Cuando Sebastián llegó casa, Lucy salió corriendo a su habitación. Aunque era una pequeña de seis años, tenía una imaginación e inteligencia innata. Sebastián no la castigo, era su tesoro, la hija de su amada Beatriz y su heredera y única hija. Aunque pensaba tener hijos con Farrat si se casaba con ella.
— Buenas tardes, señor. —le dijo la niñera.
— Señorita Sira, espero que ayude a mi hija a entender las cosas que no debe hacer.
— Señor, yo le he hablado de ello, pero es una niña muy impulsiva e interactiva.
— Lucy no es así, ella es un ángel.
— Señor Sebastián, no voy a entrar en detalles con usted por la pequeña.
— Mire señorita Sira, yo le pago para que cuide a mi hija. No para que me diga esas cosas.
— Con todo respeto señor, pero es mejor que se busque otra niñera.
— Me está queriendo decir que se va.
— Sí, es mejor dejar de trabajar para usted, lo le gusta que hablen de cómo es su hija y otra cosa más preste atención a la pequeña, que quiere su atención, y usted solo se va por allí de fiesta en fiesta.
Sebastián se molestó y la miró con los ojos achicados.
— Entonces pase por el despacho a buscar su pago.
— Gracias, y mi consejo es que le preste más atención a su hija, por eso que está así, a veces nunca está para ella.
Y la niñera salió del salón con su cabeza en alto, Sebastián subió a ver a su hija y hablar con ella. Cuando entro en su habitación, su hija al verlo como que sabía algo por qué ella fue la quien habló.
— No he hecho nadita papito.
— Hay Lucy, Lucy, hija que voy a hacer contigo.
— Nadita solo quererme mucho papito, yo mi voy a portarme bien.
— Hoy hiciste algo en el colegio y la directora me llamó, que pasa hija mía.
— Nadita, nadita solo alguito nada más.
— Ese alguito que fue. —dijo su padre abrazándola.
— Uno de los niños dijo que no tenía mamá y eso no es, verdadita papito.
En ese momento Sebastián recibe una llamada y se levanta del lado de su hija.
— Hola cielo, te llamo porque hoy tenemos una reunión por la noche.
— Creo que estoy indispuesto para esa cena Farrat.
— Pero es importante Sebastián, sabes que te debes a tu trabajo.
— Sí, y otro de ser papá.
— Otra vez Lucy, que hizo.
— Luego te cuento Farrat, hoy quiero compartir con la niña.
— Está bien.
Y ella cortó la llamada, estaba en la oficina con la secretaria.
— Maldición… Maldición…
— Señorita Farrat ocurre algo. —en ese momento le contesta mal.
— Anda, vete hacer tus cosas y llámame a John que lo quiero aquí ya.
— Si señorita Farrat ya se lo llamo.
La secretaria salió y tomo el teléfono y llamo al guardaespaldas de Farrat.
— La señorita Farrat necesita de su presencia.
— Voy.
Al rato llega el hombre y entra en la oficina de Farrat, cuando ella lo ve le señala con la mano para que se siente en la silla.
— Necesita algo señorita. —le dice John al sentarse.
— Si quiero que desaparezca a la mocosa esa.
— Otra vez problemas con la pequeña Lucy, señorita, la última vez me lanzo lodo en la cara.
— Esa pequeña mocosa me tiene al borde, quiero que desaparezca, que se pierda.
— Por favor, señorita, porque odia tanto a esa pequeña si solo es una niña.
— Esa chiquilla me aleja cada vez de Sebastián, siempre hace algo para retener a Sebastián.
— Señorita pero… —Farrat lo interrumpió.
— Pero nada, quiero que te la lleves a un parque y allí hagas lo que te diré.
En otro lugar, de allí, estaba Surthy buscando empleo y no había tenido suerte en ello paso todo el día buscando. Y para males ese día le tocaba consulta para ver cómo estaba su corazón, cada año se hacía sus chequeos y las consultas era cara, más la enfermedad de su mamá, los ahorros se habían ido en ello. Surthy estaba por llegar a los 30 años, sabía que ya no era cuando estaba joven, así que allí están esperando en el consultorio.
— Señorita Surthy ya puede pasar.