Camino A Casa. En ti encontré mi hogar

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- Buenas tardes- fueron las palabras de Fedor, sacando a la pareja y a Sandra de sus respectivos ensimismamientos- hijo, Gracia; espero que nuestra interrupción no les sea importuna.

La muchacha reaccionó intentando distanciarse. Gerardo la sujetó para evitarlo y demostrarle que no debía huir, su lugar estaba allí, a su lado.

- Padre, madre- sonrió con la inclinación habitual de cabeza- bienvenidos a mi humilde morada. Pasen con confianza.

Mientras los adultos se acomodaban, ella sentía que los colores se le subían al rostro. Trató nuevamente de hacer que Gerardo la soltara, sin embargo, él continuaba embelesado. Acunó con las manos su rostro y depositó un beso lleno de total ternura sobre sus labios.

- No seas tímida, nuestros invitados esperan. -la guio depositando su mano suavemente sobre la espalda baja de la muchacha, sentándose juntos frente a los progenitores.

- ¿Nosotros somos sus invitados?  - dijo Sandra haciendo un ademan con la mano señalando a Gracia.

- Si madre, nuestros, aquí mi niña linda y yo somos los anfitriones.

- ¿Viven juntos?

- No madre, continuó aferrado a mis principios, solo viviré con ella cuando haya un matrimonio, y ojalá fuera pronto. - sonrió complacido en el disgusto que estaba generando; mientras la joven se exaltaba aún más con la declaración de matrimonio, recordando que en la Koinonía él declaró imposible aquella decisión.

- ¡Gerad!, ¡apenas es una niña, no es de sangre antigua, tu herencia morirá contigo!

- Madre no te exaltes, tiene 23 años aunque no parezca; recuerda ya les dije que no me interesan las herencias y esas cosas de las que tanto me reclaman- sintió que la chica a su lado iba a levantarse. – niña, no te incomodes, ella se altera y vuelve a la calma en segundos, mi madre solo es sobre protectora.

- No Gerardo- lo miró a los ojos mientras Fedor solo analizaba toda la situación- no puedo permitir que tu relación con tus padres se quiebre aún más por mi culpa, recuerda “honra a padre y madre”, es el primer mandamiento con promesa. Yo te quiero, pero así no estaré junto a ti, no soporto el rechazo, soy supremamente inteligente y capaz, no aceptaré vivir una vida en la que la sombra del disgusto de ellos me persiga. El día que este con alguien, espero que sus padres, si los tiene, me traten como una hija.

Una ráfaga de viento azotó la puerta abriéndola totalmente. La muchacha aprovechó la distracción y salió del lugar con un torrente de lágrimas recorriendo sus mejillas. EL pecho agitado ante la sensación de saber que en fondo siempre supo que a los ojos de los padres de él ella no sería más que una simple muchacha del común. Sentía que estallaría en cualquier momento.

El portero le preguntó al salir si le pedía un taxi. Ella denegó para no tener que quedarse parada en la puerta del edificio esperando, así no le daría tiempo a Gerardo de alcanzarla. Caminó lo más rápido que pudo perdida en sus emociones, un vendaval la rodeó agitando su cabello.

De pronto sintió que le jalonaron el brazo y se asustó.

- No me dejes. – escucho detrás del agarre.

Era el. Los ojos estaban cristalizados. Su pecho compartía la agitación de ella.

- No me dejes- repitió.

- Suéltame.

- Quédate a mi lado- suplicó.

- Si no me sueltas grito y hago que la policía te lleve a la estación por intento de robo, te aseguro que soy capaz- la voz de Gracia era amenazante, todo el desconcierto se volvía cada vez en una cólera mayor.

- Pero tú me amas.

- Eso aún no lo tengo claro.

- Dijiste que me querías.

    Ya la había soltado, ella solo lo miró desafiante y pasó de largo sin palabras, siguiendo su camino. El quedó perturbado.

    De pie en la calle, con lágrimas que corrían sus mejillas lo encontraron sus padres. Sándara tocó su hombro y esto le trajo algo de calma, en el fondo sabía que su madre no actuaba con malicia o egoísmo era simple compromiso.

- Vamos hijo. Tu madre reconoce que no actuó bien. La muchacha no merecía palabras que la lastimaran.

    Fedor estaba asombrado. Las palabras desacertadas de Sandra, la respuesta casi que venerable de la muchacha, el viento, el dolor en el rostro de su hijo. Esperó que la situación no se saliera de control. Eso no era lo que había planeado. Sin embargo, algo le quedaba claro, su hijo realmente estaba enamorándose.




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