Camino A La Reminiscencia

Capitulo 7 - Limpieza

Ambos nos miramos fijamente por lo que parecen horas, hasta que él es quien nos saca de la ensoñación.

—Tus ojos están cambiando de color, parpadea—. Vulnerable. Estado de ánimo que causa se culmine la transformación.

Afirmo rápidamente y me concentro en no retomar mi verdadera forma, se armaría el caos de ser así.

—¿Quién se supone que eres? —eleva una ceja examinando mi apariencia.

—La sirvienta del castillo, Nasha —contesto vacilante, era la que más se me asemejaba.

—No la llegué a conocer.

—Recién va como tres años allí. Agradable sujeta.

—¿Sujeta? —repite, incrédulo —ese término no se escucha hace mucho.

—Síp, los hombres son sujetos, y las mujeres sujetas —prosigo —hace un tiempo leí que en la antigüedad se creó un lenguaje exclusivo para las mujeres, ya que no estaban de acuerdo en que la mayoría de las palabras fuera en término «masculino».

—Sí, leí algo igual, pero creo que no les duró mucho tiempo, había una organización del idioma en español que invalidó todas esas exclusividades —me informa.

—Ah, entonces ya no se usa —reflexiono.

—Pero como tú eres muy inteligente lo puedes hacer —se burla, porque lo dice con burla.

—¿El sarcasmo es tu segunda lengua o qué? —lo acuso hastiada.

—La primera en realidad.

—Estas usando ese tono para conmigo.

—¿Yo? Nooooo, ¿cómo crees?. —lo reafirma el idiota.

—Dios mío… —me lamento, es que no puedo concebir la idea de haberme cruzado con un idiota.

—Eso decías siempre cada que… —bate sus pestañas con coquetería y la saliva se queda en medio de mi garganta entendiendo el sentido de su respuesta. Mi rostro se calienta y sé que ya ha de estar de todos los rojos posibles por la vergüenza que me embarga en estos instantes.

Mi paz no dura porque David empieza a carcajearse con ganas, hasta Elías que se encuentra a unos cuantos metros se gira al oírlo.

—Ya...— lo intento calmar disimuladamente, dándole cortos pellizcos en la cadera. Él no para.

—Hu-ubieras vist-to tu cara —sigue riéndose —. Parecías u-un tomate— se sostiene el estómago con ambas manos y se dobla hacia delante—. Ay mi barriguita, mi barriguita dios santo.

Marcho dejándolo solo.

***

Vamos de camino a casa después de las compras, acción que logró vencer la risa descomunal que dio David de ida. Este mismo lleva en las bolsas que sostiene dos blusas y una camiseta de tiras, también un vaquero, un pantalón corto, y por último un vestido de flores. Sí, muy en el fondo amo las flores. El extra como parte de mi venganza fue hacer que saliera un par de zapatos charol taco diez sin pagar de la bolsa que sostenía David, después de pasar vergüenza lo tuvo que cancelar dando un adicional de dinero y pedir disculpas a los de seguridad y gerente. Desde luego que eso fue más gracioso que él burlándose de mí.

Una sonrisa de insuficiencia se instala en mi rostro, no obstante se trasforma al ver la puerta de la casa semi-abierta.

—¿Le puse cerrojo o fue impresión mía? —cuestiona el hombre a mi lado.

—Le pusiste —asiento, mis manos comienzan a sudar cuando presiento sobre quienes pudieron ser la visita.

Al cruzar la puerta los tres nos volvemos pálidos.

La casa luce destrozada por dentro, el pequeño sillón esta por pedazos, la tv yace tirada en el suelo y mi horror incrementa con las amenazas escritas en la pared.

—Algo me dice que no han sido malhechores —David lo tiene claro y yo también. Sacudo mi cabello y regreso a mi verdadera forma.

Arrastro mis pies hacia la cocina y las ganas de llorar rebalsan mi furia, toda la comida está desperdiciada, no han dejado nada para el almuerzo.

Suelto un suspiro melancólico y regreso a la sala.

—No logro entender que dice eso —indica Elías, apuntando a la pared.

«Reina muerta, trono libre»

Los labios y la garganta se me secan, hago un sobreesfuerzo para tragarme la saliva y no expulsarla.

—Yo tampoco —miento. Aquella frase está escrita en códigos, así que dudo mucho lo descubra por ahora.

—Ignes acércate —me llama su padre, quien está descansando sobre el marco de su puerta, su rostro se ve sereno, sin embargo la vena que posa encima de su vista lo delata. Dudo entre conservar mi vida o perderla a manos del desquiciado que me observa.

—Ven... —insiste.

Cambio la dirección de mi mirada hacia el niño, un destello de luz…

—Sin Elías.

La reverenda mierda.

A paso lento encamino y paso de él entrando a la habitación, sus pasos siguen tras de mi.

—Siéntate aquí —palmea un lado de su cama —y mira el regalo que me dejaron —ofrece, señalando una fotografía en sus manos.

A regañadientes obedezco, le quito la foto y la mantengo al revés para no ver el problema, tengo la vaga sensación que es una respuesta a mis actos.

—Mírala, Ignes.

—Después... —rechazo.

— Ahora — advierte—. Dime que opinas sobre ello —toca con su indice el papel rectángulo en mis manos—. Anda, voltéala.

Me niego.

—En ratito quizás... tengo hambre.

—¡Ahora! —eleva la voz en un sonoro grito que me hace saltar y con eso voltear la foto de inmediato.

Ya me lo temía.

—La morena, tu amiguita, ¿no?

—Esclava del campo, así le decías —corrige.

—Ah... Sí. ¿La extrañas? Podrías llamarla yo que sé...

—Sabes mucho Ignes, sobre todo, porque está una semana desaparecida.

Inspecciono la foto en todos los ángulos posibles.

—Ni me acordaba de ella, fíjate.

Intento lucir confundida, como si no reconociera el rostro impreso en la fotografía.

—Tú la viste por última vez —David claramente empieza a perder la paciencia, lo puedo notar en los gestos que hace, se contiene para no ahorcarme.

—Ya te dije que tuvo algo urgente y se fue.

—¿Qué raro no? Sé que los hechiceros pueden hacer diversos trucos, pero ¿irse sin cruzar una puerta? Muy misterioso.



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En el texto hay: brujos, elementos magicos, brujos y hechiceros

Editado: 21.05.2021

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