Tenía los nervios crispados. La terquedad de él no tenía límites. Sabía que en unos minutos podría aparecerse para ir con ella donde su familia. Trató en vano de organizar su jornada vespertina para estudiar en la universidad y así no aguantarse la mirada de todos cuando la vieran embarcarse en el automóvil del jefe. Sin embargo, dado que no se encontraba la secretaria de gerencia, todas las dependencias administrativas tenían cargas extras, y gracias a su experiencia como ayudante de la señorita Gómez, su jefe de departamento le había asignado la redacción de algunos reportes para la junta directiva que tendría reunión al día siguiente, donde analizarían el flujo de turismo en el puerto en relación con el impacto económico. Se dio a la ardua tarea lo más a prisa posible, solo pensaba en huir.
Estaba recogiendo sus elementos personales cuando se apareció Gerardo con su habitual sonrisa pícara.
- ¿Creías que te ibas a escapar?
Inicialmente ese era el plan, salir antes para no cruzarse con él. De manera que los empleados no los vieran salir juntos. Explanó los ojos y el viento azotó en una ráfaga su cabello.
- Vamos, tengo una cita con tus padres.
Tomó el morral de su novia con toda la seguridad propia de un hombre acostumbrado al poder, le tomó de la mano y la condujo junto a él hasta el parqueadero. Todos miraban sorprendidos a la chica nueva acompañando al jefe general.
Ella, por su parte, desviaba la mirada de los observadores con tal de no hacerse impresiones de lo que pudieran estar pensando, su mente se convertiría rápidamente en un hervidero de pensamientos si les prestaba demasiada atención. A sus espaldas escuchó el cuchicheo, los colores se le subieron al rostro, el aire empezó a enrarecerse. Hasta el mismo Gerardo percibía el cambio de ambiente, “mi querida novia está nerviosa” especuló de forma espontánea, como si su subconsciente percibiera y enviara los respectivos impulsos eléctricos a todas las neuronas convirtiendo en consciente lo inconsciente.
Lara entonces, guiada por la envidia, tuvo la poca delicadeza de comentar sarcásticamente
- Allá va la solapada, dándoselas siempre de inocente, quien sabe que le dio al jefe.
El comentario, de un calibre fuera de los haberes de la muchacha, la hizo estallar. Estaba al borde de los nervios al saber que cualquier cosa podría presentarse debido a la decisión de aceptar una relación con el ejecutivo de más alto rango, que además era un hermoso extranjero de 180 con ojazos dorados, cabello azabache en contraste y un cuerpo de luchador enteramente perfecto.
Volteó, sus ojos se habían convertido en un pozo oscuro de la ira contenida. Aún no había pronunciado palabra cuando una ráfaga de viento se estrelló contra el cuerpo de Lara haciéndola tropezar con el escritorio que tenía detrás. Esta abrió los ojos sorprendida de la fuerza del viento que arremetió contra ella, en eso la chiquilla le dijo
- Deja la cizaña, no todas necesitamos mostrar las tetas para que un hombre se fije en uno.
Jalonó a Gerardo quien se sintió entre asombrado y complacido por la actitud aguerrida de su chica. Caminó con ella completamente seguro y antes de subirse al auto le dio un beso en la boca solo por la necesidad de demostrarle su apoyo.
- Eres una mujer maravillosa- le susurró al instante mientras le abría la puerta.
Todos los empleados que los vieron juntos quedaron desconcertados. Las mujeres solteras porque aspiraban a ser vistas por el señor Gerardo sin éxito alguno durante cinco años. Los hombres porque nadie había podido levantarse a la chiquilla nueva que, entre lo inteligente y bonita, tenia cautivado a más de un corazón en silencio. El único que logró un ligero acercamiento meses atrás fue Michel, quien fue ignorado por completo. Eran la pareja perfecta de desaliento en corazones ajenos.
**************
Al llegar a su casa ella solo temía la reacción de sus padres. La historia de Keren era un pésimo precedente.
- Por favor Gerardo, no les hables del matrimonio. – le rogó antes de bajarse del auto.
- Niña linda, ¿estás dispuesta a casarte conmigo? - le dijo con algo de tristeza en su mirada, la petición le dolió.
- Sí, estoy completamente segura, solo es que tengo miedo de mis padres. – al no tener el lápiz para masticarlo se frotó las manos en un vano intento de aminorar sus nervios.
- Ya le dije al abogado que organizara los documentos de ambos, por mí, hoy mismo me habría casado contigo. Deja por favor a ver como fluye la conversación. ¿sí? - dijo mientras pasaba su dedo por la oreja de la chica.
- ¿Y si piensan mal de mí?
- Yo cubro lo exámenes médicos para que comprueben lo que quieran. – sonrió.
- Deja de ser así. – suspiró desconcertada al saber que la terquedad de Gerardo seguiría en pie como infante f- ente al puesto de batalla.
- Quiero que te sientas segura. Sigo creyendo que Dios tiene el control. De lo contrario, dudo mucho que me hubieses aceptado. - ambos sonrieron ante el gesto de niño consentido que él le colocó.
Bajaron del auto. Ingresaron a la casa. La madre de gracia se enfocó en las manos tomadas, pero no dijo una sola palabra hasta que su hija les informó que Gerardo quería hablar con ellos.