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En su cubículo vio caer la tarde.
“¿Qué es lo que realmente siento?”
La pregunta iba y venía. El jefe era un hombre físicamente muy bien parecido, el contraste de sus ojos con el cabello como el azabache, la postura, la sonrisa amable y permanente, le daban un aire de perfección masculina. Siempre vio su intento de acercamiento como la necesidad de compañía de hermanos en Cristo en una tierra que le estaba pasando la cuenta de cobro de la soledad. Ahora le declaraba amor y la presentaba con sus padres, así sin más, con el descaro típico de él.
Gerardo era la mezcla perfecta entre sus progenitores, menos robusto que su padre, con su cabello negro y los ojos y presencia de su madre, una mujer realmente bella. “En qué lio me metí”.
Nina se acercó a la hora de salida. Le preocupaba todo el rollo en el que se metió su amiga.
- ¿Cómo te puedo ayudar? - fue el saludo.
- Tu jefe me pidió ser su novia, se presentan sus padres, sin miramientos él me presenta como la mujer que le interesa y ellos muy educadamente me rechazan. Todo después de que un turista intentara comprar mis favores – volteó los ojos de la misma rabia que albergaba en su pecho.
- Excelente resumen. Desconcertante.
- Ayyy Nina, ¿dime cómo podrías ayudarme? Si es claro, que simplemente debo alejarme, tal cual venia haciendo.
- ¿Eso te hace feliz?
- No creo. Sin embargo, no hay de otra.
Se fueron en ruta ese día. Al llegar a casa a cambiarse recibió la sorpresa de que a sus sobrinos les dieron de alta en la tarde. Las risas y lo carritos de carrera en mitad de la sala regresaron.
Su madre y hermanas eran solo sonrisas, que le animaron un poco. Ya en la cama, durante la noche observó que en el chat tenía varios mensajes de él. Simplemente era hora de descansar, los ignoró. Paso una noche terrible, y la llegada a la empresa se convirtió en su calvario personal. Alerta permanente de evitar al jefe-jefe.
Varias compañeras de su actual departamento la miraban más de la cuenta. Por donde pasaba las conversaciones se detenían. Inicialmente pensó que solo era paranoia. Hasta que un grupo que pocas veces le dirigía la palabra se acercó a ella cuando se sentó en el restaurante en espera de su amiga para almorzar.
- ¿Qué debe hacer una mujer para que alguien como el señor Gerardo se fije en ella? - dijo con un dejo de altanería, sentándose junto con sus dos amigas en la misma mesa donde se encontraba Gracia.
- ¡Cómo es la gente de chismosa! - sonrió.
- Cuida tus palabras, niña.
- Tú también.
- Solo hicimos una pregunta.
- No, hiciste una insinuación. No quieres una respuesta, deseas encontrar una justificación para poder decir que soy una cualquiera.
- Los vieron besándose, creo que eso es suficiente.
- Tú no viste nada, por ende, eso te convierte en una chismosa por andar comentando algo de lo cual no posees ninguna evidencia.
- Déjala en paz- la secretaria de gerencia sonó autoritaria. La entrometida volteó sorprendiéndose.
Al lado de la señorita Gómez, el hombre de la discordia lucía serio. Conocía la costumbre de las amigas de almorzar juntas todos los días. Decidió aprovecharlo como una oportunidad de acercarse a Gracia, quien no se dignaba a abrir ninguno de sus mensajes.
- Señorita Lara, buenas tardes- las palabras fueron serias y cortantes- espero que no esté provocando a su compañera.
- Señor Gerardo, ¿cómo cree? - intentó restarle importancia a la situación.
- Gracia, ¿qué te dijo? - preguntó sin desviar la mirada de Lara.
- Chismes sobre nosotros- respondió sin tapujos ante los desorbitados ojos de Lara y sus compañeras- igual te ibas a enterar- dijo encogiéndose de hombros y generando mayores dudas en las chismosas entrometidas ante el tuteo de La chiquilla con el jefe.
- La vida socio afectiva de nosotros no es competencia suya, le advierto que espero no escuchar nuevamente un comentario o de una situación similar. Usted aquí es interprete, no periodista de farándula. - miró a su Niña linda preocupado, sabía que en cualquier momento podría estallar empeorando todo- Gracia, Nina, vamos.
Al salir del lugar con ambas muchachas, las invitó a almorzar por fuera, dejando la maña compañía a punto de explotar en teorías. Ninguna dijo nada. Pidieron de lo ofrecido en el menú de un restaurante oriental. Nina, pidió permiso para retirarse a hacer una llamada mientras esperaban, con la intención de darles espacio.
- Perdóname, no pensé que te iba a causar problemas.
- Lo hiciste para que el turista ese dejara de molestarme. No debo perdonarte nada.
- Niña linda…- suspiró- deja de ignorarme.
- No quiero una vida de líos por causa tuya.
Gerardo le tomó la mano.
- Déjame cortejarte, ganarme tu corazón, tu confianza, tu amor. Déjame hacer parte de tu vida.