- Hola madre – dijo de este lado de la línea.
- ¡Mi adorado hijo!- expresó Sandra- espero que cenemos juntos hoy mismo.
- Ya paso a recogerte, nos vemos en unos treinta minutos, el tráfico en hora pico es un poco difícil, pero te llevaré cerca de la zona donde te hospedas para evitarte inconvenientes.
- Anhelo verte mi muchacho- su madre dulcificó las palabras al punto de conmoverlo.
Al llegar al hotel, Sandra ya se encontraba esperándolo de pie. Era una mujer alta, esbelta con los mismos ojos ambarinos de Gerardo, pero con el cabello rubio. Hermosa como cualquiera de ellos. Vestida con traje formal caminó hacia el auto con elegancia. Gerardo se bajó a recibirla, ella lo estrechó entre sus brazos envolviéndolo en su ya conocido olor y calor de madre. Se miraron a los ojos con esperanza: él de no ser presionado, ella de que por fin su hijo entendiera.
En silencio llegaron al restaurante compuesto por bohíos de palmas a solo un cruce de calle para llegar a la playa.
- Por qué no me sorprende que escojas siempre este tipo de lugares- dijo Sandra mientras ingería un trozo de calamar.
- Ya me conoces, soy feliz sacándote de tu zona de confort- sonrió con un tinte de desafío.
- Desconoces mucho de nuestras costumbres, pero sabes perfectamente que solo te quedan un par de meses para cumplir los 27 años, en esos tres años debes incorporarte a nuestras costumbres de manera plena.
- Aja…- Gerardo tomó un sorbo de agua y se concentró en el plato que tenía enfrente, evitando a su madre.
- Es tiempo de que escojas.
- No, ya escogí, me casaré por la convicción de que encontré a mi ayuda idónea, no tendré en cuenta a ninguna de las candidatas que elegiste, no me importa el costo de lo que suceda. - cerró sus palabras con una sonrisa que parecía una mueca.
- Sabes que no la vas a encontrar en este continente, ya es tiempo de que regreses.
- Madre, no lo haré, aquí encontré paz, no sacrificaré mi salud emocional.
- Gerardo, es normal que en tu condición la cercanía a nuestras tierras te produzca intranquilidad, sin embargo, te aseguro que cuando tomes tu posición todo eso pasará.
- Madre, te amo, eres maravillosa – ella comprendió que su hijo cerraría la discusión y lo interrumpió.
- Ya no te queda tiempo, tu padre claudicará.
La noticia lo sacó de su ensimismamiento, un destello asomó en sus pupilas.
- No me pueden hacer eso. Mi padre aún tiene mucho que entregar.
- Recuerda que al cumplir los treinta él ya tendrá la edad de pasarte sus derechos y deberes, en estos tres años debes prepararte de todas las formas posibles. Es lo Justo con nosotros.
- Yo no pedí su legado.
- Llevo una vida preparándote para ello, te resta aprender en el campo, y eso toma tiempo, las teorías y relatos nunca superaran a la experiencia.
Una sombra cruzó por el rostro del muchacho.
- Madre, mi decisión está tomada.
- Mañana tomaré mi vuelo de regreso y comunicaré tus palabras- expresó con un tono de voz neutral, se colocó de pie para despedirse, puso su mano sobre el antebrazo de Gerardo- obviamente, no esperes que se cumplan tus deseos de verte libre. Te amo hijo, eres mi corazón. Espero que nunca lo olvides.
Una punzada atravesó su pecho.