Al amanecer todo parecía dispuesto para la Koinonía: brisa matutina fresca más un sol radiante. Ambos se levantaron a organizar lo que correspondía a sus implementos personales, la ropa adecuada, el respectivo protector solar y los alimentos para el compartir.
Por su parte Gracia estaba encargada de llevar pasa-bocas, lo que la llevó a meterse desde temprano en la cocina para hacer empanadas de queso costeño, ya que a ella esas eran las que resultaban más sencillas y rápidas. Porque una cosa es amasar y fritar unas cuantas, para tu familia; otra muy distinta es preparar masa para 30 empanadas y después, para rematar, armarlas y sofreírlas. En eso se tardaría un poco dados los implementos de la cocina de su mama, que eran todos a la medida de la familia.
Gerardo tenía asignadas bebidas, aspecto que le pareció fácil antes de comprobar que no tenía donde mantenerlas frías. Eso le volvió la cabeza un lío debido a que era día feriado y le costaría más ir a comprar una cava y el hielo. “la niña linda…toca”.
- Hola, buenos días. ¿Cómo amaneciste?
- Hola jefe, acá atareada haciendo empanadas.
- ¿Me guardas?
- Es para todos, no se crea especial. ¿Qué necesita?
- Una cava con hielo.
- Le toca ir a mercado, es más seguro que encuentres allá lo que necesitas.
- Nunca he ido allá.
- ¡En serio!... todos los extranjeros que llegan a la ciudad lo visitan! Es un icono de nuestra desorganización social, jolgorio, diversidad en insumos de todo tipo alimenticio, expresiones orales típicas y costumbres de negociación.
- Ayúdame, por favor.
- Tendrá que ir conmigo.
- No,
- Quédese sin su nevera portátil.
- Voy contigo con una condición.
- Aja
- Te recojo en la puerta de tu casa
- Nooooo…
- En veinte minutos estoy allá.
- Jefe….
Ya había colgado el teléfono sin dar lugar a ninguna oportunidad de protesta. En veinte minutos no estaría lista. Aun le faltaba terminar las empanadas, acomodar todo en un recipiente y arreglarse.
Por su parte, Gerardo se apresuró con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Desde que empezó todo este rollo con Gracia ella nunca lo dejaba llevarla hasta la puerta de su casa por temor a los perjuicios sociales que implicaban señalamientos por llegar en una automóvil de lujo siendo una muchacha de familia humilde.
A lo cual él no le prestaba atención alguna, sin embargo, en pro de la paz mundial siempre le respetó dicha restricción. Ir a su casa, era una oportunidad de observar la versión familiar de su niña malcriada. Además, consideraba divertido verla explanar los ojos cada vez que se asustaba por su presencia o acciones.
Revisó en la despensa las frutas encargadas el sábado a domicilio para sus desayunos, tomando de allí varias, armó una pequeña canastilla de frutas a modo de presente para la mamá de la muchacha, recordando que en su infancia cada vez que su madre llegaba a los albergues llevaba consigo un obsequio diciéndole:
“Cuando alguien se va a presentar por primera vez en un hogar debe llevar siempre un presente a la familia que abre sus puertas y le da la bienvenida. Es una muestra de respeto”