Era sábado por la mañana. Estaba tranquilamente tumbada en la cama cuando un pensamiento fugaz hizo que me levantara de un salto de la cama. ¡Eric me había besado! Ni yo misma acababa de creérmelo.
De pronto, otro pensamiento pasó por mi cabeza. ¡Hoy eran los nacionales! Me puse nerviosa, muy nerviosa. Estaba como una moto y temblaba como un flan.
Me dirigí hacia el baño. Una vez vestida con unos pantalones cortos y una camiseta ajustada, y con el cabello recogido en mi habitual trenza de ensayo, empecé a bailar.
Cuando mis doncellas llegaron, me prepararon y luego, al de unos minutos, estaba saliendo de mi habitación, camino del comedor.
. . .
—Madison, me estás escuchando —exclamó Georgina algo molesta.
Nos encontrábamos en el comedor, desayunando. Yo llevaba elaborando mentalmente los bailes que ejecutaría en los nacionales con la mirada pedida. Estaba tan concentrada que no me di cuenta de que Georgina empezaba a hablarme hasta que dijo esto.
—¿Eh?
—Te he preguntado que qué tal llevas los nacionales.
—Bien, supongo —me limité a decir. ¿Cómo explicarle cómo me encontraba?
—¿Supones? A ti te pasa algo, así que desembucha.
—Estoy algo nerviosa por los nacionales. Ya sé que he competido más veces, pero este no es un simple concurso. ¡Se trata de los nacionales! —le expliqué mientras untaba con mermelada de mora mi tostada.
—Maddie, aunque yo no te haya visto bailar, sé que lo vas a hacer fantásticamente. Estate tranquila.
—Sí sé que voy a hacerlo bien. El caso es que igual pensáis mal de mí cuando haga mi segundo solo.
—¿Por qué crees que haríamos eso? —inquirió. Después me miró con una mezcla de preocupación y horror—. Maddie, ¿cómo es el segundo solo? ¿Qué vas a liar?
Me reí ante aquel comentario. “Si tú supieras…”, pensé.
—Lo verás en los nacionales —le contesté haciéndome la interesante.
—Pero…
—Lo verás en los nacionales —repetí, sonriendo.
Seguimos desayunando en silencio. Salvo Laura, Georgina, Andrea y Jade, el resto seguía sin dirigirme la palabra. Me parecían muy superficiales.
. . ,
Tras mi último ensayo antes de los nacionales, me dediqué a hacer ejercicios de relajación. Hice respiraciones, yoga, medité… Pero nada funcionaba. Estaba temblando. “Madison, tranquilízate”, pensé.
Al final opté por darme una larga ducha; eso siempre me relajaba. Mientras estaba bajo el agua, tarareé las canciones que bailaría en el nacional.
Tras salir, vestirme, secarme el pelo y peinarme, salí del lujoso baño para encontrarme con una pequeña sorpresa: tanto los reyes como sus hijos se encontraban ahí, de pie, en mitad de mi habitación.
—Majestades, altezas —saludé con una reverencia.
—Lady Madison —saludaron el rey y la reina.
Me acerqué con cautela.
—¿Cómo se encuentra? —me preguntó el rey.
—La verdad, estoy algo nerviosa.
—¿Por qué estás nerviosa, Maddie? —me preguntó Nayra.
—¿Acaso tienes miedo de quedar mal delante de todo el país? —preguntó Mateo, su hermano mellizo.
“Gracias, Mateo, por recordarme lo que pasaría si me quedara en blanco”, pensé.
—¡Mateo! —le regañó su madre.
—No pasa nada. Eso siempre lo tenemos en cuenta; aun así, casi nunca pasa.
—¿Casi nunca? —inquirió Eric—. ¿Quieres decir que alguien, alguna vez, se ha quedado en blanco?
—Sí —me limité a decir.
—¿Y a ti te ha pasado? —preguntó Dylan con curiosidad.
—A mí no, pero conozco a una que sí le pasó. Estaba tan estresada que se bloqueó y se le olvidó el baile.
—Pues que mal —dijo él con cara triste.
—Bueno, Madison. ¿Nos podrías contar por qué estás nerviosa? —preguntó la reina.