De pie en la entrada de la oficina de María José, esperándola para ir a almorzar, Gerardo miraba la entrada del área. Le había gustado la propuesta de la jovencita, pero se había acostumbrado a no dar un sí de manera inmediata, siempre se tomaba el tiempo para pensar en las diferentes posibilidades y dificultades que un proyecto pudiera generar, de esta forma, se aseguraba de dar pasos certeros. Además, le estaba empezando a gustar verle la expresión de los ojos como plato cuando se sorprendía o se asustaba ante lo que él le dijera o cuando de casualidad se encontraban.
La vio cruzar el umbral con el muchacho de sistemas, quien hacia evidente sus intenciones de conquista. Ella lo escuchaba algo distante, en sus ojos había preocupación, ya el rastro de cansancio ¿o llanto? Empezaba a ceder. Michel llevaba el computador portátil de ella mientras esta cargaba su libreta y sus carpetas. Dejaron todo y salieron, seguramente también iban a almorzar.
En la zona de comidas, les buscó con la mirada, la jovencita tenía delante de si un plato de sopas que solo removía con la cuchara sin intentar comer, Michel era quien tenía la voz cantante. Para ser honesto consigo mismo era un jovencito simpático, siempre agradable, aunque en plan de conquista permanente.
- ¿Cómo quedaste con tu madre? – le interrumpió María José en sus cavilaciones- me imagino que es por eso que me invitaste a acompañarte en el almuerzo.
- Te estoy invitando a almorzar querida, deja de ser tan pesada – respondió mirándola de frente tratando de no perder de vista la mesa en la que había estado concentrado, suspiró ante el recuerdo de la charla con Sandra- a decir verdad, quede desconcertado. Vino sin presiones, sin planes, solo a recordarme mis compromisos, dándome a entender que tarde o temprano debía asumir mis realidades. – Los recuerdos con Sandra llegaron de golpe, canciones para dormir, lecturas compartidas, abrazos y sonrisas que se perdieron poco a poco cuando inició la adolescencia. Había sido una madre muy especial, pero la educación, preparación y entrenamiento de su hijo la volvieron severa.
- Es una forma de obligarte, recuerda que las decisiones las terminas tomando tú – respondió mientras masticaba un pedazo de chuleta de cerdo, le encantaba la informalidad de esta mujer- sin embargo, no excluyas la posibilidad de visitar a tu padre, habla con él, trata de entender desde la perspectiva de él lo que de ella no has logrado comprender.
- Dile a la niña de la presentación que pase por mi oficina a eso de las cuatro de la tarde, quiero analizar algunos puntos de su propuesta, pero como la vi algo nerviosa no quise hacerlo en la junta en pleno – cambio de tema para evitar comprometerse en la sugerencia respecto de su padre.
- No es ninguna niña, ya tiene 23 años, deja de minimizarla, se llama Gracia.
- Como digas – volteó a mirarla, la situación no había cambiado mucho, Michel tenía que cambiar de estrategia si deseaba en serio conquistarla.
- ¿Por qué no hablas con ella enseguida? - volteó a ver dónde era que observaba Gerardo- si la tienes allí mismo, es más, creo que le harías un favor, Michel tiende a ser un poco intenso y ella es medio parca en su trato con lo demás. Yo daría que es tímida, y después de tu salida triunfal de la sala de juntas debe estar hasta inapetente. Es que te las luces de una forma…- dejó sus palabras en el aire para que notara que a veces sus actitudes eran demasiado bruscas.
- Estoy almorzando contigo- respondió serio.
- Pues ya me cansé de que estés mirando para allá- expresó con picardía.
- No empieces.
- No he insinuado nada- volteó los ojos- solo te estoy motivando a adelantar tu trabajo.
- Que pase por mi oficina a la hora que te dije. Tengo que hacer otras cosas antes, no creas que por ser el gerente paso el tiempo sentado mirando la lejanía desde mi ventana.