Carly y Susana corrieron hasta mí. Me sudaban las manos, ni siquiera tengo claro aún que hace una guardiana.
La reina dijo algo, el rey también, me estaba perdiendo en la desesperación recordándome mentalmente la importancia del control. Mi don es un secreto, él lo sabía. ¿Por qué carajos me hace esto?
- Susurro, despierta.
- Ahhhh…
- Presta atención, dieron 15 minutos de preparación de estrategia, sin embargo, el engreído de nuestro príncipe discute aparte con su madre. – era Susana- no tengo mucho control aun, pero voy a aliviarte el dolor del golpe en el abdomen.
Colocó su mano. Sentí su don fluir, era algo muy tierno en realidad, el dolor desapareció.
- Susana, gracias. – respiré profundo.
- No seas tan obvia, mejor que nadie se entere de que pude ayudarte. Recuerda que todas debemos enfrentar las consecuencias del combate para fortalecernos aun en las derrotas o el dolor – asentí.
- Susurro, nadie conoce tu don, la pregunta es ¿tienes uno? No te ofendas, lo pregunto por las circunstancias de tu ingreso a la Fortaleza. – Craly tenía una verdadera preocupación.
- Si tengo un don, es solo que ni siquiera lo tengo del todo claro, por eso entreno con la general los sábados – verdades a medias. – ¿crees que esto tiene que ver con tu sueño?
- Si, haz lo que sea necesario para no morir – era preocupación real.
- No seas exagerada.
- No lo es – intervino Susana.
Nos interrumpió la general Martina, venía acompañada del príncipe. Despidió a mis compañeras.
- Aíslanos para poder hablar – fue una orden
- ¿Usted sabe que puedo hacerlo?
- Me lo sospechaba, apúrate. - el aire alrededor nuestro se arremolinó, con parsimonia dio paso a la barrera de vacío, le asentí – las guardianas no entran en combate directo, solo defienden, no puedes usar armas como arcos o ballestas y eres pésima con la catana, sugiero que uses un par de espadas cortas, mueves bien las dos manos, pareces ambidiestra. Es solo defenderlo. Será tu deber. En cuanto a tu don úsalo solo si están en peligro de perder. Ráfagas pequeñas y controladas. No desates una tormenta.
- Entendido.
- Tía nos disculpas. Debo planear la estrategia con ella y solo nos quedan cinco minutos. - Los mismos ojos, por eso me ha protegido, por él –solo te pediré una cosa: no te contengas.
- La general…
- Te elegí por sobre todas las demás estudiantes porque eres mi par perfecto - ¿Qué ocurriría si se unen un natural de agua y uno de viento?
- Eres un natural – solo asintió.
Sin más, fue hasta la armería aprobada y tomó una catana. Caminé detrás suyo atendiendo la sugerencia de la general tomé un par de espadas cortas. Por su parte, nuestras contrincantes escogieron una lanza, una catana y un bastón de bo. Estrategia.
- ¿Cómo detengo una veloz? – le pregunté
- Quítale el aire – respondió con una sonrisa pircara – pero por favor no la mates, debo combatir bien para que mi madre me deje en paz.
- ¿El calabozo?
- Eso y la azotadita que me dio como si fuera un niño pequeño – miró alrededor- suelta el campo de fuerza, en la noche hablamos.
La justa podía desarrollarse en toda la cancha de juegos. Las de tercer año atacaron inmediatamente. Al tiempo y en rondas lanzaban golpes certeros que solo el entrenado príncipe podría resistir. Aunque mantenía la guardia alta realmente no hice nada durante los primeros dos eternos minutos. El solo era suficiente, hasta que sentí que la estratega me golpeó el hombro con el Bo. Un botón de encendido se activó y arremetí contra ella dando espadazos a su arma, no deseaba herirla, solo inhabilitarla sin su arma. Sin embargo, pronto percibí su permanente retroceso, la muy cínica me quería aislar de la pelea. Me lancé en carrera hasta la espalda de Gerardo para proteger su retaguardia. La veloz arremetió contra mí, con una rapidez que no me dejaba pensar. Además, su lanza era un problema ya que si lograba pasar por encima de mí heriría a Gerardo que se defendía muy bien de la fortaleza y la estratega que ahora la apoyaba dejándome a mí en manos de la veloz.
Con dificultad logré concentrarme. Inicié dejándola sin aire poco a poco. Descubrí que eso la debilitaba. Sonreí y ella se sorprendió, su gesto me concedió la confianza necesaria. Encajé las espadas en las respectivas vainas a mis espaldas y me dirigí hacia ella a manos desnudas. El viento comenzó a obedecerme, no la asfixié, la levanté del suelo envuelta en un hermoso torbellino. Gerardo lo notó al girar y me sonrió con satisfacción.
- Mantenlo., te voy a enviar otra.
- Entendido – alce la voz por el esfuerzo.
Arremetiendo como un loco las llevó de espaldas al torbellino, de una patada envió dentro a la fortaleza, al tiempo que colocaba la catana en el cuello de la estratega.
Escuche el gong y con ello el estallido de gritos por nuestra victoria. Solté a mis compañeras y Carly corrió a abrazarme, el príncipe solo me guiñó el ojo con una sonrisa marchándose con los suyos.