Caminarás con el sol, Mi fortuna

Mi fortuna 4

  —En general sí, pero no hay nada más honroso para un guerrero mexica que capturar enemigos, así que en cuanto pueden los campeones buscan combates individuales. Su dios Huitzilipochtli les exige sacrificios ingentes, y ellos intentan complacerle.

  —El maquahuitl es un arma poderosa —dije yo sopesando uno de los que habían enviado de regalo—, pero parece pensada más para herir que para matar.

  —Ése es el comportamiento propio de un guerrero —afirmó muy digno el nakón de Mayapán.

  —Sí —reconocí prudente después de evaluar los aditamentos del guerrero: tatuajes en los brazos, mechón de plumas de quetzal en la cintura, el turbante de un blanco impoluto—, pero eso quiere decir que muchos guerreros no combaten, se limitan a ejercer de sirvientes de sus campeones y a capturar a los vencidos.

  Hice un pequeño inciso antes de continuar.

  —He visto combatir a itzaes y xiúes, y sé que vosotros no actuáis de forma muy diferente —dije en tono de reproche—, pero mañana nos jugamos más que la cosecha de una milpa.

  —No querrás que ofendamos a los dioses —replicó molesto el nakón de los couohes.

  Me sorprendió el tono, y me puse en guardia frente a próximos ataques.

  —Todo lo contrario —aduje intentando dulcificar mi intervención—, pero ¿qué mejor homenaje a Kukulkán que la derrota de los hijos de Tezcatlipoca, aquel que lo persiguió hasta el fin de la tierra? —Esperé a que mis palabras calaran y a que asintieran tímidamente antes de añadir—: Sólo digo que los sacrificios deben realizarse en el mismo campo de batalla. Debemos dar muerte al enemigo, y no perder tiempo, fuerza y energía haciendo prisioneros.

  Por suerte, un barullo entre los guardias y un grupo de guerreros cocomes interrumpió la conversación antes de que ninguno replicase. Los cocomes empujaron hasta el centro del círculo a un hombre con la cara ensangrentada.

  —Intentaba entrar en el campamento con esto —dijo uno entregando a su nakón dos bolas de tabaco, dos flechas manchadas de sangre y unas plumas de águila. Otro de los cocomes arrojó al suelo lo que me pareció un jubón grueso de algodón sin mangas, la coraza del guerrero capturado.

  El nakón de los cocomes mostró los objetos a todos y luego se los pasó al ah kim.

  —Es un maleficio —explicó éste—, un acto de brujería para debilitarnos. Las plumas de águila y las flechas son los símbolos de los guerreros águila y jaguar. Seguramente su misión era colocarlos junto a la tienda de nuestro nakón.

  El mexica no abrió la boca. Lo miré detenidamente. Tenía la cara cuadrada, la nariz recta y los pómulos salientes. Sus ojos eran como dos escarabajos, y en ellos brillaba una mirada de desprecio. Taxmar se limitó a hacer un pequeño gesto con la barbilla y los holcanes se llevaron al prisionero. Todos fuimos detrás.

  En un momento clavaron un poste junto al fuego alrededor del que bailaban y jugaban al colomché, y colgaron de él al prisionero desnudo y atado de pies y manos. Un cocom le marcó una mano blanca sobre el pecho, a la altura del 

 corazón. Entonces el ah kim se acercó murmurando una jaculatoria. Sin mediar palabra, le estiró el prepucio y le dio un tajo con una navaja. La sangre brotó clara empapándole los muslos, pero el mexica permaneció imperturbable. Los tambores reanudaron su son, las trompetas rasgaron el viento y los guerreros, esta vez armados de arcos y flechas, se apretaron en torno al prisionero girando a un ritmo cada vez más rápido. Andaban todos ellos medio inclinados, golpeando con fuerza el suelo para hacer sonar los cascabeles de los tobillos. De pronto, un couohe se irguió entre los demás bailarines y, a escasas dos varas de distancia, disparó su arco contra el prisionero. La flecha se le clavó cuatro dedos en el pecho, en el centro de la marca blanca. Acto seguido, un cocom hizo lo propio, y luego un chel. A medida que pasaban por delante los guerreros disparaban, de modo que en poco tiempo pareció que un cañaveral había brotado de su pecho.

  A partir de la tercera flecha dejé de prestar atención y me concentré en algo que me pareció más importante. Levanté del suelo la coraza que le habían arrebatado al guerrero mexica, el ichcahuipilli. Estaba pensada para proteger el torso y parte de los muslos, y su aspecto acolchado se debía a que estaba hecha con varias capas de tejido de algodón con relleno vegetal. Me sorprendió su rigidez, así que lamí la superficie y noté un sabor ligeramente salado. El tejido debía de estar endurecido con salmuera, lo que le daba una especial resistencia. Además, los bordes llevaban refuerzos de cuero.

  Coloqué la coraza en torno a un árbol y le pedí a Tekun que le disparara una flecha a cincuenta pasos. Rebotó. A treinta se clavó en la coraza, pero no la atravesó. A diez pasos, se clavó en el tronco. Al menos ya sabía que los arcos sólo eran eficaces a menos de diez pasos, es decir, cuando los mexicas estuvieran casi junto a la punta de las picas.

  —¿Vienen de Xicalango? —pregunté a Tekun.

  —No. Xicalango es una ciudad maya putún. Allí los mexicas cuentan con un puesto comercial, pero no hay ejército. Estos vienen de más al norte y del oeste.

  —¿De la selva?

  —No hay selva en su tierra.

  —Entonces, el calor y la humedad juegan a nuestro favor. Hay que hacerlos moverse, lograr que se separen, meterlos en la jungla.

  Poco después se reanudó el consejo, y cuando al fin nos separamos con el plan de batalla establecido, intenté dormir un poco. Fue inútil. Tan pronto cerraba los ojos, me atormentaban las dudas. Demasiadas cosas podían salir mal, desconocía al enemigo, no había podido preparar el campo de batalla, ni siquiera un terraplén o unos agujeros para hacer inseguro el terreno delante de nosotros. Lo único que tenía claro era que mi escuadrón de holcanes ocuparía el centro del ejército maya.

  De madrugada empezó a llover en respuesta a mis plegarias a Chac. Había rezado para que las armaduras mexicas estuvieran mojadas. Si la batalla era larga, como se preveía, un detalle como ése podía marcar la diferencia. Empecé entonces a rezar a Itzamná para que por la mañana hiciera un sol de justicia.



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En el texto hay: islas, caminaras con el sol

Editado: 26.04.2023

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