Camino A Casa. En ti encontré mi hogar

CAPITULO 74

En lo que sigue del día me dedico a la observación y análisis. Las imágenes vienen en desorden a mi cabeza, sé que mi estadía en esta habitación ha estado mediada por una especie de tortura. También empiezo a entender mis alarmas inconscientes: cada vez que reconozco hechos reales de mi vida, ellos reinician el tormento.

La enfermera no me habla, la general regresa a dar ronda por momentos cortos. En la tarde decido cerrar los ojos y dormir una siesta. Cuando ella vuelve ya no podía despertarme, solo me dan agua y un poco de caldo, el resto de mi alimentación es por vía intravenosa, lo que sospecho usan para administrar algún tranquilizante. La siento en el borde de mi cama, sé que me observa aún en este estadio semiconsciente de mi cuerpo.

- Escucha con atención- dice casi en un susurro- sé que puedes hacerlo, es la idea del medicamento que te administré. Independientemente de que recuerdes, no sabes tu nombre, no conoces a nadie en la habitación, no recuerdas el accidente, eres una niña obediente a todo lo que te diga. Si quieres tener una vida fuera de esta habitación esa será tu nueva táctica de batalla.

Y como si todo hubiese quedado perfectamente claro se puso de pie saliendo de la habitación dejándome con una sensación de intriga. Durante mis ensoñaciones regresaron las imágenes destellantes unidas al dolor en todo mi cuerpo. Eso me confirmaba que eran parte de la realidad: un viaje, un accidente en avión sin heridos, traslado a este hospital. Una mujer interrogándome continuamente acerca de mi nombre, estado civil, nacionalidad, familia. Cada respuesta era acompañada de un estímulo de dolor; luego el caos, el vendaval y el sueño.  Concluí que era un ciclo, le estaban haciendo algo a mi memoria. La duda ahora era en torno a la general, ¿por qué razón me estaba ayudando ahora la general?

En la mañana desperté en completa lucidez. Había un grupo de tres personas en la habitación. La enfermera preparaba medicinas e instrumentos, la general examinaba los reportes y la otra mujer, la rubia de ojos dorados (extrañamente ambas mujeres llevaban el mismo tono de ojos, ¿serian lentes de contacto?). Esa mujer era la máxima autoridad aquí, esbelta, muy bella, con un aire que se me hacía muy familiar, no hablaban en mi lengua natal, pero yo las entendía perfectamente. Eso me hizo caer en la cuenta de mi manejo de otras lenguas, o sea, creo que soy poliglota.

Luego de alimentarme con la misma ración de siempre. Inició el interrogatorio. La general me hacía las preguntas y la bruja rubia solo analizaba. En mi concepto hacia algo que yo no alcanzaba a comprender. Dejé que mi mente se vaciara, ya me estaba volviendo experta, por lo visto llevaba más de un mes entrenándome en olvidarme de mi misma.

- ¿Cuál es tu nombre? - indagó la general.

- Nombre, yo tengo un nombre – respondí dubitativa, con pose de boba- ¿debo tener un nombre?

- Si, debes tenerle, ¿Cuál es?

- ¿Debe ser bonito?

- No sé, ¿Cuál es?

- El que usted me diga, sé que usted debe saberlo- subí mi tono en un chillido para acentuar la imagen de idiota- se lo ruego, dígame mi nombre.

La general miró a la otra mujer y esta asintió. O sea, pasé esa primera prueba.

- Te daremos un nombre, responderás al nombre de Susurro. ¿de acuerdo? - asentí- ahora, dime que recuerdas del accidente.

- ¿Cuál accidente? ¿acaso me caí? - espero haber sonado convincente.

- ¿Recuerdas que te caíste?

- No, pensé que estaba enferma – dentro de las alucinaciones me decían que estaba enferma, eso lo acababa de recordar.

- ¿Qué enfermedad?

- Ni idea, estoy esperando un diagnóstico- no me acordaba de la enfermedad, no sé ni siquiera si me la dijeron.

- Entiendo, ¿reconoces a alguien en esta habitación?

- Usted es mi doctora, la joven es mi enfermera, a la señora – dije señalando a la bruja bonita- no la reconozco, ¿es nueva?

- ¿No te acuerdas de ella?

- Ella no ha venido aquí –sospecho que le gusta la clandestinidad por la conversación que tuvieron mientras pensaron que yo dormía.

- Entiendo, puede que no la recuerdes, pero ella es la sicóloga, asiste a los pacientes que poseen problemas con sus recuerdos. Sin embargo, yo te veo bastante mejor. ¿Qué opina doctora?

- Así es- le hizo un gesto para salir a la general- nos vemos Susurro.

Sin más salieron al pasillo. Busque en mi cabeza la forma de crear nuevamente el canal de aire para escuchar sus palabras. Al principio todo fue distante, pero en menos de treinta segundos lo logré. Canal de comunicación abierto para mí, cerré los ojos para que la dirección de mi vista no me delatara, el aire se maleaba a mi alrededor de acuerdo con la necesidad que yo le proyectara. Bastante interesante.

- Si, de acuerdo- decía la general.

- Regreso en un mes, para verificar que su ente siga donde la he dejado. Si percibes alguna señal de cambio durante los entrenamientos llámame.

- Entendido señoría.

Escuché los pasos alejarse en direcciones opuestas. Nuevamente estaba a solas. Las cámaras en la habitación indicaban la necesidad de mantenerme en mi papel. Susurro, me dieron ese nombre por algún motivo, aquí las cosas no tenían pinta de realizarse sin un motivo específico.




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