Pasé el resto del día de aguatera. La propia sapa.
Entradas las últimas horas de la tarde comenzaron a llegar los equipos con sus metas cumplidas. Ganó uno de tercer año. Llegada las ocho de la noche arribó el último, obviamente el quipo donde se encontraban mis compañeras. La alegría se empañó cuando Carly cayó al piso. Tenía una herida a medio curar. La llevaron de inmediato al hospital con Susana y yo corriendo en pos de ella. Veneno de escorpión gigante. Se ofreció como cebo, en el último momento la bestia levantó el aguijón de la cola en reflejo contra la persona más próxima.
Permitieron que me quedara en el hospital con ella, bajo la salvedad de que no era necesario, sin embargo, no dejaba de sentirme culpable, en el fondo sentía que ese aguijó era para mi.
Una hora después ingresó el príncipe. Simuladamente cerré la cortina para que no se diera cuanta que estaba allí. La sanadora le indicó el cubículo al lado del de Carly, de tal forma que podía escuchar claramente la conversación mientras mi amiga descansaba.
- Mi señor – decía la sanadora- no entiendo la razón, las vendas cicatrizantes ya deberían haber hecho su efecto en las marcas de los azotes.
- Petra, - respondió él- aunque no lo entiendas no he cicatrizado. Por favor retíralas y coloca unas nuevas, colabórame con algo para el dolor de cabeza y la fiebre, llevo todo el día con la temperatura sobre treinta y ocho grados. – esos síntomas me eran familiares.
- Sí señor, ya regreso.
- Espere – interrumpí con voz baja para no despertar a Carly – solo traiga las vendas, agua, jabón y un par de paños, uno para limpiar y otro para la fiebre.
- Usted no es sanadora.
- Él no está enfermo, está reaccionando al rechazo.
- No puede afirmar eso si no lo conoce y él no posee ningún compromiso.
- Haga lo que Susurro dice. – nos interrumpió recostándose en la cama.
- Si señor- respondió la chica.
Cerré nuevamente la cortina separadora a mis espaldas. Esperé de pie a que la sanadora regresara. Era una joven de alrededor de veinte seis años, bastante atractiva. Claro que sí, la iba a dejar otra vez con él. Loca ella. “Ay Dios que estoy diciéndome…no a las tontadas.”
No demoró en regresar. Al entregarme todo se quedó de pie observándonos. Bueno, que más daba, ella era la sanadora no yo.
- Siéntate y quítate la camisa – imperativo, y eso que estaba controlándome.
- ¿No puedes proceder mientras estoy acostado? Te doy permiso de que me desvistas como desees – sonrió con picardía mientras la sanadora hizo un ruidito- Petra retírate, esto es entre la señorita y yo, recuerda que aún es mi guardiana.
- Señor, ella ha sido impertinente.
- Que te retires Petra y nos dejes lo más a solas posible. Cualquier daño que se realice lo arreglamos nosotros.
La mujer se retiró dubitativa. Yo me quedé de pie esperando a que le obedeciera. Se sentó, retiró la camisa. Yo empecé a quitarle las vendas , tragué en seco al ver las laceraciones hinchadas y enrojecidas.
- ¿Con que te azotó? – mi voz fue un murmullo.
- Con vara.
- ¿Sabes que no sanas es por mi rechazo?
- Ya lo sospechaba, me imagino que al no acordarme de mis sentimientos por ti no enfermaba.
- Creo que la respuesta es más bien que yo no te había rechazado hasta que tu padre me reconoció y tú no. – remojé un paño en agua con jabón para limpiarle las heridas. Lo hice tan suave como pude al ver que en realidad aun le dolía.
- ¿Y que yo ahora esté enfermando no te confirman mis sentimientos? – tragué en seco, un punto a favor. Cundo nos conocimos él intentó acercarse repetidamente mientras yo lo alejaba, según me explicó despues era una especie de vinculo emocional inquebrantable que surge cuando alguien encuentra a su ayuda idónea.
- Deja que se te seque la espada para que te recuestes, te voy a colocar paños en la frente. - cambié el tema.
- Ese beso no sale de mi cabeza – dijo mirándome fijamente, regresandonos a donde él tenía interés de llegar.
- Si lo vuelves a mencionar dejo de ayudarte.- comprendió mi tono y guardó silencio.
Luego de un rato se recostó. Yo empecé a colocarle los paños en la frente.
- No te vayas a pasar la noche allí sentada.
- No hay sillones cómodos para acompañantes, al parecer acá no lo necesitan.
- Generalmente nadie queda hospitalizado más de unas horas. ven, ya te está dando frio, lo noto.
- Cuando regrese a mi ciudad el calor me va a matar.
- Cuando regresemos.
- No estas invitado.
- Igual, mi vida está ligada a la tuya, Fedor lo sabe. Por eso te dio solo esas dos opciones.
- Sigues sin estar invitado.
- Resígnate. – se movió dejando un espacio en la cama- y acuéstate, no me dejas dormir de saber que estas allí sentada.