Camino A Casa. En ti encontré mi hogar

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Sentada a una distancia de cuatro filas del púlpito, Gracia esperaba el inicio de la alabanza. Gustaba de llegar temprano. La puntualidad era una de las virtudes aprendidas de su madre. Por su parte, su padre era un impuntual empedernido que la hacía llegar tarde a la escuela, tormenta vivida durante todos sus años de básica primaria. La hazaña del señor Pedroza era salir en la moto cinco minutos antes de que sonara la campana porque según sus propias palabras, en ese tipo de vehículo todo era rápido.

Gracia siempre tenía que vivir la vergüenza de entrar al colegio corriendo mientras el vigilante ya estaba amenazando con cerrar la puerta a los retrasados, además de caminar entre los estudiantes ya formados en fila, escalar hasta su sitio en el primer puesto y bajar la cabeza para evitar la mirada “otra vez tarde” que casi a diario le brindaba su profesora.

Finalmente, al ingresar a la secundaria y verle siempre con la misma frustración del horario, su madre le enseñó el camino para tomar bus de transporte público, el lugar de la parada y las calles donde podía transitar sin exponerse al tráfico automovilístico. Ese fue su momento de liberación del yugo de la moto de su papá, su camino hacia la libertad de la anhelada puntualidad.

Al iniciar Johan, interrumpió los, ahora, gratos recuerdos de la joven. Saludó antes de iniciar la oración a los presentes. Luego entonó Yo te busco, melodía que inspiraba al compromiso de devoción diaria. Los puestos se fueron llenando y al final del primer momento el director dio la bienvenida a dos jóvenes que visitaban la congregación, declarando sobre ellos bendiciones.

Al voltear para observar los ojos de la muchacha en fijaron inmediatamente en el hombre alto de cabello negro que recibía el saludo con una inclinación de cabeza y una sonrisa.

Ay Dios ¿qué hace aquí? - evitó volver a mirar en su dirección- eso me pasa por haberle dicho que me trajera acá el día de la compra de la camisa. Ayyyyyy…. Que no se me acerque, Dios mira que yo aún sigo molesta con él, yo sé que tú dices que no debemos permitir que el sol se ponga sobre nuestro enojo, pero es que me da rabia aun de solo recordar. Perdóname, por favor Señor.”

Trató de concentrarse en la meditación con sus pensamientos saliéndose de control permanentemente debido a él. Pasaron a un tiempo de dinámicas, de aquellos en los que Gracia poco participaba. Mara era quien dirigía la actividad, proponiendo que armaran grupos de tres para la competencia de relevos del limón con la cuchara. “Trágame tierra”.

Sin saber en qué instante llegó a su lado, escuchó su voz en tono divertido.

- Hola, señorita.




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