Camino A Casa. En ti encontré mi hogar

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- Hola, ¿cómo te fue esta mañana? - decidió escribirle.

- Hola, bien, seguí su consejo y hasta recibí la invitación a participar del semillero de voces, ¿cómo le fue a usted en su evento?

- Lo normal, de verdad por raro que parezca hoy extrañé la oficina- la sonrisa de sus labios parecía estampada con marcadores permanentes.

- Solo al jefe le pasaría algo así. Gracias por acordarse de preguntar.

- Con gusto, hasta mañana.

Terminó la conversación para evitar profundizar en diálogos en los que no quería responder sin honestidad. La noche del sábado había presentado algo de fiebre, al estar en las afueras el frio no ayudó mucho, con el cuerpo cansado cual si hubiese realizado ejercicio se fue al evento de caballeros, pero sin más se devolvió después de la respectiva intervención musical.

Desde la cabaña llamó al médico y pidió a domicilio los medicamentos recomendados. Al no sentirse en condiciones de hacer senderismo le tocó quedarse en cama aburrido, repasando mentalmente los hechos de la semana, leyendo, recordando las sentencias de Sandra, evocando la sonrisa de la niña Gracia.

Se descubrió pensando en ella en más de una ocasión, cuando sonreía su carita de ángel era más tierna, el tic de masticar el lápiz le envolvía en una atmosfera de intelectual concentración. Niña linda, pensó para sí.

Para despejar los pensamientos decidió leer unos folios que la familia le había legado:

1941, marzo

La guerra continúa estallando por doquier, de los aviones descienden bombas, los carro tanques están por cualquier sitio. El gobierno determina toques de queda, raciones de alimentos, zonas rojas o de peligro. Las ciudades se han convertido en fantasmas de sí mismas ante las posibilidades de ser objeto de ataque.

La situación en los bosques no es muy diferente en cuanto al peligro que acecha. En ellos también se ha complicado nuestra labor, proliferan ataques y el terror crece en el corazón de las gentes alegres y en el de los guardas.

Entre más se siente la muerte en las ciudades, más se expande el terror en los bosques.

1812, octubre

Al tener a nuestra hija la alegría invadió nuestros corazones, ella continuaría nuestra línea de acción, lo que implicaría tener más cuidado de nosotros mismos, dentro de los sobrantes motivos para sobrevivir que tenemos a diario, esa hermosa beba se convirtió en nuestro estandarte.

Nos mudamos en un pequeño pueblo a la ladera de un rio, donde los rumores del peligro se extienden, los jovencitos desaparecen y llegan constantes noticias de la resistencia que intenta no permitir el avance del ejercito extranjero.

La vida entre estas dos condiciones nos mantiene alerta.

Así, tuvo para entretenerse casi toda la tarde, claro, con esas historias, era obvio que creciera con pesadillas. Los medicamentos fueron haciendo sus efectos poco a poco y antes de caer la noche ya estaba sumido en sueños. En medio de la nebulosa de imágenes vio a Gracia junto al mar, jugando a armar castillos de arena de estilo medieval mientras le sonreía de la manera como a él le había gustado verla el viernes; la imagen cambió, ahora una tormenta de arena lo envolvía quitándole la visión de aquello que le rodeaba, a lo lejos se escuchaba la voz de Sandra diciéndole “cualquier decisión que tomes en el nuevo continente será un sofisma de distracción, tu momento ha llegado”




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