Me acerque hasta la tumba y una vez ahí, me solté a llorar. Pero lo hice con ganas. Me desahogue de verdad, grite con fuerza, le pedí perdón por todos los errores que había cometido en mi vida y por todos las desepciones que le había hecho pasar.
Hable tanto que me quede sin palabras y lo único que me quedaba era acompañar el silencio con mis lágrimas. Tal vez parecía una loca, pero necesitaba tanto hacerlo, necesitaba perdirle perdón por no haber hecho nada para ayudarlo, por haberme dejado absorber por el miedo y dejarlo luchar solo. Por ser una cobarde y solo haber estorbando. Si tan solo haya podido armarme de valor y salir de mi escondite, tal vez le haya dado más tiempo a papá...
El sonido de la lluvia comenzó a abrirse paso en el silencio, y no hubo mas remedio que caminar hasta una pequeña capilla. Apenas alcance a llegar cuando la lluvia se soltó mas fuerte.
Las velas estaban encendidas y las ventanas cerradas, por lo cual el calor se mantenía en el lugar.
Me senté en una banca y me abrace a mi misma, tratando de brindarle un poco de mas calidez a mi cuerpo. Me deslice un poco más en la banca de madera y recarge mi cabeza en el respaldo. La posición en la que había quedado era bastante incomoda, pero aún así, así me quede.
La soledad duró tan solo unos momentos, por que como si de un gato sigiloso se tratara, una voz sueve me sobresalto al instante
—Se te cayó esto— le mire por unos momentos —con la mano aun en el pecho— solo para darme cuenta que es una chica, tal vez de mi edad. Llevaba un vestido negro y su cabello blanco le caía por los hombros. No la había visto cuendo llegue.
Seguía con su mano estendida mostrándome mi celular.
—Gracias, supongo que se me cayó cuendo corrí.
—Supones bien. —tomó asiento aun lado de mi, quedando de frente a una gran cruz que estaba colgando del techo.
—¿Eran cercanos?
—¿Disculpa?
—Sí, a la persona a la que le llorabas. Te veías devastada.
Ella me vío.
—Era mi padre.
Silencio
La lluvia no parecía querer parar y ya se estaba volviendo un poco tarde para seguir en este lugar.
—Tu vienes a...
—A ver a mi madre, esta en la siguiente sección.
—Ah, ya veo.
—No soy de aquí, así que vengo a verla siempre que puedo.
—¿De dónde eres? —me atreví a preguntar. Como dije, al parecer íbamos a estar un buen rato en este lugar, y, tal vez una platica con aquella chica también pudiera ayudarme a despejarme, por lo menos no pensar en el ataque un momento.
—Soy de una ciudad pequeña, algo lejos de aquí.
—Vienes de visita y pasaste a ver a tu madre, o solo vienes desde allá a visitarla
—Solo vengo desde allá a visitarla.—suspira. Y luego se acomoda de la misma forma incomoda en la que yo estaba apenas hace unos momentos. —A veces la extraño, sabes. No es lo mismo con kanely, ella me trata igual que a su hijo, es una gran persona pero...
—No es tu mamá.
Sus ojos azules me miraron por un momento, asintiendo lentamente. Otra vez guardamos silencio, ambas nos dedicabamos a mirar la cruz y de vez en cuendo se escucha una que otro suspiro.