Sarah no paraba de mirarme, fulminándome con la mirada. Se notaba que estaba sorprendida de que no le hubiese contado que los reyes, sus hijos y las chicas de la Élite eran nuestros invitados.
—Sarah, te presento a los reyes de Illéa, a sus hijos y a las chicas de la Élite —dije mientras los señalaba. No obstante, miraba a Sarah como diciéndole: “Tranquila, luego te lo explico”.
—Encantada —dijo ella ejecutando una reverencia.
—El honor es nuestro —respondió el rey.
—Tu cara me es familiar —dijo Eric—. ¿Nos conocemos de algo?
—Conocer, lo que se diría conocer, no nos conocemos —explicó mi compañera—, pero sí que nos vimos en los nacionales. Soy una de las que irá a los internacionales.
—Así que irás a los internacionales junto con Madison —comentó el príncipe Dylan.
Menuda conversación más incómoda. La verdad, no me la esperaba. Creía que nos dejarían hacer el trabajo en paz.
—Sí, iré con ella —respondió ella con orgullo.
—Bueno, no os queremos molestar más —dijo la reina.
Nos despedimos de ellos con una reverencia. Después subimos las escaleras y fuimos al cuarto de estudio, donde se encontraba Lea, para hacer el trabajo.
. . .
—Explícame a qué ha venido eso —me pidió Sarah cuando estábamos yendo a la sala de estudio.
—Es difícil de explicar.
—Inténtalo. —Se notaba a leguas que mi amiga estaba enfadada y molesta.
Le conté todo lo que había pasado desde que ayer nos separáramos. Que los reyes estaban en el Moonlight, de qué había hablado con ellos esa misma noche, cómo me sentía al respecto… Estaba algo confusa por todo lo que estaba pasando.
—Así que ayer, cuando llegaste al Moonlight, te encontraste con los reyes —dijo, asimilando mis palabras—. ¿No se te ha ocurrido que quizá debería haberlo sabido para evitar lo que ha ocurrido esta tarde?
—Lo siento, no sabía cómo explicártelo.
En eso, llegamos a la sala de estudio. Lea se levantó de su asiento y vino a saludarnos.
—Cuánto habéis tardado. Sabéis que no se tarda tanto en subir, ¿verdad? —comentó ella.
—Que te cuente Maddie lo que ha pasado —dijo Sarah.
—¿Os habéis encontrado con los invitados? —dedujo ella.
—¡¿Por qué nadie me avisó?! —soltó Sarah indignada, aunque sabíamos que bromeaba.
Nos pusimos a hacer el trabajo sobre los nazis. Tras discutir sobre cómo lo haríamos, al final decidimos hacer una cartulina que reflejara todos los movimientos de los nazis. Nos organizamos de la siguiente manera: Lea buscaba información sobre los nazis, yo buscaba información sobre Hitler y Sarah imprimía las fotos que le íbamos mandando.
Así, casi una hora después, teníamos todo lo necesario. Lo único que faltaba era pasarlo a la cartulina. Pusimos las fotos y la información, hicimos algún que otro detalle (como la bandera nazi y fotos de algún que otro campo de concentración). La que se encargó de escribirlo fui yo, ya que era la que mejor escribía del grupo y la que menos faltas gramaticales cometía.
Cuando terminamos, eran casi las nueve de la noche. ¿Ya eran las nueve? Se me había pasado la tarde volando.
—¡Qué tarde es! —exclamó Sarah mirando el reloj—. Será mejor que me vaya, no quiero preocupar a mis padres.
Acompañamos a Sarah hasta la entrada principal. Allí nos quedamos hablando.
—Maddie, ¿mañana salimos a correr? —me preguntó Sarah. Todos los domingos ella y yo salíamos a correr. Era bueno para el baile, ya que la mayoría de ellos requerían mucha resistencia por nuestra parte.
—Claro, ¿o acaso creías que me iba a saltar la sesión?
—Entonces, ¿te recojo a las ocho de la mañana?
—Sí.
—Pues hasta mañana, Maddie. Hasta mañana Lea.
—Hasta mañana —dijimos las dos al unísono.
Vimos cómo Sarah salía de los dominios del Moonlight para dirigirse a su casa. Después, ambas nos internamos en el Moonlight mientras nos reíamos de cualquier cosa.