Camino A Casa. En ti encontré mi hogar

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Desde su cuarto en el segundo piso escuchó la voz masculina. Las alarmas se encendieron en su interior a toda potencia. Bajó rápidamente sin calzado alguno en los pies, sin peinarse (aunque su cabello era lacio por lo cual solo lo arreglaba en las mañanas para ir a trabajar) y en una lycra corta por la que no se decidía aun si llevar o usar la del tipo legins para evitar las quemaduras del sol en las piernas; el suéter era deportivo manga larga de aislamiento contra el sol; es que cuando eran las diez de la mañana en esta ciudad la luz solar era implacable.

Al asomarse en su pequeña carrera vio a un Gerardo formal, sin rasgos de picardía, que le entregaba una canastilla de frutas a su madre. Esta poseía esa mirada de asombro y prevención que anunciaba un llamado de atención en la noche. Después de la separación de su hermana, la señora miraba cualquier amigo de sus hijas con recelo. Esperaba la hora de dormir, se acercaba al cuarto y comenzaba con el discurso de cuidado, no te apresures, conócelo bien, etc.

Gerardo volteó cuando Gracia dio los buenos días, una rápida expresión de sorpresa que solo ella notó cruzó por su mirada. Verla en ropa informal era algo normal en el trabajo, y aunque siempre le pareció una chica muy bella, no había detallado su complexión física: la carita de muñeca era más tierna aun cuando no se había peinado, aunque eso no le daba aire de desarreglo sino una imagen algo salvaje que le iba asombrosamente bien.  Su cuerpo en general era bello, delicado y sus piernas simplemente de torneado perfecto. “Niña preciosa” pensó para sus adentros.

- Gracia, el señor aquí presente dice que va contigo a la Koinonía de los jóvenes, ¿por qué yo no lo sabía? - ambos notaron el énfasis de la mamá en la palabra señor.

- Mami te presento al señor Gerardo, él trabaja en la empresa- El hombre notó que no especificó que era su jefe- asiste a otra iglesia, pero no hace parte del grupo de jóvenes porque ellos tienen un límite de edad, así es que lleva algunos sábados congregándose con nosotros y fue asignado mi conductor por lo del cupo en la buseta.

- Mucho gusto- dijo él con una inclinación de cabeza- me disculpo si soy impertinente, sé que es muy temprano, pero Gracia quedó en ayudarme a buscar una cava en el mercado.

- ¿Y es que usted no podía ir solo?

- Mi señora, nunca he ido.

- Madre, él es extranjero, por si no lo habías notado.

- Claro que lo noté, pero si trabaja en la empresa es porque vive acá, me imagino que conoce bien la ciudad.

- Doña, la verdad es que aún existen lugares que no conozco.

- Bueno, hija voy a empacarte las empanadas para que te termines de arreglar.

Sin más se retiró de la sala. La muchacha se tapó la cara sentándose en la escalera llena de vergüenza ante la actitud de su madre con su jefe.

- Te ves muy bonita, ¿nos vamos?

- Jefe, ¿cómo se le ocurre presentarse así?

- Igual debía venir a tu casa…- se sentó junto a ella en el escalón de abajo con su habitual mirada pícara- cuando una bella dama recibe un cumplido responde algo.

- ¡Un cumplido después de un susto enorme, déjeme respirar, no ve que mi mamá es prevenida con los amigos de nosotras!

- ¡Gracia!

- ¿Que?

- Te ves preciosa.

- Gracias jefe- respondió entornó los ojos.

- ¡Gracia!

- ¿Qué?

- ¿Por qué tu madre es así de prevenida? ¡Yo sería un buen partido! - dijo como pensando para sí mismo medio desconcertado.

- ¡Dios, que humildad tiene usted!

- ¿No soy un buen partido?

- Si usted lo dice…- se guardó de ser imprudente- le explico, mi hermana es separada y prácticamente le está tocando sola la crianza de mis sobrinos, tiene un par de gemelos, eso a mi mami la devastó. Keren se casó muy joven, después del divorcio le ha tocado madurar a las malas. Todas las madres quieren lo mejor para sus hijas. Espero que la entienda. Sepa usted que en la noche recibiré mi respectivo sermón gracias a su audaz intromisión en mi casa.

- ¡O sea, tu mamá piensa que te estoy pretendiendo!  - su mirada cambió y los ojos ambarinos se iluminaron.

- Ella piensa eso de cualquiera que llegue a esta casa a visitar. Además, vino con presente y todo, como intentando conquistarla- sonrió- eso le da que pensar. Deje ya vengo, en cinco minutos estoy lista.

- ¿Yo soy cualquiera?

- Señor Gerardo no se ponga en esas conmigo…- bajó la mirada.

- ¿Te parezco muy viejo? Tu madre me llamó con énfasis en “señor”- nuevamente esa mirada de desconcierto irónica.

- Es mayor que yo, ronda los veintisiete años, yo tengo 23. Mi aspecto infantil no ayuda, en general la mayoría de los hombres me ve como una niña. Mi madre entonces me ve demasiado inocente, a veces frágil; y usted es un hombre super alto, de complexión fuerte, bonito y todo, que se le nota experiencia de vida. ¿cómo cree que no lo va a llamar señor? Le está poniendo límites.

- ¡Pero no soy tan viejo!




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