Los soldados tomaban posición frente a los lugares de abastecimiento y bancos. La gente se agrupaba fuera de los supermercados como una peligrosa chusma, que tenía a las fuerzas armadas inquietas, prevían un enfrentamiento en cualquier momento.
Al caer la noche tenían que instalar bengalas alrededor para iluminar el radio, armados, listos para defender los bienes de los acomodados empresarios, mientras el pueblo, asustado y hambriento, esperaba a que algo mejorara.
Al quedar sin electricidad, quedaron sin sistema de refrigeración, por lo que perdieron sus provisiones. En señal de protesta, tiraron a la calle kilos y kilos de carne podrida, lácteos y vegetales en mal estado; el insufrible calor no permitía que nada durase más de dos días.
Aquel día que el Sol desapareció fue el punto de quiebre. La gente desesperada se lanzó contra los uniformados, se oyeron disparos, las rejas cayeron, lanzaron botellas de combustible encendidas, quemando a algunos de los soldados. Los enfrentamientos y saqueos duraron varios días, hasta que las fuerzas de orden se retiraron, dejando en las calles decenas de muertos —civiles y uniformados—, dejando el comercio abandonado, dejando libertad para que el pueblo terminara de saquear.
Los soldados y policías volvieron a sus casas, ya no había nada que defender, el presidente, los ministros, los empresarios, los generales, todos desaparecieron sin dejar rastro. Desde ahora en adelante, todo era cuestión de supervivencia.
Editado: 17.02.2022