Camino A Casa. En ti encontré mi hogar

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El pueblo de Nina, ubicado en otro departamento costero estaba lleno de calles asfaltadas o caminos de herraduras. En algunos lugares había casa agrupadas a modos de barrios, en otros las extensiones de tierra de las fincas separaban a la población incipiente. Animales de corral deambulando por las calles junto a personas con vehículos desde burros o caballos hasta motocicletas y jeeps colectivos. Cerca de la estación de buses existía una especie de mini casco urbano donde se encontraban alrededor de una plaza la alcaldía, la escuela, la estación de policía y el hospital.

Llegó directo a este último lugar, un edificio blanco, con el letrero de “Urgencias” en la entrada. En la recepción la enfermera amablemente le indicó el lugar de la sección de UCI.

En los pasillos, sin posibilidad de ingresar vio a su amiga sentada junto a una mujer en versión envejecida de ella misma. Dialogaban en voz baja dentro de la calma que sucede al llanto y precede a la expectativa de los resultados. Se acercó con su morral al hombro saludando en voz baja para no generar ruido en el lugar; que más que una sala de posibilidades para la vida, poseía el aire de lugar de velación.

Nina se puso de pie sorprendida, esbozando una sonrisa de sorpresa de escasos segundos seguida de las lágrimas y el respectivo abrazo de quienes necesitan consuelo.

Después del desahogo inicial le presentó a su madre. Relató nuevamente los hechos, sollozó, reaccionando finalmente ante lo evidente.

- ¿Te vas a quedar en nuestra casa? ¿cierto?

- Bueno, espero que me des posada por esta noche. Mañana después del medio día debo regresar.

- Excelente- sonrió- ya le digo a mi mama y nos vamos para instalarte. - regresó en cuestión de tres minutos. - Gracia, te estamos muy agradecidas con tu apoyo. - dijo mientras le colocaba la mano en el hombro.

Se alejaron a pie, necesitaban de ese espacio atemporal para hablar. La señorita Gómez continuó hablando y contándole no solo acerca de las personas de su familia que aun vivían en los alrededores, sino de las dinámicas del pueblo, de la gente; saludaba, señalaba lugares, especificaba los oficios de las personas y contaba anécdotas de algunos. El dialogo le hizo realmente bien, cuando alcanzaron a llegar a la casa de la finca, era de noche.

Se quedarían en el mismo cuarto a falta de lugares donde dormir. Procedieron a preparar la cena y así le daban espera a la señora Marta, mamita de Nina, quien regresaría luego del reporte médico de la tarde con uno de los mototaxistas.

- ¿Cómo está el señor Gerardo? - preguntó la amiga sin sospechar aun la tragedia vivida por la muchacha.

- No sé, desde el jueves en la noche no hemos hablado. – trató de responder sin darle relevancia al asunto en su tono de voz.

- ¿Ahora qué pasó?  - preguntó algo molesta.

- ¿Por qué me dices eso?

- Gracia, yo he sido testigo de cómo se ha comportado últimamente contigo, si no han hablado, estoy segura que no es por decisión de él. Así es que te repito la pregunta ¿qué pasó?

- La cena con los padres salió muy mal. Absoluto rechazo a la niñita tercermundista no perteneciente a lo que sea que ellos llamen su grupo social. Solo eso, y mi negativa a dejarme humillar, unida a la negativa de convertirme en la causa de más distancia entre él y sus padres. – El dolor se le vino de golpe al evocar aquel incómodo momento.

- Eso a él no le importa, tú lo sabes. – Dijo encogiéndose de hombros.

- A mí sí. No voy a vivir una relación con enemigos tan cercanos, ya bastante con las admiradoras permanentes que me miran con cuchillas en los ojos desde que comenzó a acompañarme a almorzar y al cubículo. Y eso que aún no lo acepto.

- Deja de engañarte, ya él se comporta como si tuvieran algo. – sabía que era cierto.

- No le he dicho que sí.

- Mi amiga, - la tomó de los hombros- la vida no siempre nos da segundas oportunidades, a veces es más corta de lo que esperamos y ninguna decisión que tomemos es segura. Para los padres nadie es perfecto en relación con sus hijos. Él no vive con ellos, ni siquiera viven en el mismo continente y eso no fue por ti. Vas a hacer que a ese hombre le dé una gastritis de tanto estrés al que lo sometes con tus indecisiones. Cuando llegue otra y te lo arrebate entonces te vas a lamentar.

El dolor en el pecho se volvió más fuerte, el viento afuera arreció, “Cuando llegue otra y te lo arrebate entonces te vas a lamentar”, eso le dolió. Muchísimo más de lo que se pudo haber imaginado. La realidad era un muro de concreto cayéndole encima sin piedad: Gerardo podía ceder al deseo de sus padres por despecho.




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