Eric se encontraba en el centro de la sala de ensayo, vestido con un traje compuesto por un pantalón negro, una camisa blanca y una americana negra.
En el centro de la sala había una mesa repleta de todo tipo de dulces y dos refrescos. La mesa estaba decorada con un mantel dorado y mucho confeti y serpentinas de colores. La mesa era baja; tanto que nos tendríamos que sentar en el suelo. Eric había pensado en todo; en el suelo, rodeando la mesa, había muchos cojines.
¿Qué demonios estaba pasando? ¿A qué venía esto?
—Maddie, cierra la boca, que te entran moscas —dijo Nayra quien me miraba con una sonrisa dibujada en los labios. Tiró de mí, para que entrara en la estancia.
Seguía flipando cuando entré en la estancia, junto con los cuatro niños, quienes fueron hacia donde se encontraba Eric.
—Buen trabajo, chicos —les felicitó, besándoles en el cabello a cada uno.
—¿Qué está pasando aquí? —dije, en cuanto salí de mi estado de estupor.
Los niños me miraron con una sonrisa en los labios, al igual que Eric.
—Mi hermano ha preparado una cita —dijo Mateo, sin dejar de sonreír.
—Y eso nos recuerda… —dijo Fran.
—…Que tenemos cosas que hacer —continuó Luna cogiendo del brazo a Nayra y saliendo de la sala de ensayo seguidas de Fran y Mateo.
Cuando se fueron, cerraron la puerta tras de sí, dejándonos solos.
Yo no salía de mi asombro. ¿Me había preparado una cita? ¿Por qué? Un momento, ¡por eso había estado cerrada con llave la sala de ensayo! Lo mataría, sería una muerte lenta y dolorosa. ¿Cómo se le ocurrían hacer este tipo de cosas?
Eric se acercó hacia donde yo me encontraba, cerca de la puerta. Todavía seguía sorprendida por este gesto. ¿Por eso no me había dirigido la palabra? ¿Para que la sorpresa fuera mayor?
—Y bien —dijo él—. ¿Te ha gustado la sorpresa? —me preguntó, entrelazando sus dedos con los míos.
—No me ha gustado —dije, mirándole a los ojos. El empezó a poner cara de desilusión, así que añadí—: ¡Me ha encantado!
Él soltó una serie de carcajadas. Yo también reí, contagiada por su risa.
Cuando se calmó, me guió hasta la mesa y los cojines, en donde nos sentamos todavía tomados de la mano. Una vez sentados, él me abrazó. Yo me acomodé en su pecho mientras él me pasaba una de sus manos por la espalda.
—La verdad, ha sido una agradable sorpresa —le dije con una tímida sonrisa en los labios.
Él también sonrió.
—Me alegra que te haya gustado —dijo él—. No las tenía todas conmigo. La verdad, les pregunté a tus hermanos si te gustaría y ellos me dijeron que sí, así que me arriesgué. A Lea le hizo mucha ilusión la idea.
—A veces creo que ella es la que participa en la Selección, en vez de yo. Creo que si la dejas, haría de Celestina entre tú y yo.
Ambos volvimos a reír. Todo lo que había dicho era cierto; a Lea le ilusionaba la idea de convertirme en princesa.
Eric empezó a hacer pequeños círculos en mi hombro derecho que me hicieron estremecer.
—Se me hace raro —comenté.
—¿Qué se te hace raro?
—Hay dos cosas que se me hacen raras —dije—. La primera es que estéis aquí, en el Moonlight. Ni en un millón de años podía haber imaginado que esto ocurriera. —Sonreí llena de felicidad y alegría—. Y la segunda es el estar en una cita contigo vestida con mi ropa habitual.
—A mí también se me hace raro verte con pantalones a diario. Me había acostumbrado a verte siempre vestida con vestidos, algo maquillada y con peinados algo elaborados —dijo él, con una sonrisa dibujada en su atractivo rostro—. Es raro, pero me gusta verte al natural. La verdad, me gustas más así. Eres más tú.
Me ruboricé un poco. ¿A Eric nunca se le acababan lo piropos hacia mí o qué?
—Y con respecto a lo primero que has dicho… —empezó a decir él—. A mí también se me hace un poco raro el estar en el Moonlight. Estoy acostumbrado al palacio, a conocerlo al dedillo. Sin embargo, no conozco el Moonlight; si bien es un edificio más pequeño que el palacio, e bastante grande. ¡Tiene dos alas, por Dios! —Eric hablaba con emoción. Sus ojos se iluminaban cuando hablaba de algo que le gustaba, y estaba claro que hablar del Moonlight le gustaba—. Además, es hermoso. Las instalaciones son muy adecuadas para que vosotros podáis estar en ellas, en especial los más pequeños. Y, aunque no he tenido la oportunidad de visitar el ala del orfanato, me figuro que también será adecuada. Tanto Mateo como Nayra sí han estado allí y me han dicho que hay una sala de juegos. ¡Una sala de juegos, Maddie! En las casas normales no las hay.