Aunque le costara admitirlo Sandra tuvo razón. Una semana en la tierra antigua y todas las molestias corporales empezaron a menguar poco a poco. “La tierra llama la sangre”, solía decirle su padre a modo de frase familiar. De niño pensaba que hacía referencia a los vínculos familiares aunados al sentido patrio. Con los años comprendió que detrás de las frases de su padre y de las acciones de su madre existía un componente místico. Las cosas no eran lo que parecía, lo literal y lo simbólico se unían en líneas imposibles de separar. Indescriptible en realidad.
Sandra siempre pensó que Gerardo no duraría mucho en la lejanía. Huir de las pesadillas era algo inconcebible para ella. La única manera era enfrentar sus responsabilidades. Los instintos que poco a poco se despertaban en el mundo de lo onírico se harían parte de su realidad, solo de esta forma podría tener paz al dormir. Cinco años después su hijo le demostró que no se las sabía todas, encontró paz en sus sueños apagando por completo sus instintos, junto a una bahía llena de mangles pestilentes.
Tardó cinco años en regresar al antiguo continente, ni siquiera regresó a su patria, se quedó en el límite y ya se sentía recuperado. Ella se encontraba sentada en la pequeña sala del apartamento, esperando que terminara de vestirse. Divagando entre acompañarlo un tiempo o regresar al lado de su esposo. La noche en que recibió la llamada de Gerardo todas las alarmas interiores se le encendieron, en el fondo tuvo miedo. Su esposo Fedor le motivó ir hasta el lugar donde su hijo se encontraría. Sabía que el instinto de madre no la dejaría en paz hasta comprobar el estado de la situación.
- Hay algo distinto en él Fedor- le dijo por teléfono. Lo llamó en cuanto se dio cuenta que su hijo había terminado la llamada en su habitación.
- Especifícame los detalles- respondió con su voz analítica.
- Su recuperación fue rápida, a pesar del largo tiempo fuera. Tardó años en mostrar síntomas. Las pesadillas cesaron allá, aun acá tardaron en regresar, solo hasta anoche los sentí luchar en sueños- suspiró- debe haber alguna sujeción natural en esa ciudad que le ha estado trasmutando.
- ¿Conoces de algún vínculo emocional?
- Creo que sí, pero eso es nuevo, de algunas semanas. Es más, por lo poco que me ha dicho de algunos inconvenientes, se enfermó fue después de ese nuevo vinculo, es algo muy reciente. Tu hijo me cuenta muy poco, pero al escuchar atisbos de su conversación esta madrugada deduzco que aún no es fuerte.
- ¿Entonces piensas que es el lugar? - preguntó dudoso
- Amor, no sé.
- Medítalo bien, debemos empezar a investigar. Trata de pensar con claridad a donde debes ir.
“A dónde”
Al verlo salir del cuarto radiante, con una sonrisa a punto de aflorar en sus labios, se dio cuenta de que la mejor decisión que podría tomar en esos momentos era dejarlo ser feliz y ella, regresar con Fedor para encontrar respuestas.
- Eres tan bello hijo- le dijo tiernamente desde el sillón.
- Soy tu hijo, está en tu naturaleza verme perfecto, eso se llama genética- respondió restándole importancia al alago de su madre.
- En serio- sonrió pasándole el té- es desconcertante como disminuyes la importancia de casi todo lo que te digo.
- Madre, prefiero el café. -tomó un sorbo- no le quito importancia, evito ser vanidoso.
- Regresa con nosotros, escoge una esposa, dame nietos, ocupa tu lugar- era casi una súplica.
- Conoces mi respuesta. No pienso casarme, no pienso regresar, no pienso tener hijos, no quiero una descendencia predestinada.
- Eso nos hiere.
- ¿Mi amor por ustedes no les es suficiente? -le dijo arrodillándose ante ella y tomando una de sus manos.
- Un amor que huye.
- Un amor que no quiere condicionamientos. Si permanezco a su lado los voy a herir más al no aceptar el destino que ustedes me imponen.
- La rebeldía no es parte de tu naturaleza.
- No es rebeldía madre, es emprender mi propio viaje.