“Concentrada”. Se repetía a sí misma una vez tras otra.
Hasta la hora del almuerzo todo transcurrió en total normalidad, solo que Nina no apareció. Dispuso pasar a recogerla a la hora de salida.
Las actividades académicas de la maestría poco a poco se estaban volviendo absorbentes, sin darse cuenta nuevamente estaba saliendo fuera del horario de oficina, por ende, intuyó que su amiga ya habría salido para su casa por lo menos media hora antes.
El camino se sintió tenebroso. Solo había tracto camiones esperando en silencio el horario de la cita para ingresar con sus pesadas cargar al puerto donde algún operador de transtainer los despojaría de ellas. “Sería maravilloso que las cargas que uno lleva en el alma se pudieran abandonar con tanta facilidad” pensó.
Un automóvil se detuvo a su lado. Al bajar la ventanilla el conductor asomó un rostro que le pareció familiar, aunque no lograba asociarlo.
- Señorita buenas noches. ¿Qué hace sola por estos lugares?
- Se me olvidó la hora de salida- Sonrió con timidez. Observó que el hombre llevaba el uniforme de los operadores de equipos de patio: bombacho azul, chaleco anaranjado con franjas del tipo reflectivo.
- ¿Puedo acercarla a algún lugar? - preguntó en tono amable.
- La verdad es que no lo conozco. No es prudente. Igual gracias por el ofrecimiento. – Cuando iba a intentar continuar con su camino el hombre la interrumpió.
- Perdona, al parecer no te acuerdas de mí, soy Jaime. En verdad deseaba era preguntarte por Nina, es que hoy no la vi en el puerto- la sensación de “yo te conozco” se despejó de inmediato como un velo que es quitado.
- Ahhh… claro, ya me acuerdo- pensó en la ausencia de su amiga- cierto, hoy tampoco la vi. ¿Intentaste llamarla?
- No contesta. Sube y te llevo, de paso intentas comunicarte tú con ella. Porfa.
Así fue, Jaime la acercó a la estación de buses, pues ella no aceptó que una persona conocida por apenas unas referencias estuviera al tanto de a donde se dirigía con exactitud. En el camino marcó el contacto de su compañera varias veces hasta que, por fin, después del sexto intento la chica contestó con voz sollozante.
- Hola.
- Nina, - el sonido de la voz de su amiga la alarmó - ¿Qué te ocurre?
- Papito tuvo un accidente en los sembrados y está en Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Pedí permiso temprano en la mañana en bienestar y me vine enseguida, perdón por no comentarte nada. Es que el accidente fue bastante grave, me cuenta mi sobrino que papito estaba con él en los caballos buscando unos carneros y les salió una mapaná… Los animales se encabritaron, papito iba primero, su montura se puso más arisca y lo botó. Mi sobrino sufrió un par de fracturas. A papito le han realizado varios exámenes de esos raros- volvió a sollozar- según lo que entendí llegó con fémur dislocado, fractura de cadera e inconsciente del golpe en la cabeza.
Y hasta ese momento llegó la cordura de su amiga. Rompió en llanto ante la impotencia. De su lado de la línea Gracia intentaba darle palabras de fortaleza con el aparato en altavoz para que Jaime también le platicara. Poco a poco la señorita Gómez fue dejando de llorar y Gracia se comprometió a ir al pueblo al día siguiente, después de clases.
Generalmente los sábados tenía horario extendido en la universidad, después de un viernes nocturno entre seminario de investigación y currículo. Sin embargo, un viaje al pueblo de su amiga el fin de semana era necesario “para ambas”, las dos necesitaban mutuo aliento y compañía que las despejara de sus respectivas situaciones. “Solo era tomar un bus intermunicipal por unas tres horas asumiendo la sensación de mareo que le generaban los viajes por carretera”.
Jaime se quedó derrotado al sugerir que pagaría el turno a algún compañero para ir con ella; ante cuya sugerencia la copiloto solo le respondió que su amabilidad era una muestra preciosa de sus sentimientos por su amiga, empero que pensara un poco en la reacción del jefe y en la intimidad de la situación familiar.