Camino A La Reminiscencia

Capitulo 6 - Recuerdos

Segundos después ingresan padre e hijo, ambos con miradas inquietantes buscando a una figura que definitivamente ya no hallaran jamás.

Sigo sus pasos desde la comodidad del sillón mientras tomo un vaso de agua, que desearía fuera de leche porque me siento agotada. Tengo hambre.

Al ver que nadie decide hablar, soy quien da las respuestas que buscan.

—Saraí ya se fue, tuvo cosas que hacer.

En el infierno a donde la mandé.

—¿Y te dijo si iba a volver? —es un tanto irónica la interrogante de David.

Muevo mi cabeza de un lado a otro.

—Ni idea, estaba con prisa.

Diez segundos antes…

—¿Para qué ibas a quererlos?

—¿Para jugar? —Suelta con sarcasmo; aprieto mi agarre del cuchillo—. Reina destrozada, trono libre.

—Hay un pacto de paz, dime la verdad y solo así perdonare tu insolencia.

La punta del arma empieza a abrir su carne lo que hace que haya un hilo de sangre aglomerándose en medio. Ella no se inmuta.

—Como buena «esclava del campo» le debo mi lealtad a mi gente, hagas lo que hagas de mi boca nada te vas a enterar.

Que nuestros antepasados la juzguen.

—De las cenizas nos creamos, en cenizas te convertiré y con el fuego de mis venas, de ti me desharé —pronuncio con voz solemne.

Retiro el cuchillo de su carne y en un toque certero lo clavo en su corazón, sus pálpitos se interrumpen abruptamente terminando con su vida, ya sin nada más que decir o hacer, dejo que su cuerpo se consuma en llamas.

 

PRESENTE

Pasa una semana desde de aquel incidente; tuve que pelear, gritar e incluso amenazar a David para que dejara quedarme. No fue fácil. Me gustaría decir que tiene un gran potencial para poder decir “no” en cada oración que terminaba, su nivel para rechazarme era terrible, pero nada que con ayuda de Elías no se pueda lograr. Los primeros tres días dormí en el mini-sillón. El pequeño de buen corazón me ofreció respetuosamente su cama, y con una oferta así no decline en lo absoluto —estoy acostumbrada a la comodidad—, quien estuvo en desacuerdo fue David, sí, como siempre. Lo ignoramos y ahora duermo con Elías, no quería aprovecharme tanto, así que yo también debatí amablemente un rincón de la cama para él. Lo aceptó dichoso.

Ahora estamos en la cocina, yo voy preparando el arroz, Elías pela arvejas y David pica papas.

El hambre me obligó a aprender a cocinar arroz, ya que el hombre de la casa me miraba con mala cara los primeros días de arrendamiento, me costó un tanto; la primera vez me salió salado, la segunda sin sal, el tercero se quemó, el cuarto crudo y en el quinto fue determinante para que ambos hombres dijeran que ya había hecho algo bueno por fin.

No me comunico con David puesto que siempre está gruñendo cuando ando por su lado, en su mayoría prefiere encerrarse en su habitación e ignorarme, asi que aprovecho su presencia cada que nos juntamos en la cocina para curiosear.

—David, cuéntame cómo era cuando me conociste —indago, a lo que voy moviendo el cucharón en círculos para esparcir el arroz—. De verdad era... mmmm ¿una persona mala?

—Malísima —concuerda este, Elías le llama la atención.

—Pero ¿qué hacía? ¿Cómo me comportaba? —insisto, debe haber una razón o pruebas en todo caso.

—Bueno... —se rasca la cabeza, hasta parece un poco nervioso—. Te temían en su mayoría porque eras hija de la reina, es más, tú te hacías odiar todo el tiempo.

Arrugo mi entrecejo, girándome a verlo.

—No te creo... —desconfío plenamente—. Yo no soy así...

Un poco quizá.

—Es contradictorio como eres ahora a como eras antes, aunque apenas te veo una semana.

Suelto un gruñido bajo mientras hago como que no lo escucho, y me muevo a buscar la tapa de la olla para cerrarla.

—Dime un recuerdo —pido, camino hacia el lavadero para enjuagar mis manos apestosas que huelen a ajo.

Necesito recordar algo hasta que la calma que nos inunda culmine.

—Una vez hiciste que Cecilia caminara desnuda por según tú faltarte el respeto.

El amago de secar mis manos queda en el aire, estoy congelada.

—¿Cecilia la de cabello cobrizo? —muerdo labio inferior. David afirma—.Por ello su notable rencor hacia mí.

No he cambiado mucho, hice algo parecido en mi otro instituto, pero ellos no tienen que enterarse.

—Pues sí, bien ganado te lo tuviste.

—Le pedí disculpas —me defiendo—. Otro, dime otro —suelto la toalla y me recuesto en la mesita que hay medio de la cocina.

—Quemaste la ropa de Gustavo cuando este estaba en la ducha de gimnasia, dejándolo sin toallas y únicamente con un vestido de flores. El odiaba las flores.

—¿Y por qué hice yo eso?

—Pisó tu lapicero de flores.

Caray...

—Me gustan más los lirios —reflexiono sin inmutarme —quizá fue algo más fuerte.

—Yo estuve allí cuando lo hizo, tú estuviste apunto de incinerarlo.

—Me molestaba mucho seguro —la risa de Elías es escandalosa en estos momentos.

—Se sentaba delante de ti, tú lo picabas en cada momento que podías con esa pluma.

Guardo un incómodo silencio, ni los grillos se oyen.

—¿Qué más hacia? —retomo las preguntas después de unos segundos.

—Le rompiste la nariz a Rodolfo.

—¡¿Y ahora por qué?!

—Dijiste que la tenía muy grande como el reno, y tú odias a Rodolfo el reno.

Mi boca cae abierta desmesuradamente.  

—¡A mí me encanta Rodolfo el reno!

Se encoge de hombros poniéndose a hacer el guiso.

—Antes no decías eso.

—¿Otro? —suplico internamente para no enterarme de otras desgracias.

—Mandaste a que me golpearan por decir que eras teñida.

Llevo rápidamente mis manos a las puntas de mi cabello inspeccionándolo.



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En el texto hay: brujos, elementos magicos, brujos y hechiceros

Editado: 21.05.2021

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