Simplemente es de seres humanos con cerebros matemáticos tratar de establecer parámetros a las reacciones de los demás de acuerdo con las nociones de probabilidad, media, secuencia, entre otros. Sin embargo, existe también la inexactitud de las emociones que fluyen de acuerdo a los estímulos que reciben el cerebro y el sistema nervioso. Las señales que los interlocutores envían por medio no solo del lenguaje verbal, sino también por todos aquellos elementos propios de la kinésica, la entonación y la proxemia inciden exponencialmente en la forma como alguien reacciona. Fue allí donde todo el plan elaborado por Gerardo se derrumbó.
Conduciendo hacia el aeropuerto meditaba en los ojos enrojecidos de Gracia, en la distancia que colocó de inmediato entre ellos. Según su plan, ella debió cambiar de actitud ante la sorpresa de su nueva contratación, que estaba sumada a una beca. Mas no fue así. Su enojo fue silencioso, triste, lejano. La única palabra que pronunció después de manifestar su desconcierto fue “aquí me bajo”. Según la información proveniente de la hoja de vida, ni siquiera había llegado a su casa.
Como en algo había llegado a conocerla, dedujo que optó por caminar para despejar sus pensamientos. Dudó entre bajarse a caminar a su lado o sencillamente dejarla ir para no continuar empeorando las cosas. Ella giró en la siguiente esquina, caminó sin volver el rostro. Él se desconcertó aún más de que todo aquello le doliera tan profundo.
En la entrada del aeropuerto entregó el auto a uno de los empleados de la empresa que esperaba para recibirlo. Realizó su respectivo proceso de embarque y tomó su primer vuelo al antiguo continente en 5 años. Los síntomas del aparente refriado continuaban, solo se calmaban por cortos espacios de tiempo cuando apenas ingería los medicamentos. La fiebre y las dolencias regresaban siempre un par de horas después, el dolor de cabeza se mitigaba por momentos, junto con la sensación de vómito.
- “Lo siento de verdad”
Escribió antes que dieran instrucciones de salir de línea, sin esperanzas de ser leído. Tal cual ocurrió. El aire acondicionado se convirtió en una tortura. Durante la escala en Bogotá decidió revisar el móvil, en él encontró varios correos, mensajes de la señorita Gómez deseándole un buen viaje y de la niña linda: nada.
Tomó entonces la decisión de llamarla antes de salir del país. Intentó dos veces, intentó la tercera, volvió a hacerlo la cuarta sin mayores esperanzas. Y es allí, cuando parece que no existen posibilidades de éxito en nuestros propósitos, cuando se abrió la llamada del otro lado.
- Hola.
- ¿No me vas a perdonar?
- ¿Qué debo perdonarle?, si me comportara como una persona madura tendría que aceptar que usted actuó en todo el derecho de su autoridad.
- Lo sé, además se que eso no me exceptúa de respetar a las personas que me rodean. Estuvo mal el hecho de no ser transparente contigo.
- No es así, igual nada era seguro. Perdone por bajarme así del carro. Deje… otro día hablamos. Vaya a descansar que ha venido enfermo y no es justo que se esté trasnochando.
- Gracia, estaré fuera del país una semana. Ya estoy esperando el abordaje en el aeropuerto internacional.
- ¿Por qué no me dijo antes?
- No deseaba que me hablaras por motivo de mi viaje, sino porque realmente lo sintieras.
- Entonces que todo le salga bien.
Al colgar sintió una mezcla de alivio y dolor.