Camino A Casa. En ti encontré mi hogar

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Decidida a un nuevo intento de concentración se dirigió a la zona de café, sirvió una taza de tinto grande y se sentó con la mirada perdida reprochándose mentalmente su incapacidad de reacción inmediata ante Raquel, de la mano con la mala costumbre de dejarse afectar por cosas en las que realmente no tuvo arte ni parte.

- Buenos días señorita- escuchó la voz masculina desde atrás sobresaltándose mientras derramaba algo de su bebida sobre su propia camiseta.

Volteó a mirar, sorprendiéndose al ver la estampa del gerente frente a ella entre divertido y serio, con un gesto a medias entre el sarcasmo y la acusación.

- Buenos días, disculpe señor- dijo mientras separaba espontáneamente la camiseta de su cuerpo para evitar quemarse- estaba distraída.

- Sí, eso veo, por lo visto así ha estado lo que va de la jornada laboral- esto la sorprendió.

- Señor, ¿cómo puede afirmar algo así? - preguntó dubitativa.

- Evidencias mi querida señorita, simples evidencias – dijo mientras se sentaba frente a ella con toda la fría compostura de un hombre acostumbrado a dar directrices – ya que en dos ocasiones he tenido la fortuna de pasar por su lado en este día viendo su expresión lejana, tanto que no se percató que el gerente pasó por su lado antes de ingresar a la oficina de la jefa de talento humano.

Los ojos de la muchacha se expandieron ante las palabras escuchadas mostrando el absoluto desconcierto. Las cosas pasaban de turbulencias a tormentas.

- Yo...yo… yo…disculpe, tiene razón, he estado ajena a mis responsabilidades, no tengo excusas- dijo mientras bajaba la cabeza en un suspiro. Se puso de pie – regresaré a mi sitio- dijo mientras salía de la estancia dejando sobre la mesa el café a medio llenar.

A Gerardo le pareció una situación peculiar, no esperaba volver a toparse con la muchacha distraída de talento humano, solo le apetecía una bebida caliente. Observó el café en la mesa, sonrió para sí al recordar la cara de susto de la joven y salió a realizar un recorrido por el área de operaciones.

Gracia pasó el miedo de su vida al darse cuenta de la situación tan embarazosa en la que se había metido, ya eran las once de la mañana y no había avanzado nada, el gerente se había dado cuenta y ella ahora no era más que una empleada des oficiada del área de talento humano.

Intimidada, recordó la mancha de café sobre su pecho y se lamentó por no haber traído consigo la taza de tinto. Abrió su equipo, dirigiéndose a la respectiva carpeta de la presentación, en un post it note anotó las palabras “hoy me las paga” y la pegó junto a la pantalla para no olvidar que en la actividad de la noche se desquitaría. Se obligó a trabajar sin descanso hasta avanzada la tarde cuando se acordó de la necesidad de alimentarse ante el rugido feroz de su estómago.

Guardó todo para evitar la pérdida de los cambios efectuados, salió de su cubículo y caminó hasta el restaurante en busca de algo para mitigar los ronquidos de su estómago.




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