- Si padre Gracias a ella hoy no me volvieron a azotar la espalda.
Sandra estaba espantada. Martina se llevó al príncipe inmediatamente y Fedor se quedó en silencio. Su mirada me demostraba que apenas me había reconocido, bueno, era la primera vez que estábamos cerca. Además, los ojos de la reina destellaban miedo, miedo del rey y su reciente descubrimiento.
- Su hijo exagera – vuelvo a hacerme la tonta. – no fue gracias a mí, no entiendo, el libró toda la batalla – hablé en el tono más bobalicón que me fue posible dadas las circunstancias, y continué comiendo mi postre de crema como si no fuera conmigo
Nadie volvió a dirigirme la palabra, sin embargo, estaba feliz de ser ignorada evidenciando de primera línea la tensión entre los soberanos de la nación. Al rato llegó Martina informando el estado de profundo sueño del príncipe. Quien había prometido que hablaríamos esta noche. Cuando vi salir un par de estudiantes aproveché para pedir permiso de retirarme a mis habitaciones a dormir.
Teniendo en cuenta las advertencias de mis compañeras tomé el camino con mucha precaución. Usando todos mis sentidos. Llegué a mi habitación, cerré con llaves, realicé un rastreo rápido. Me duché con gran intranquilidad tirándome en mi cama después de vestirme, titiritando de frio y de miedo. Fedor, la reina, quien sabe si alguna compañera. Mi vida estaba amenazada.
Luego de un tiempo sentí golpes suaves en mi puerta. El corazón me empezó a brincar aceleradamente. El miedo me inmovilizó, en mi reloj eran apenas las ocho de la noche, aun habría personal despierto, aun así, tenía la horrible desventaja de mi aislamiento.
Volví a escuchar los golpes en la puerta, ahora con más fuerza.
- Gracia ábreme. – por Dios, el rey.
Salí disparada a abrirle no sin antes envolverme en una especie de cubierta de aire que me diera tiempo de esquivar cualquier golpe.
- Adelante mi señor. – cerré la puerta, observé al hombre con detenimiento, su máscara de poder inexistente hacia notables las arrugas de preocupación en su frente.
- ¿Puedo sentarme? – dijo señalando la silla de mi escritorio.
- Veo que recuerda mi nombre.
- ¿Desde cuándo te tienen aquí? - inquirió analizando la situación.
- No puedo creer que usted no supiera lo que me estaban haciendo en este lugar.
- Entonces, después del accidente te trasladaron a este lugar – concluyó – te confieso con todo mi corazón que me informaron que tur cuerpo quedó esparcido en trozos.
- ¿Cómo sé que es sincero?
- Yo mismo le di la noticia a mi hijo cuando lo pudimos tener en casa para su recuperación. Casi destroza el castillo, perdió todo dominio de sí mismo, gritó como loco al menos una hora. Una sanadora logró tocarlo y ponerlo a dormir continuamente, alimentado por destrozas. Sandra se enteró y me pidió enviarlo a la fortaleza del sur donde no hiciera daño si se despertaba, ella iría a ayudarlo. ¿Crees que sería capaz de mentirle a mi hijo para hacerlo sufrir de ese modo? Gracia, confieso que después de verlo destrozado aproveché la distancia para no volverlo a enfrentar.
Pero estás viva, condenada a la torre, marcada, aislada.
- No sé si puedo confiar en usted, realmente nunca entablamos una verdadera conversación.
- Es cierto.
- Más extraño aun es que usted me reconozca y él no.- el dolor en mi pecho era cada minuto mayor.
- Y aun así hoy te escogió como su guardiana- me reservé lo relacionado con nuestras conversaciones – su subconsciente continúa escogiéndote. Siempre has sido tu. Desde que regresó de la fortaleza del sur, Gerad no volvió a ser igual. No fue que hubiese superado el duelo, era que lo había olvidado. Hija, ¿Qué te ocurrió a ti?
- ¿hija? – un nudo cada vez mayor se formaba en mi garganta.
- Eres la esposa de mi hijo, por consiguiente, mi hija.
- ¿Seguro que no sabe lo que su esposa me hizo?
- Absolutamente. – era honesto, lo sentía.
- Realmente no sé qué causó el accidente. Desde que me acorde de él, empecé a considerar creer que era un plan para desaparecerme de la faz de la tierra sin asesinarme. Me tuvieron por un mes en reconfiguración de mi memoria por medio de la tortura, utilizando el don de sanadora empática de su esposa que revertió sensaciones de profundo dolor ante los eventos reales de mi vida, implantándome recuerdos creados solo por narrativa a través de emociones de amor y relajación. Al darme cuenta solo me hice la que no recordaba, poco a poco fi enfrentando el dolor y recuperando mis memorias.
Hace un mes y una semana fui incluida como estudiante con la orden de ocultar el don, del que en su momento no poseía ninguna información aclaratoria.
- ¿Segura que fue Sandra? – asentí. - ¿crees que le hicieron lo mismo a mi hijo?
- Creo que le fue peor que a mí. Que no fue capaz de fingir y lo torturaron una y otra vez hasta hacerlo olvidar quien es en realidad.
- Me retiro. Debo meditar la forma en la que procederé. Sin embargo, hija, te prometo que te protegeré con todo el poder que implica mi posición.
- Entonces déjeme regresar a casa.