Camino A Casa. En ti encontré mi hogar

CAPITULO 75

Durante la semana fui armando el rompecabezas de mi nueva vida. El horario iniciaba con el desayuno a las 6:30 am, clases teóricas desde las 8: 00 am hasta las 12:00 m, almuerzo y entrenamiento físico desde las 2: 00 pm hasta las 5:00 pm, cena a las 6:00 pm. En mi caso esa hora diaria entre las clases de entrenamiento físico y cena, eran mis clases de nivelación junto con los fines de semana.

Todas eran mujeres, las instructoras, las estudiantes, los de cocina, armería. Las estudiantes se encontraban divididas en tres años que representaban tres niveles. Luego de los cuales había una especie de clausura para ser asignadas a sus puestos de trabajo en la comunidad de acuerdo al don y el resultado de los años de adiestramiento.

Todas habían tenido una especie de preparación al interior de sus familias, ya que los dones que manifestaban casi siempre venían de la ascendencia, aspecto que les permitía conocer a que se enfrentaban. Ninguna de las chicas me hablo durante esa semana, no puedo decir que hubieses un rechazo explícito, solo una ausencia absoluta de intentar alguna interacción.

Según mis conclusiones lo que ellos llamaban historia en mi mente era mitología; estrategia, no era otra cosa que análisis y resolución de problemas; simbología no era más que semiótica, y entrenamiento físico era más que solo ejercicios, esta gente practicaba con diversos tipos de armas blancas ya que según las armas de fuego no sirven para el enemigo que enfrentan, ya que ese enemigo posee dos naturalezas: la física y la inmaterial. Y es allí donde entran los dones: sanadoras, herbolarias, terrarias, soñadoras, lumínicas, estrategas, fortalezas, veloces.

Cada don es importante, por eso al salir del internado son asignadas de acuerdo a la necesidad que se posea en las fronteras; allí comprendí que ingresar a la fortaleza era despedirse de la familia donde nacieron y abrirse a la posibilidad de hacer una nueva de acuerdo a donde te enviaran.

El sábado en la mañana todas aseaban sus uniformes y habitaciones para poder tener salida en la tarde, durante la cual a mí me correspondería tomar clases.

Fue al gimnasio a la 1: 00 pm tal y como lo establecía mi horario especial. Mi sorpresa fue enorme cuando me encontré con la general Martina. Palabras más, palabras menos, esa mujer era una máquina de batalla pues era una FORTALEZA. Nunca daba clases. Ella era quien diseñaba las estrategias de medición de resultados, la evaluadora y la que decidía el destino de cada joven en este lugar.

- Bunas tardes Susurro- me dijo desde el lugar donde hacia una especie de danza de batalla con una lanza.

- Buenas tardes señora.

- ¿Sabes la razón por la cual el entrenamiento de tu don es aislado?

- No tengo idea de casi nada de lo que leo, veo, escucho en este lugar, por tanto, no me había percatado de eso.

- Excelente. Esa debe ser la misma idea que poseen tus compañeras. ¿Cómo van tus memorias?

- Colocándome nostálgica.

- Puedes con esto, en tres semanas su señoría regresará a evaluarte, ¿tienes claro que es lo que debes saber?

- Si. Solo lo que usted me permita saber ante los demás.

Era un acuerdo implícito que quedó sellado desde el día que me asignó de habitación la torre del internado, el único lugar del cual nadie podría escapar.

- Hay dos tipos de dones que no se manifiestan hace un par de siglos- allí estaba la voz de maestra, me llevó hasta el centro de una colchoneta- uno es el dominio del agua y otro es el dominio del aire o viento.

- ¿El fuego?

- Ese nunca se nos ha entregado, solo pertenece al Altísimo y sabio Dios. ¿sabes cuál es tu don?

- Sospecho que tiene relación con el aire.

- Exacto. De momento te sugiero que nadie lo sepa. Es tan extraño que puede causarte problemas con tus compañeras, en su momento lo podrás entrenar con las demás, ahora no.

- Soy la nueva.

- Así es. Su señoría también lo sabe. Lo que desconocemos es que nivel de dominio del aire te fue entregado, de ese nivel dependerán las armas que se te entregarán para el entrenamiento físico, en estos momentos la idea es ponerte en forma, eres muy débil, lenta y te cansas rápido.

La clase parecía algo así como introducción a la inepcia de Susurro que otra cosa. Sin embargo, el método de esta mujer no era brutal como las demás, tenía un método agotador pero eficaz, comenzó desde el simple hecho de hacerme dominar una ráfaga de viento la tirar de un objeto específico dentro de otro grupo de objetos. Una y otra, y otra vez hasta manejarlo con perfección.

De toda la semana, este fue realmente el día más agotador.

No cené, al asomarme al comedor lo vi vacío, tan solitario como mi nueva vida. La nostalgia me ahogó llevándome en una marea de emociones a mi habitación. Allí sentada junto a la ventana recordé los ojos dorados, el cabello negro, la sonrisa pícara. Su rostro difuminado no aparecía en mi memoria, aun así, poseía una certeza férrea en creer que él si era real.

Una lágrima rodó por mi mejilla. Mientras por las puertas empezaban a ingresar las internas que regresaban de la aldea. Grupos sonrientes, artículos en las manos, dulces y murmullos.




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