Camino al Sol

Walking on the moon

Habían pasado menos de tres horas desde que el Sol se apagara y la temperatura ya era bastante fría.

En el momento en que el Sol se apagó se perdió el magnetismo que mantenía unida a la Vía Láctea, razón por la que tembló en todos sus planetas y salieron girando como canicas cada uno en una dirección distinta. Desde la Tierra las estrellas se veían pasar como lentas estrellas fugaces, todas al mismo tiempo.

En Australia no estaban preparados para el frío, mucho menos para uno de esas proporciones, por lo que la gente gritaba y lloraba, temblando, viendo morir a animales y ancianos. El mar, por su parte, se alborotaba de una manera inusual.

En la ciudad de Esperance la gente aun corría por todos lados y en todas direcciones; entre tanto alboroto era sorprendente ver que no chocaran entre sí. En las calles comenzaban a encender fogatas. Podía verse gente cubierta con liviana ropa de invierno, cobertores de cama, toallas, hasta alfombras, intentando encontrar algo de calor.

—¿Qué va a pasar ahora? —preguntó una mujer de unos treinta años, cubierta con muchas mantas, mientras acercaba las manos a una fogata.

Los que estaban ahí se encogieron de hombros, temblando de frío, con la incredulidad aun en el rostro, esperando la misma respuesta.

—No puedo creer que el Sol se haya apagado —volvió a hablar la mujer.
—Hace un rato atrás moríamos de calor y ahora vamos a morir de frío —sollozó un viejo de unos sesenta años que parecía a punto de romper en llanto. 
—Lo que no logro entender es por qué las estrellas se mueven así -habló tímidamente un adolescente con cara de asustado.
—Parece que nos movemos más rápido ahora sin el Sol —dijo calentándose las manos en el fuego, un hombre de bigote.
—Dios se olvidó de nosotros —lloró una señora temblando con una mezcla de frío y terror.
—Quizás se acordó de nosotros y de lo crueles que hemos sido con su creación —respondió el viejo que antes sollozaba—. No nos conformamos con destruir el ecosistema de la Tierra, también fuimos a destruir Marte, a ensuciar la Luna cuando la convirtieron en Disney World, y arrojamos la basura al espacio. Debe haber estado muy enojado, por eso nos envió estas plagas; primero la escasez de alimentos cuando se extinguieron las abejas, pero somos tan ingeniosos que lo solucionamos comiendo vegetales hechos en un laboratorio; luego vino el calor insoportable, que solucionamos con el aire acondicionado; bueno, ahora nos envió frío, oscuridad y nos quitó la tecnología, a ver si podemos salir de esta.
—El ser humano siempre ha sabido salir adelante -dijo con tranquilidad la mujer joven, más cerca del fuego, mientras miraba el vapor que salía de su boca al hablar—. Hemos pasado por una era de hielo, guerras atómicas atroces, hambre a escala mundial, epidemias, cosas que redujeron la población humana tantas veces, y aun así seguimos vivos. Yo no creo en Dios, pero ustedes, los que sí creen, se supone que creen que es un Dios de amor. Si es real, no habría hecho algo así.
—Tienes razón, muchacha —dijo la señora, aun llorando—, él nos va a dar la salida a este problema. Hay que tener fe.

La muchacha sonrió tristemente sin quitar la vista del fuego, dispuesta por primera vez a creer en un ser superior que pudiera sacarlos de tan desesperada situación.

 

Un chico de piel oscura pasó caminando, usaba unos grandes audífonos. La luz de las estrellas y de las fogatas permitían ver y distinguir en la oscuridad. Las personas que estaban agrupadas lo miraron tristes y preocupados, pero el joven no prestó atención a la gente que lo llamaba o hacía señas. Will siguió su camino inmerso en su música. Por alguna razón su reproductor no se dañó y tuvo suerte de haber guardado unas pocas canciones, aunque ahora lamentaba no haber guardado más, pero le servirían hasta que el reproductor perdiera la carga y terminara muriendo como todo lo demás. El muchacho llevaba puesta una parka para la nieve que su padre le envió para su cumpleaños número diecisiete, hace unos meses atrás. Había sido el regalo más inservible que le había enviado, hasta ahora que la era de tormentas solares había terminado.

Llegó hasta la orilla de la playa, donde tropezó en la oscuridad con un grupo de gaviotas muertas sobre la arena.  La poca iluminación disponible en ese lugar era de las estrellas y la Luna, que por alguna razón parecía más grande. Siguió caminando por la orilla, angustiado, sintiéndose realmente solo, mientras la marea comenzaba a subir.

Se acostó en la cima de una gran roca, con las manos detrás de la cabeza, mirando las estrellas fugaces, y escuchó una canción que le recordaba al tiempo en el que vivía con sus padres. Ellos se habían separado desde hace cuatro años y su padre le enviaba regalos dos veces al año desde ese entonces que se fue a vivir a Inglaterra.

Miraba el mar con nostalgia, mientras su rostro se empapaba en lágrimas. La música traía recuerdos del momento más duro de su vida, hace exactamente dos semanas, cuando caminaba con su madre por el mismo lugar, buscando la brisa marina para refrescarse, hasta el momento en que ella cayó desmayada a la orilla del mar, muerta a causa del calor excesivo y su hipertensión descuidada. Lo había dejado solo a sus diecisiete años, sin comunicación con su padre, quien sólo tenía tiempo para su nueva familia.

Will había estado enamorado de su vecina desde toda la vida. Era una muchacha pelirroja, quien siempre le sonreía al pasar. Se había mudado de la ciudad hace menos de un año. Antes de irse se habían declarado mutuamente su amor, pero había sido muy tarde. Ahora que estaba solo y la civilización comenzaba el rápido camino a la denigración, iba a ir por ella a Sydney. El viaje a pie iba a tomarle casi un mes, había simulado en el mapa una y otra vez el camino desde que ella se fuera. Ahora quizás el viaje iba a ser más largo.

Comenzó a sonar una vieja canción en el reproductor, una canción del siglo XX, llamada «Walking on the moon». Era tan antigua que pese a las remasterizaciones, seguía sin sonar con la calidad de la música actual, pero a él le gustaba aquella canción que su amada Lucy le había mostrado y la escuchó mirando el cielo estrellado.



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En el texto hay: oscuridad, espacio, sol

Editado: 17.02.2022

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