Camino A La Reminiscencia

CAPITULO 5 - Esclava del campo

Después de la charla tan amena que tuve con David -cof sarcasmo cof-, este se fue y me dejó sola con Elías. Dijo que le dolía la cabeza al verme, que no tenía ganas de lidiar con esto. Claro que se marchó cuando nos dio de comer, sino muy posiblemente estaría lamiendo el piso del hambre.

Yo soy una de las personas que cree que todo ser viviente se desarrolla toda la vida que tiene de existencia.

Así que con la comida no me juego, murmuré respondiendo a Elías mientras comía el pollo frito.

Llevamos viendo un canal de televisión donde aparecían arañas y otros animales arácnidos bichosos, palabra que acabo de inventar. Elías me dijo que sonaba muy original. 
Y ahora a todo lo que veíamos con patas largas, incluso personas, le decíamos bichosos.
Y cada que salía una propaganda, éramos:

Esa modelo tiene unas piernasas...

—Es tan bichosa la maldita...

—A papá le gustan así.

—Bicho mugroso.

Sí, así. Se había ganado mi desprecio en horas su señor padre.

Ya iba siendo más de las siete de la tarde cuando ambos nos pusimos a rebuscar en la cocina que comer, sobra decir que volvimos a hacer la misma acción después de una hora. Ya me estaba asustando la gran semejanza que tenía con Elías.

Aun me sentía incomoda, pero al mismo tiempo era como si estuviese en paz. Me era difícil comprender lo que sucedía, aceptar era el termino correcto.

¡Tenía un hijo!  Tengo, maldición, tengo.

Después de un rato me di por vencida.

David está no habido, y la comida también.

—Entonces... ¿Tienes poderes? —curiosea Elías con la mirada en el televisor.

—Mmmmm algo así... Supongo que tú también... —reconozco del mismo modo. Anda interesante eso que llama caricaturas.

—¿No sabias de mí o...

—No —lo corto antes de que culmine la pregunta.

Es ahí donde el silencio se hace presente nuevamente. Había pasado menos de veinticuatro horas y me dicen que soy madre, que era una perra egoísta, o que probablemente  lo siga siendo. He intentado no tocar el tema con él, pero por más que quiera, cualquier cosa nos deja en la misma situación.

Yo ni siquiera he terminado de procesar toda aquella información, y por más que siga pensando, el dolor de cabeza tiende a aumentar de intensidad.

No quisiera hacer que se sienta mal, aunque tampoco me lo deja fácil si me formula la pregunta más de diez veces.

—Ay mierda —me quejo, una punzada de dolor se instala en mi nuca haciendo que apriete los ojos multiplicando al dolor que ya sentía.

Respiro hondo. Ese tipo de dolor solo se presenta cuando…

—¿Estás bien? ¿Qué sucede? —Elías coge mi cabeza con preocupación, sus manos están puestas por encima de las mías, un gesto que se me antoja tierno.

—Es como si... ¡Ay! —sollozo. El dolor va en aumento—. U-un... a-algui-en —

En auto reflejo me vuelvo a ver a Elías, él tiene las mejillas sonrojadas y sus pupilas dilatadas.

—También te duele algo, ¿no es cierto? —mi dolor pasa a segundo plano.

—Sara... —balbucea el nombre —ya aprendí a controlarlo, ella es quien visita a papá de vez en cuando.

Algo monstruoso se forma en mi pecho, como si de repente estuviera sintiendo arrepentimiento… Ni siquiera sé por qué ahora estoy arrepentida.

—Si la existencia de las hechiceras te marcase, con el fuego eterno he de salvarte —con la frase dicha una llama roja se forma en mi mano derecha, es tan espesa y sé que es capaz de incinerar cualquier cosa en solo segundos.

No sé cuan riesgoso es lo que estoy a punto de hacer, pero si Elías es de mi linaje podrá aguantarla.

»Abre la boca —demando, con mi otra mano sustraigo una porción de fuego y la coloco en mi boca. La frescura es inmediata.

Elías me imita y si le da miedo no lo demuestra, hasta me da cierto orgullo. La llama se pierde en sus labios y lo traga.

Si es mi linaje, sino fuese el caso él estaría muriendo. La llama eterna o te da alivio o te lleva a la muerte y quienes son capaces de aguantar la capacidad que conlleva tienen mi apellido.

—Me comí fuego —alega, suena asombrado. Evito comentar que posiblemente pude haberlo matado.

—Ven aquí —lo apego hacia mí, puedo escuchar los susurros que se acercan.

Segundos más tarde la puerta se abre.

Esto era lo que faltaba

El instinto protector sale a flote cuando noto que no hay un interés de por medio. Desconozco el hecho de si alguna vez anteriormente le pude haber comentado la molestia que sentimos cuando hay hechiceras o brujas cerca.

Es obvio que ni enterado está, pero mi cabeza no lo entiende.

Ataco con lo único que se me viene a la mente.

Una corriente de fuego expulsada de mi mano se va directamente hacia ellos, la exclamación asustada de Elías queda en el aire cuando la mujer que entró junto a David elimina mi ataque.

Mi postura cambia.

Maldita esclava

Sus ojos se agrandan cuando cae en cuenta de lo que hice.

—¡¿Qué mierda tuviste?! ¡Bruja!—chilla haciendo saltar al niño de mi costado.

Doy pasos largos quedando cerca de ellos, David se encuentra en shock mientras que fulanita está lista para desafiarme.

Irrespetuosa de mierda.

—¡Guarda silencio! —bramo, mi cara está a centímetros de la suya—. ¡La reina está presente y te muerdes la lengua antes de volver a alzarme la voz! aclaremos que no me va a costar quitártela yo.

Y lo digo en serio.

Mi crianza a lo que puedo recordar desde los 17 consistía en sacar de mi camino a los que me estorbaban.

»Sé que eres consciente del daño que le hace tu presencia, has venido buscando tu muerte —confirmo.

Su rostro moreno se torna pálido, sin embargo no me baja la cara, se atreve a retarme.

—¡Él puede soportarlo!

—¡ES UN NIÑO! —rujo y mis ganas de matarla aumentan. Retrocedo por el bien propio.



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En el texto hay: brujos, elementos magicos, brujos y hechiceros

Editado: 21.05.2021

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