Durante los últimos días nadaba cada atardecer hasta quedar sin fuerzas. Necesitaba el cansancio absoluto para resistir la tentación de escribirle o llamarla. Le costaba conciliar el sueño, donde nuevamente empezaban a aparecer tempestades, fantasmas, olas gigantescas y miedo, mucho miedo.
Sus pensamientos estaban tan extraviados que necesitó la ayuda de la señorita Gómez en cuanto a la reservación del hotel para sus padres. Carajo, ¡su padre en esta ciudad!, todo un acontecimiento familiar. Desde hacía alrededor de cinco años no habían hablado. Todo se tornaba difícil. Hasta el mar estaba cada vez más agitado, llegó a pensar que esa fuerza de la naturaleza percibía sus emociones.
No resistió.
- Vamos a comer un helado- envió el mensaje. Esperó, dos chulos indicaron que entró. Pasaron varios minutos, no se reflejaba el habitual visto. La desesperanza lo atropelló. Cuando estaba dándole a la opción “eliminar para todos entró la respuesta.
- Me acaba de despertar.
- Apenas… son las cuatro de la tarde- añadió el emoji de la carita levantando la ceja.
- He estado trasnochando mucho en la clínica, mis sobrinos han estado hospitalizados. Realmente me siento agotada. Gracias por la invitación, pero de momento me negaré.
- Lo entiendo, descansa, perdona. - sin pensarlo dos veces agregó la carita con un beso en forma de corazón.
Ella no respondió. Aunque en el fondo esa invitación sacudió todo el mundo de la muchacha. Lo que menos esperaba era la actitud de ternura mostrada por medio del lenguaje icónico de los emojis. Esa sola conversación por chat, trajo descanso a su desesperado corazón.
A la mañana siguiente, lunes, tortuoso inicio de semana laboral después de días de amanecidas en sillas hospitalarias incomodas, decidió caminar una parte del camino para que su cuerpo al fin se despertara. Le gustaba cruzar ese puente, el viento en la cara era refrescante. Durante las primeras horas no hubo mucho movimiento en el área pues un buque atrasado tenía paralizada la entrada de un crucero que esperaban.
Al bajar los turistas, con tres horas de postergado anclaje en la bahía inició el ajetreo: calmar los ánimos, brindar el recorrido por el aviario del puerto, pasarlos a cafetería por si deseaban degustar algo.
Uno de los hombres, un rubio de ojazos verdes, barba abundante de marcado acento, se le acercó distraídamente, sentándose junto a ella mientras tomaba una muestra del café nacional.
- Hola.
- Hola.
- Eres muy bonita, te puedo invitar un trago esta noche, vamos a estar en la chiva rumbera, según la guía- dijo con voz de suficiencia.
- No salgo con las personas que llegan de turistas a nuestro puerto.
- ¿Política empresarial? - dijo irónico.
- No, política personal- la respuesta de la muchacha distaba de ser amable.
- Es solo un rato, no te pasará nada- acercó su silla a la de ella.
- Por favor, mantenga la distancia. - dijo muy seria, intentando alejar su cuerpo del brazo que el turista estaba colocando con demasiada confianza sobre el espaldar de su silla para acortar la distancia entre ambos.
Gerardo había caminado varias veces por la zona de los tours, con la sola esperanza de verla así fuera de lejos.
Su corazón dio un vuelco acelerándose progresiva y rápidamente al ver un hombre intentando abrazar a Gracia. La incomodidad en ella era palpable aun en la distancia. La furia fue abriéndose camino con cada determinado paso que el gerente daba en dirección al lugar. Mentalmente se repetía una frase que siempre le repitió su madre durante su infancia cuando algo lo desesperaba o enojaba: “con calma y sabiduría, no procedas sin pensar”.
- Hola amor- dijo al momento de llegar al lado de Gracia. Señaló el brazo del hombre que estaba aún sobre el espaldar- por favor, retírelo. Le ruego mantenga la distancia con mi novia.
La muchacha miraba al jefe con los ojos llenos de sorpresa y vergüenza. Se sentía la borde del colapso. Casi dos semanas evitándolo y él la encuentra en una situación que podría ser malinterpretada con facilidad.
- Amor, la señorita Gómez te está necesitando, ve enseguida por favor que es urgente- dijo mientras la ayudaba a levantarse de la silla. El hombre de la barba, permanecía desafiante en la misma posición.
- Sí, claro, ya voy- respondió la muchacha, mientras tomaba la mano y se alejaba con Gerardo quien no la soltó, ella ignoró al otro hombre con toda intensión de hostilidad.
- Espérame con mi secretaria, disculpa, debo hacer las cosas creíbles- su tono era muy suave, solo entre ellos; aunque aún estaban en el restaurantes y algunos de los visitantes se mantenían de espectadores- no me golpees por favor.
Desde afuera la escena parecía la de una pareja normal, Gerardo se inclinó hacia ella de una forma totalmente natural y besó a su Niña linda en la boca a modo de despedida. Ella trató de no reaccionar, estaba muy aturdida y casi sin pensamiento alguno se fue en automático a la oficina.
Por su parte el gerente se sentó junto al hombre.