Esa tarde aprovechó que su padre permanecería ausente por razones de trabajo para visitar las ruinas en persona. Se colocó una túnica roja y salió rumbo a ese sitio. Le llevó media hora de cabalgata llegar a las ruinas. El día estaba gris y anunciaba lluvia
Era la primera vez que pisaba ese sitio estando despierta. En la realidad del día las esculturas no estaban pero sí los cuervos que volaban sobre esas antiguas columnas.
Diana fue adentrándose a ese siniestro lugar, vió que todo estaba destruido. Allí reinaba la muerte por doquier. Había huesos y esqueletos de todo tipo, hasta de humanos.
No sentía miedo sino ansiedad, su corazón latía con fuerza mientras las horas pasaban y ella explotaba aquello con mayor atención. Rompería el hechizo que pesaba sobre ambos. No permitiría que la maldad de aquel brujo triunfe
El viento acariciaba sus negros cabellos con sus helados dedos y ella creyó oír en su silbido la voz de su amado "Liberame". Susurrante y suplicante.
- ¿Dónde estás?
- Aquí - su voz retumbó en el ambiente aunque sonaba lejana
- ¿Dónde?
- Aquí
- No te veo
- Búscame Diana
- Muéstrate
- No puedo
- Pero...
- Ayúdame
Ella seguía adentrándose cada vez más, sentía que estaba cerca de su amado.
- Vine por ti, te perdí una vez pero no dejaré que eso vuelva a pasar.
- ¿Recuerdas mi nombre?
Lo recordaba ya que lo sentía retumbar en su mente.
- Rafael, te llamas Rafael...mi amor
El viento comenzó a soplar con mayor intensidad hasta que él apareció frente suyo. Vestía igual que la última vez que lo vió en sus sueños. La máscara seguía ocultándose el rostro. Rafael se quitó la capucha negra dejando su dorada cabellera al viento
- No puedo quitarme la máscara Diana, tampoco puedo permanecer mucho tiempo frente tuyo. Pronto me desvanecere aunque no lo quiera hacer... ayúdame amor.
Diana sujetó la máscara blanca con ambas manos y la arrancó del rostro de Rafael para arrojarla al suelo con decisión. Inmediatamente escucharon el furioso rugido del Conde Cuervo al mismo tiempo que la máscara se derretía como si hubiese estado ungida en ácido.
Rafael respiró hondo y profundo, inhaló aquel oxigeno con el que llenó sus pulmones para expulsarlo luego. Sus verdes ojos brillaban llenos de vida y pasión.
- Rafael
- Gracias mi amor - él la estrechó en sus brazos y la besó con intensa pasión. El viento los envolvió en una fantasmagórica unión - Vendrás conmigo Diana ¿Verdad?
- Claro amor ¿A dónde iremos?
- A las estrellas y más allá. Lejos de todos
Ella volvió a abrazarse a él, había vuelto solo para liberarlo. No le interesaba nada más. Lo último que recordó ella fue caer al suelo sintiendo mucho frío.
- Rafael te amo
El Caminante Del Tiempo sonrió mientras abrazaba a su amada que ahora, transformada en lo mismo que él se alejaron del lugar.
Al día siguiente el padre de Diana junto a los aldeanos encontraron su cuerpo sin vida en las ruinas del antigüo castillo.
El anciano nunca más se repuso a tal perdida..
- Fue culpa del Conde Cuervo - dijo en la tumba de su hija con la mirada perdida - El se la llevó haciéndole creer algo inexistente... ya que el campesino ese no era quien decía ser. Debí contarle la verdadera historia...ahora es tarde...
Nadie, ni siquiera su padre, podía oír los desgarradores alaridos de Diana provenientes del corazón de las ruinas del castillo del Conde Cuervo.