Camino A Casa. En ti encontré mi hogar

CAPITULO 81

No lo miré. Mantuve mi atención fija en la instructora. Tomé apuntes como todos, la historia se me complicaba aún. Subrayé en mi texto las ideas despertaban mi interés y coloqué una cortina de aire entre él y yo para no olerlo ni escucharlo susurrar comentarios respecto de lo explicado por la instructora.

Luego de una hora extenuante puso la habitual tarea del resumen con base en el texto y los apuntes tomados. De forma individual, solo consultas a los compañeros de los lados, nadie de pie, aun con ideas parecidas las entregas de los textos debían ser individuales.

Bueno, el tema debía ser sencillo, dragones de sombra. Técnicamente eran criaturas con forma de dragón pero que se movían por las sombras, solo un arma de luz las podía destruir, es decir, una especie de espada laser tipo Jedi. Sonreí para mis adentros con mi analogía. Continué así con mi resumen irreverente de seres y teorías que yo nunca había probado o experimentado.  Mientras Susana murmuraba que su madre se había enfrentado a una criatura de ese tipo, para mí no pasaba de ser otra historia bien contada.

En mi ciudad natal hablaban del hombre caimán, la pata sola, el enanito dientón o la llorona. En esta nación llevaban las leyendas de mi tierra al estado de mítico terror destructivo.

Un papelito llegó a mi block desde el lado izquierdo. “Baja tu estúpida pared de aire o lo que sea que hayas puesto y préstame atención”. Imposible poseer privacidad con alguien que conozca tu secreto mejor guardado. Lo miré con indiferencia retirando la cortina de aire.

- Vi lo que escribiste de la espada Jedi. Tómate tu educación histórica en serio – dijo señalando con su lápiz la frase.

- Mi señor, en un resumen uno refleja lo que entiende del tema abordado. De modo que para mí la espada que desconozco es una espada laser Jedi, debería más bien dedicarse a realizar su actividad, ya que no ha escrito prácticamente nada y la instructora pide resúmenes que en realidad son tratados analíticos de los temas abordados en clases. – mi tono de suficiencia altanera no pasó desapercibida a Carly que me dio un pequeño empujoncito.

- Es un arma de luz tipo espada, aclaro. Y yo tengo el resumen casi listo, yo realizo las actividades tal y como se me solicitan señorita. Esta es el arma – me señaló una imagen en su texto, era una espada muy bella, tipo catana, pero brillaba – ¿si ves que no parece un láser se ciencia ficción?

- Esa imagen no aparece en mi texto.

- Muéstrame – tomó mi libro, lo ojeó arrugando un poco las cejas.

- Es una edición muy vieja. Seguramente es una donación de las reservas de la biblioteca. Aquí hay aspectos que no se explican con la claridad de las ediciones actuales. – tomó su libro, comparó algunas páginas, imágenes, anotó algo en el suyo y luego lo colocó en mi pupitre. – toma el mío, yo regresaré este a la biblioteca y después compraré otro.

- Gracias mi señor – dije al percibir que la clase estaba centrada en nuestra conversación- es un regalo que no tengo manera de pagarle.

- Ya encontraré la forma de ser retribuido. De momento me conformo con saber que la preparación de una de mis futuros soldados será más sólida gracias a un material más acertado en la información. No me puedo dar el lujo de que mi personal de defensa de fronteras sepa las cosas a medias.

Interiormente agradecí el discurso con aires de suficiencia, me estaba salvando de la avalancha de interrogantes acerca de él. Al abrir el libro observé subrayadas las informaciones relevantes acerca del dragón de sombras, doblada la página con la imagen y escrito a lápiz debajo de ella la frase “perdóname, no te vayas a ofender, solo deseo ayudarte”.

Un Deja vu invadió mi mente: anotaciones en mi proyecto para el puerto, en la cual se ajustaba el presupuesto. Al tiempo la tristeza tocó mi alma profundamente. ¿cómo era posible que yo recuperara recuerdo de forma progresiva y el simplemente me hubiese olvidado? ¿él no tenía esos lapsus? ¿yo lo amé más de lo que él me amó?

Descarté la última pregunta. Gerardo luchó por conquistarme casi desde que me conoció, se enfermó por mi distancia al rechazarlo, se enfrentó a sus padres, logró la libertad de su juramente porque me amaba. No, de eso no podía dudar. Sí, me olvidó, sin embargo, eso no significaba que nunca me amara con toda su alma.

Me sequé la silenciosa lágrima que resbalaba por mi mejilla y continué con mi trabajo. Al terminarlo, Gerardo lo tomó de mi pupitre y los llevó ambos. Dándome el espacio de encubrir mi llanto de la instructora.

Durante los diez minutos del intercambio de clases varias de mis compañeras lo rodearon. Desde mi asiento observé que no sacó sus manos de los bolsillos en ningún momento. “No se dejaba tocar”. Fue cortés en todas sus respuestas y evadió la de un posible compromiso. Al ingresar la instructora de estrategia, todas ocuparon su sitio y el aprovechó el estruendo de sillas movidas para acercar la suya un poco más a mí.

- ¿Cómo lo hice?

- ¿Hacer qué?

- Mi evasión de niñas coquetas.

- Ya es un experto.

- Excelente, gracias. – y allí estaba el guiño de ojos, suspiré.

- No creo que encuentre alguna vez una mujer capaz de soportar su ego – sonreí sin voltear a verlo.




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