—Sube a tu habitación, Cam—
—Pero mamá..., solo. —sus ojos se posaron en mi en forma de reprimenda. Estaba claro que el asunto no me incumbia y quería su espacio para tener que hablar con mi abuela. Parecía molesta, triste y desepcionada. Tal vez esa combinación se deba a que ella no le había tenido la confianza de contarle que no se encontraba bien de salud.
—Vamos cariño, sube —insiste mi abuela.
No quería ver a mamá a así, con tantas emociones acumuladas. Lo de mi abuelo, y ahora papá, ella no soportaría la pérdida de otro ser que amaba.
Subí las escaleras hasta mi habitación y me encerré en ella. Di dos patadas al aire y mis zapatilla salieron volando a alguna parte del cuarto. Así como iba vestida me deje caer en la cama boca arriba.
No pude evitar volver a pensar en lo que nos contó en el restaurante. Si no haya sido por una tal Mika, que llevó a mi abuela al hospital cuando comenzó a sentirse mal, no le hayan detectado problemas en el corazón, y tal vez a esta alturas se haya ido antes que mi padre.
Pero que necedad de mi abuela por querer curar todo con sus plantitas y tés, descartando cualquier chequeo médico. Es desesperante, y sé que mi madre le está echando en cara todo esto.
Entiendo a mi abuela también, no quiere mortificar mas a mamá de lo que ya esta. Quería que ella finalizara este día de la mejor manera, no de esta forma, enterandose de que mi abuela esta mal de salud.
En mi habitación se llegaban a oír murmurós pero nada claro, cuando abrí mi cuarto, los murmurós pararon. Me asuste creyendo que se había cayado por que me escucharon, y el miedo tomó el lugar de la curiosidad. ¿Y si lo que estaban hablando era algo realmente grave por eso cuando me escucharon se callaron? Seguí caminando con el riesgo de que mis sospechas fueran reales, pero lo que vi a continuación, me rompió el corazón en mil fragmentos. Mi abuela estaba sentada en el sillón, mientras que mi madre estaba sentada en el piso abrazando las piernas de a mi abuela, mientras su cabeza estaba recargada en sus rodillas. Mi mamá estaba llorando desconsoladamente mientras que mi abuela acariciaba su cabello tratando de tranquilizarla.
Sentí mi corazón apachurrarse.
—Mamá, ¿por que no me lo dijiste? no quiero perderte a ti también, no sé qué haría sin ti, sin tu apoyo, sin tu amor. Me siento tan sola...
—Mi niña, yo jamás te dejaría sola.
~*~
—Asegúrate de meter tus papeles en mi bolso cariño, si llegamos a tiempo paso a la escuela a inscribirte. —grita mi madre metiéndose a la casa, estaba comenzando a tapar los muebles con unos plásticos para que no se maltrataron.
Abrí la caja que estaba metiendo en el camión de mudanza y rebusque entre las carpetas los documentos para la inscripción
—¿Como estas? —preguntó mi abuela. llevando unas lámparas al auto.
Estaba algo molesta por la mudanza. No quería irme de ahí, toda mi vida estaba en esta ciudad, tenía muchos proyectos en la escuela, amigos, algunos familiares por parte de mi padre que quería también. Pero no quería ser egoísta con mamá
—Bien, estoy bien. ¿Tu como te haz sentido?
—También estoy bien— ríe — ya veras que te gustara Heus. Es un lugar bastante lindo, y aun que no es tan grande como aquí, tiene sus encantos. La gente de ahí es muy cálida, te sentirás acogida en tu primer día de escuela. Vaya, en tu primer y último año de preparatoria. ¿Ya tienes pensado que estudias?
—Aun no lo sé. —hice un puchero
—sea cual sea la carrera que tomes, te irá de maravilla. —dejó un beso en mi frente y luego volvió a casa, para ayudarle a mi madre a empacar lo último que faltaba.
Básicamente lo que llevavamos eran nuestras recámaras y ropa. Por que los muebles de la sala y la cocina se quedarían ahí.
Subí al auto y mi abuela me imitó. Mi madre cerró la puerta de la casa, y segundos después también ella ya se encontraba dentro. Parecía que también le era difícil tener que dejar todo atrás, pero, con determinación encendió la radio colocando su estación favorita y antes de poner en marcha el auto, las necesidades humanas se hicieron presentes en mi.
—Mamá, tengo ganas de ir al baño
~*~
—Tengo hambre.
—Vale hija, ahora nos paramos en algún lugar para comprar algo.
—Sí, sí, pero también tengo sed.
—Te doy la misma respuesta, solo espera Camille.
—Ya me dieron ganas de ir al baño
—Por dios, fuiste hace dos horas, y aun no has comido nada.
—Abuela, pues creo que ya me descompuse.
—Mamá, ella siempre es así, cada que salimos de vieje, que recorremos largas distancias se pone así. —
—Ahhh, tengo calor, si subo el vidrio puedes prender el aire. —mi mamá ya no me respondía — Mami—Seguía sin contestarme—Mami chula, mami hermosa,.…¡MAMÁ!
—¡¿QUÉ?!
—Ay, ya nada. Bueno, subele poquito a la música. —mi abuela me hizo caso —pero un poco más.
—Cam, si no guardas silencio no me voy a parar a comprar nada y te vas a esperar hasta que lleguemos a casa de tu abuela.
—¡NO, NO, NO. YA!.
Pero ese hecho ayudo a que mi mente se concentrará en otra cosa, en un tema un poco mas interesante. Yo nunca había visitado la casa de mi abuela, jamás había ido a visitarla a su casa, ni si quiera conocía su pequeña ciudad. De cierta forma, sí comencé a intrigarme por ello. Quise buscar en Internet alguna fotografía, alguna información pero al estar en carretera no tube muy buena suerte con la señal.
Así que me la avente a la antigua. Le pedí a la abuela que me contará un poco sobre ese lugar.
Y así comenzó una charla que parecía interminable. Mi abuela no dejó de hablar sobre lo bonito que era, que había un río el cual estaba cristalino y bien cuidado, donde las familias iban a nadar y pasar el rato, me platico sobre las cuevas de caret, donde viven supuestas brujas, incluso me advirtió que no me acercara ahí, mamá como buena escéptica rodó los ojos. Me habló de las festividades, las escursiones que organizaba la escuela. En fin, una cantidad tremenda de cosas lindas. Y, se me pasaron las horas escuchándola maravillada.